Ciudades que dejan de ser hermanas – 22 de marzo
La guerra está rompiendo lazos entre ciudades que han sido hermanas durante décadas. En Coventry, en el Reino Unido, han acabado con su hermanamiento con Volgogrado. Alegan que no pueden mantener la relación debido a la invasión de Ucrania. Rompemos con «gran dolor de nuestro corazón», dicen los concejales del municipio inglés, gobernado por los laboristas. Coventry se hermanó con la ciudad rusa hace ochenta años, cuando esta se llamaba Stalingrado. Ochocientas treinta mujeres inglesas enviaron a la ciudad destruida por la guerra contra los nazis dinero y un tapiz con sus nombres y una frase: «una pequeña ayuda es mejor que una gran simpatía».
Twin cities, ciudades gemelas: en inglés el hermanamiento llega figurativamente más lejos que en castellano. Las bombas enlazan Coventry, arrasada por la aviación alemana, con Hiroshima, Caen, Belgrado o Sarajevo. Más allá de Europa y Estados Unidos, los hombres y las mujeres también cultivan lazos. La iraquí Bagdad está hermanada con El Cairo y la norcoreana Pyongyang. Y con las vecinas y antiguas enemigas iraníes de Nishapur y Teherán. La sucesora de Babilonia todavía hoy sufre apagones, efecto de los bombardeos estadounidenses que, hace veinte años, casi la devuelven a la edad de piedra. La barbarie guiada por láser es un arma depurada de la civilización.
Ciudad es civilización desde que los humanos se juntaron y se quedaron en un lugar para construir el mundo. «El mundo de los hombres», decía Eugenio Trías sobre las polis griegas, donde los filósofos enloquecían para hacerse humanos lejos de la naturaleza. Las Ciudades Estado luchaban entre sí en el campo de batalla y la propaganda, acuñada en ánforas y monedas. «Procedente de Atenas», decían las monedas con lechuza impresa, emblema de la diosa Atenea y también símbolo de la filosofía: Atenas era capital de la humanidad. Y a quien no se hermanaba por las buenas, se le hacía la guerra: las ciudades quedaban destruidas y los hombres y mujeres, convertidos en esclavos: ni humanas ni hermanos.
Brat, hermano, se llaman entre sí los soldados de las trincheras del Donbás. La palabra es la misma en ruso y en ucraniano, por eso suena para animarse, para pedirse un cigarro o para rendirse en el barro. Soldat, soldado, también se dice igual. «Tercer día en el camino; hermano no estés triste; una orden es una orden», dice la canción de Lyube, himno de los rusos que quizás, en un universo paralelo, también podrían entonar sus enemigos de hoy. «El grupo sanguíneo está en mi manga, deséame suerte en la batalla», cantaban Kino con melancolía: la sangre es lo que realmente iguala. Kino se formaron cuando todavía existía la Unión Soviética y su ciudad se llamaba Leningrado. «Me gustaría quedarme contigo», pedían mientras su mundo se caía a pedazos.
Extramuros es una columna informativa de Efecto Doppler, en Radio 3.
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