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Colombia: caza al líder social en tiempos de paz – 6 de febrero

El domingo mataron en Colombia a Erick Esnoraldo Viera Paz. «Salió caminando de la casa de su señora madre», relata la Red de Derechos Humanos del Suroccidente Colombiano, cuando un sicario que vestía saco de capucha gris le disparó dos veces y lo dejó muerto. Viera Paz tenía veintitrés años y trabajaba en una asociación que defiende las reservas para campesinos en el valle del Cauca, antiguo territorio FARC. Son reservas frente a las aspiraciones de los grandes terratenientes, desde el principio contrarios a la promesa que se le dio a la antigua guerrilla a cambio de dejar las armas. Ya son diecisiete líderes sociales asesinados en Colombia en un mes. Van quinientos en dos años.

«El asesinato de líderes es metódico, selectivo y continuo», escribe la Comisión Colombiana de Juristas en su balance de las muertes premeditadas de activistas sociales después de los acuerdos de paz con las FARC. Las víctimas son indios, campesinos, supervivientes del desplazamiento forzado del conflicto colombiano. Como Maritza Ramírez, muerta a golpes cerca de la frontera con Ecuador. O Samuel Gallo, en Antioquia, al que mataron a tiros. De hecho, más del ochenta por ciento son asesinados a balazos. No son crímenes fortuitos, como suele apuntar la Fiscalía. El noventa y dos por ciento quedan impunes.

«Es desgarrador conocer sus historias», afirma el enviado de la ONU para Colombia, que pide medidas de protección a un gobierno de estar haciendo «lo que le corresponde». Eso incluye supuestas medidas de protección ante las elecciones legislativas de octubre, a las que el partido FARC pretende presentarse después de la desmovilización. Cuando lo hizo en los años ochenta, en el anterior intento de paz, fueron asesinados tres mil antiguos guerrilleros. En la Colombia que mezcla orden y violencia, el asesinato sistemático de la oposición no es novedad del siglo XXI.

El coronel a quien nadie escribía no necesitaba «abrir la ventana para identificar a diciembre». Tampoco hacía falta soltar las riendas de la imaginación para predecir que la última gran guerra de América iba a continuar matando, dados los antecedentes. Y la política del presente. El presidente de Colombia, Iván Duque, fue elegido el año pasado con la promesa de modificar los acuerdos de paz con las FARC porque le parecía que otorgaban impunidad a los antiguos guerrilleros. Los quinientos cadáveres de líderes sociales sí que tienen asesinos impunes, un ejército de sicarios libres que, por lo visto, no ponen en peligro la salud de la democracia en Colombia.


Notas de Extramuros es una columna informativa de Siglo 21, en Radio 3. Puedes escucharla en el siguiente audio y acceder al programa pulsando aquí. También puedes revisar todas las Notas de Extramuros en este Tumblr.

Víctor García Guerrero
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