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El seriéfilo: marzo de 2015

¡Cómo pasa el tiempo, amigos! Parece que fue ayer cuando empezábamos el año cantando con Galavant (ABC), nuestro paladín-vocalista  preferido y, de repente, nos encontramos diciendo «hasta luego», una temporada más, a Rick y compañía. Por cierto, nuestros colegas de The Walking Dead han echado el resto en estos últimos capítulos y les ha quedado un final de temporada redondo. Lástima que debido a los bajones de calidad a los que nos tienen acostumbrados, la suya vaya a ser recordada como una serie de momentos y no como la gran obra  que podría haber sido. Porque lo cierto es que lo tenía todo para ello: guion, presupuesto, personajes, fans… De momento, veremos qué nos depara ese esperado spin off que nos tienen preparado para este verano antes de afrontar la sexta temporada. Ya veis que los muertos vivientes nunca se detienen…

Y es que el mundillo seriéfilo ha sido el nicho perfecto para desarrollar todos los espectros posibles que nos brinda la zombimanía: desde los macarras, casposos y descerebrados de Z Nation (SyFy) y los más profundos y existenciales  de In the Flesh (BBC), hasta los más gore y cínicos de Dead Set (E4), pasando por el registro mainstream de The Walking Dead (AMC). Este mes, podemos agregar un nuevo miembro al club: iZombie (The CW), que vuelve a explotar el género de los no-muertos, pero esta vez desde una perspectiva más amable, dirigida a todos los públicos. En este caso, la protagonista es precisamente una zombi que trata de lidiar con su nueva «condición» comiendo sesos (cocinados de mil formas distintas) de la morgue y que, de paso, ayuda a la policía a resolver los casos en los que se vieron involucrados los fiambres que le han servido de aperitivo. Un producto demasiado light para los aficionados al género zombi más hardcore (el gore brilla por su ausencia) y totalmente naive (ojo  a mi dominio de lenguas extranjeras) para los seriéfilos más exigentes. Quizás encuentre su público entre los espectadores casuales que busquen un entretenimiento ligero, amantes del típico desarrollo de investigación policial con capítulos autoconclusivos, pero dispuestos a adentrarse, aunque sea poco a poco, en el mundillo de los devoracerebros.

Pero no todo iban a ser malas noticias: se ha terminado, por fin, la cuarta temporada de Girls (HBO), confirmando que para ella no iba a haber nada nuevo bajo el sol. La serie sigue naufragando sin saber hacia dónde se dirige; la inclusión de Elijah como personaje recurrente ha sido un fracaso y la trama de los padres de Hanna suena a giro desesperado para captar la atención de los televidentes, una vez que los personajes protagonistas de anteriores temporadas están totalmente quemados (Jessa y Adam sobre todo).

Toma el relevo como serie cansina y autoflagelante The Following (FOX) que, por tercer año consecutivo, regresa para seguir cayendo en barrena desde el tercer episodio de la primera temporada. Ha llovido mucho desde entonces, pero sigue en antena. No se esperaba ninguna mejora y ninguna mejora nos trae: todo suena a déjà vu constante y, como en esta serie no hay nada bueno que recordar… Pues eso, gran fiasco.

También vuelve Bates Motel (A&E), que por lo menos nos permite disfrutar, de nuevo, de la presencia de Vera Farmiga. Tampoco nos podemos hacer muchas ilusiones, porque no aporta mucho más: aunque la relación amor-odio entre Norma y Norman, con sus tira y afloja, resulta entretenida, no es suficiente para rellenar cuarenta minutos semanales. Así pues, se cubre metraje con la trama de Dylan, bastante aburrida y convencional, dando la sensación en todo momento de que cada historia va por libre y no tienen relación unas con otras.

Podría parecer que he empezado la primavera un poco negativo. Pues, bien, es cierto, así que voy a seguir dando estopa: otra serie que, por fin, he acabado (y no me lo ha puesto nada fácil) es How to Get Away with Murder (ABC), cuyo único mérito debe ser el tener uno de los títulos más largos de la historia de las series. Porque, mire por donde mire, no consigo verle nada que la saque de la más absoluta mediocridad: ni el recurso del flashforward, que ya fue utilizado con maestría por J. J. Abrams en Lost (ABC) hace bastante tiempo; ni los personajes que, además de ser totalmente planos  (los actores tampoco ponen mucho de su parte), tienen una evolución nula a lo largo de la serie (y mira que les pasan cosas); ni sus inverosímiles reacciones ante las no menos inverosímiles situaciones; ni, por supuesto, la inaudita nominación de Viola Davis como mejor actriz en los Globos de Oro. Que alguien me lo explique, por favor, porque solo tiene tres registros: cara de pena, modo mirada de mascota cuando quiere que la acaricien, cara de palo en plan «molo más que tú y te voy a machacar, entre otras cosas porque soy la protagonista de la serie y lo sé» y, por último, cara de regadera «voy a erradicar la sequía del mundo», cuando se pone a llorar, literalmente, a moco tendido. Aunque, en fin, he de reconocer que estos registros se multiplican por dos en función de si lleva puesta o no la peluca.

He intentado superar todo este mal rollo con una comedia, The Last Man on Earth (FOX), que partía de un concepto interesante: averiguar cuántas tonterías se les pueden ocurrir a unos guionistas que solo tienen un personaje cuyo escenario es el mundo entero. Lamentablemente, el interés no pasó del primer capítulo: el desarrollo de semejante idea consiste en una serie de gags sin gracia que a duras penas consiguen que sonrías un par de veces por capítulo.

Estaba escrito que este mes no iba a tener suerte con la elección de series, así que retomé una que tenía a medias, Togetherness (HBO), que teniendo el sello de semejante cadena no podía fallar (si exceptuamos Girls, True Blood… Bueno, dejemos el tema). Y aun así, batacazo. Una «comedia» (entre comillas porque tampoco te ríes) con personajes poco convencionales y situaciones algo surrealistas y que nos narra la crisis de un matrimonio de mediana edad, en la que irrumpen la hermana de ella y el mejor amigo de él, que pasaban por allí. Es ese tipo de serie que desprende un halo de sofisticación y hipsterismo que te hace pensar que no es que la serie sea mala, sino que el malo eres tú, que no logras comprender su complejidad. Y, efectivamente, debe ser así, porque ha recibido buenas críticas y ya la han renovado por una segunda temporada.

Finalmente, me vi obligado a refugiarme en el valor seguro de los superhéroes (soy consciente de que es un género minoritario) y de las miniseries (recordad la enseñanza del mes pasado: lo bueno, si breve…) y Marvel’s Agent Carter (ABC) reunía ambos  requisitos. Pensada para cubrir el parón de mitad de temporada de Marvel´s Agents of S. H. I. E. L. D. (ABC), la cadena ha creado una historia cerrada de ocho capítulos, protagonizada por Peggy Carter (la novia del Capitán América) justo después de su muerte. Aunque, lógicamente, la serie cae de lleno en el género de superhéroes, me atrevería a decir que podría gustarle a cualquiera que busque una buena serie de acción, aventura y espionaje: perfectamente ambientada en los años cuarenta, cuenta con unos personajes carismáticos y una historia muy entretenida y logra no recurrir en ningún momento a máscaras, capas o gallumbos sobre mallas. Nada, en fin, que nos haga pensar en superpoderes.

He de reconocer que, en el fondo, el mes no ha sido tan malo (es mi tendencia seriéfila al dramatismo la que me lleva a exagerar), porque disfruté como un enano con los últimos episodios de Banshee (Cinemax). A veces me pregunto lo que podría llegar a ser esta serie con un mínimo argumento porque, recurriendo al símil con los videojuegos, es como aquel Counter-Strike al que tanto nos viciamos cuando esto de internet estaba empezando a dar sus primeros pasos: disparos, explosiones, muertes y acción a raudales y sin importar el porqué.

Siendo justo, he de decir que también ha sido el mes en el que ha vuelto Ragnar Lothbrok (aunque habrá quien  tuviese más ganas de ver a Rollo y yo, he de confesarlo, echaba de menos a Lagertha). Vikings sigue creciendo a la par que su protagonista: cuanto mayores son los logros de Ragnar, mejor producción presenta la serie, con batallas mejor rodadas y escenarios más logrados. Además, el argumento cada vez mezcla de forma más acertada las intrigas palaciegas, propias de reyes y condes, y la violencia extrema que destilaban los vikingos en aquella época.

Y para despedirme, voy a hacerme eco de una serie española. ¿El ministerio del tiempo (TVE), que está pegando fuerte? No, eso sería muy fácil para el seriéfilo, así que lo dejamos para el próximo mes. En esta ocasión quiero sacar del baúl de los recuerdos ¿Qué fue de Jorge Sanz? (Canal+), que allá por el 2010 mezcló realidad y ficción para presentar un drama con toques de comedia en el que seguíamos el día a día de un Jorge Sanz caído en el olvido. Años más tarde (2014), con una idea similar, Ignatius Farray crearía la magnífica El fin de la comedia (Comedy Central), pero adaptándola a su perfil, volteando los términos de la serie para convertirla en una comedia con tintes dramáticos. Si la disfrutasteis, estoy seguro de que, a pesar del paso de los años, ¿Qué fue de Jorge Sanz? no os defraudará.

En fin. Recordad que, como dice el refrán: «cuando marzo mayea, mayo marcea». Así que espero que todas las buenas series que marzo se ha dejado en el tintero nos sean devueltas con creces en mayo, como muy tarde. Sin embargo, antes tendremos una cita seriéfila en abril. ¡No faltéis!

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