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Cinefórum LXXXVI: «Langosta»

Puede que la mayor virtud del cine de Yorgos Lanthimos sea precisamente su principal defecto: una innegociable voluntad de originalidad. Su insistente pretensión de salirse de lo establecido ha guiado hasta ahora su corta filmografía, aupándolo inevitablemente al altar de referencia de la cinefilia anti mainstream. Langosta (The Lobster, 2015), cinta invitada de esta semana en nuestro cinefórum, ejemplifica a la perfección los aciertos y limitaciones de la arriesgada apuesta del director griego.

La premisa narrativa de la película es rompedora: nos encontramos en un mundo distópico en el que la soltería no está permitida. Toda persona sin pareja es conducida a un hotel donde debe de encontrar a su media naranja antes de un tiempo establecido. Si no lo consigue será convertida en el animal que elija.

La propuesta de Langosta es tan curiosa como atractiva, y su potencial metafórico es casi inabarcable para un espectador como el actual, peón anónimo de una sociedad en la que las relaciones de pareja se han convertido en la panacea platónica de sus frustraciones vitales. Así, esta sugerente dimensión alegórica se convierte en el mayor reclamo de un film que, además, está inteligentemente escrito, sobremanera en una primera mitad en la que humor y extrañeza se dan la mano espoleando un guion de oportuno y disfrutable ritmo pausado. La fría fotografía, la inquietante puesta en escena y el desasosiego existencial de los protagonistas (y sus convincentes interpretaciones) apuntalan la sensación general de irrealidad.

El problema viene, como anunciamos al principio, a la hora de desarrollar un punto de partida tan potente a través de un arco argumental cerrado. La originalidad suele tener un precio: puede ensombrecer a todo lo demás. Es difícil estar a la altura de un planteamiento voluntariamente sorpresivo. De hecho, esta es una característica (y un defecto) consustancial al subgénero distópico en el que se enmarca el relato, con lo que el problema en esta ocasión adquiere una dimensión doble.

¿Quiere eso decir que estamos ante una película fallida? Para nada. En primer lugar, porque los aciertos de la misma sostienen un visionado que avanza fluido, hipnotizándonos con su pretendida naturaleza extravagante. Solo por eso ya merece la pena. Pero es que Lanthinos no parece tener interés en hacer de su cinta una historia redonda. Y mucho menos cerrada. Langosta es una invitación, una sugerencia, una mano tendida que nos invita a adentrarnos en lo desconocido mientras una voz nos susurra al oído preguntas que no nos queremos hacer. Cuestiones cuyas respuestas nadie va a darnos, porque en realidad están escondidas dentro de nosotros mismos.

Marcos García Guerrero
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