El seriéfilo: abril de 2015
Ya sabéis que soy muy de refranes y este mes, que me lo pone a huevo, no lo voy a dejar escapar: «en abril series mil». Pero que conste que no lo digo únicamente por recurrir a la frase fácil (que también) sino porque, como no hayas configurado un buen calendario de visionados para estos treinta días, te puedes volver loco. En primavera, las series vienen, se van y vuelven a venir, como Pedro por su casa. Es un no parar.
Empezamos el cachondeo con la filtración de los cuatro primeros capítulos de la siempre esperada, deseada y bien hallada Juego de tronos (HBO). La cadena, tratando de aliviar el mono de los ansiosos fans, nos ceba con una cuádruple ración de los siete reinos. Yo, que soy un ser muy metódico (menos cuando no lo soy), me he sobrepuesto a cualquier tentación y he visto un capítulo por semana, como mandan los cánones. Es por eso que solo puedo opinar de lo acontecido hasta el tercer episodio, aunque poco se puede añadir a todo lo que ya se ha dicho de esta soberbia serie. Con una regularidad sobresaliente, cada minuto es un regalo para los sentidos. Sí, nos pueden gustar más o menos las distintas tramas pero, objetivamente, la serie nunca baja el pistón.
Dejando a un lado el olimpo de las series, pasemos a cosas más terrenales (que no necesariamente malas), que este mes ha dado mucho de sí. Aprovecho el final de varias series para reivindicarlas como recomendables. Por un lado, Black Sails (Starz), que el año pasado protagonizó una dura batalla (de la que salió victoriosa) con Crossbones (NBC), por ser la referencia televisiva en lo que a dramas piratiles se refiere. Hay que decir, eso sí, que venció con más pena que gloria, ya que simplemente fue la menos mala de las dos; sin embargo, esta segunda temporada gana en empaque, acción y aventuras y todo ello, unido a unos personajes que ya eran lo mejor de la primera parte, hacen que suba varios escalones en cuanto a calidad. La serie, ahora sí, se puede recomendar con tranquilidad a todos los seguidores de Robert Louis Stevenson. También llegó al final la segunda temporada de Bitten (Space), modesta producción canadiense que, a pesar de sus evidentes limitaciones en el presupuesto, nos deja una historia bastante entretenida para los que disfruten de los hombres lobos y no sean demasiado exigentes (aunque prefiero mil veces esta serie a cualquiera de las últimas temporadas de True Blood).
De la siempre prolífica cadena SyFy, han terminado 12 monos (SyFy) y Helix (SyFy). Ambas son solo aptas para amantes del género, porque sus tramas se embrollan de forma tediosa en su último tercio (un poco antes en el caso de los chicos de la organización Hilaria) y pueden invitar al abandono de los consumidores más casuales. Pero «a rey muerto, rey puesto» y SyFy, con su manía de estrenar series compulsivamente, no puede estarse quieta: si se acaban dos, qué menos que estrenar una, en este caso Olympus, una producción dedicada al género de aventuras y que tiene como punto de partida la riquísima mitología griega. Releyendo la frase que acabo de escribir, parece que la cosa suena bien y apetece echarle un ojo… ¡Craso error! La serie es un despropósito total. Se le ven las costuras por todos lados: los efectos son paupérrimos, los escenarios directamente cutres y no hay dinero ni para contratar extras y montar un ejército mínimamente numeroso (vamos, juntamos más gente cuando voy a tomar unas cañas con los colegas y os recuerdo que, dada mi adicción, no soy un ser muy social).
Mientras todo esto ocurre, Jane the Virgin (The CW) sigue a su rollo. Después de veinte capítulos, el culebrón con un toque de humor autoparódico continúa liando la madeja con el más difícil todavía en cada episodio. Hay que reconocer que, aunque sigue entreteniendo, ha perdido la frescura y el efecto positivo de la sorpresa que supusieron aquellos primeros capítulos. Y es que, aunque es entendible que las cadenas tienen que aprovechar el boom de las series de éxito, sobrepasar los veinte episodios por temporada me parece tedioso. Y no lo digo solo por esta serie, sino en general, empezando por The Good Wife (CBS), o por mis queridos superhéroes de Agents of S.H.I.E.L.D. (ABC), o incluso mi guilty pleasure de Forever (ABC)… Vamos, que es un problema ampliamente extendido por las distintas cadenas (sobre todo las que emiten en abierto), empeñadas en llegar a los ochenta o cien episodios por culpa de la sindicación. En realidad, lo único que consiguen es que el espectador perciba que se meten a calzador tramas intrascendentes para alargar las series lo más posible. Desde aquí, mi más profunda repulsa al empleo de esta táctica. Deciros únicamente lo siguiente: sois unos cansinos.
Bien, continuemos. Sé que soy un iluso, pero no puedo resistirme: desde que vi el remake americano de Forbrydelsen (DR1) (la maravillosa The Killing de la AMC), tengo la esperanza de que alguna otra serie raye a un nivel similar. A pesar de ello, por ahora no ha habido suerte. El último fracaso ha sido The Returned (A&E), adaptación de la francesa Les revenants (Canal +), que no supera en nada a la original y además tiene una realización más plana. Tampoco ayuda que hayamos visto dos temporadas de Resurrection (ABC) que, sin ser un remake propiamente dicho, toca el mismo tema de un modo que también la convierte en un producto totalmente redundante y prescindible.
Antes de terminar, quiero hacer un inciso muy breve para comentar la última serie de éxito española: El ministerio del tiempo (La 1). He de decir que empecé a verla bastante esperanzado por las buenas y unánimes críticas cosechadas pero, por desgracia, tengo que utilizar la tan manida frase (y mira que me fastidia) de: «está bien… para ser española». Como aspectos positivos, las referencias que hacen a la actualidad patria, que de tanto ver series extranjeras se agradecen, y las hechuras de algunos personajes. En la parte negativa destaca la explicación chusquera del funcionamiento de las susodichas puertas del tiempo (que hace agua por todos lados) y, por supuesto, lo más lamentable: la pobre calidad de alguna interpretación que te saca totalmente de la serie. ¿De verdad no hay mejores actores en España? Me cuesta creerlo. No estoy pidiendo un Kevin Spacey, pero sí alguien que cuando diga las frases de su guion no parezca que las está leyendo directamente de un libro que alguien le sostiene fuera de cámara. Por cierto, algunos diálogos también son para hacérselos mirar… Forzados y teatrales a más no poder. ¿Tenemos una tara genética que nos impide disfrutar de buenos dialoguistas? No lo creo.
En fin, otro mes que termino despotricando por culpa de cuestiones colaterales y en el que me quedo sin comentar un montón de las interesantísimas series que nos ha traído este mes de abril: Orphan Black (Space), Louie (FX), Silicon Valley (HBO)… De eso, y mucho más, intentaré hablar el próximo mes, si es que no me lío con alguna otra causa perdida. Hasta entonces, recordad: «un capítulo al día es pura alegría».