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Cine y TV

Ray Donovan: mucho más que un nombre

Empezamos con mal pie, tengo que reconocerlo, pero es que no había nada que alimentara mi optimismo. Fue como recibir una invitación de boda de un primo lejano austriaco cuya existencia desconocía y para la que toda la familia, menos yo, tenía preparada la excusa perfecta. Así que me encontré en un avión con destino Viena, diccionario de alemán en una mano, portatrajes en la otra, rumbo a un banquete en el que no conoces a nadie.

¿Perspectivas de pasarlo bien? Pocas, tirando a ninguna. Con Ray Donovan pasaba algo parecido: serie que arrancó en agosto, el mes de los estrenos más cutres por definición; de Showtime, cadena que ni fu, ni fa porque, digamos de una vez la verdad, los seriéfilos tenemos prejuicios. Todos los posibles y más. Si hubiese sido de HBO, de AMC o incluso de FX, la hubiésemos visto con los ojos cerrados aunque tratase sobre un campeonato de mus, pero… ¿Showtime? ¿Con quién han empatado estos? Tienen Homeland, que sí, está bien, pero la ve todo el mundo y le han dado ya demasiado bombo; Dexter, que vale, sí; Weeds, que a lo mejor; Californication, que tampoco es para tanto y poco más; y serie, sobre todo, con un nombre muy poco sugerente. Según los datos del «U.S. census bureau» del año 2000, Donovan figuraría en el puesto 799 de los apellidos estadounidenses más comunes con 46.431 portadores y el nombre, Raymond, estaría en el puesto 62, compartido por 779.843 almas. Si lo trasladásemos a España, según los datos del INE para el año 2014, la serie se llamaría Gabriel Rial. ¿Verías una serie que se llamase así? Yo tampoco.

Las perspectivas eran, por tanto, poco halagüeñas, pero teniendo en cuenta que era agosto, que no había ninguna serie de más empaque que empezar a ver y, ¡qué coño!, que me sentía yo un poco aventurero, me lancé a ver el primer episodio. Las sensaciones, para mi sorpresa, fueron muy buenas: el capítulo resultó entretenido, juguetón se podría decir, con personajes atractivos, montones de acción y lujo, mucho lujo. Y así ha seguido siendo hasta hoy.

Es curioso cómo se infravaloran las series de acción. Parece que las escenas adrenalíticas quitasen dignidad a una serie y yo por ahí no paso. Crecí con el cine de acción de los ochenta y me encanta. Es verdad que muchas producciones aprovechan la acción para enmascarar una carencia importante de guion y  puede que los directores se equivoquen cuidando más la forma de sus escenas espectaculares que el fondo de sus tramas insustanciales, pero cuando ambas se mezclan en su justa medida, nada impide que el resultado sea brutalmente bueno. Para muestra un botón: The Shield (FX), una de las mejores series de la historia y en la que participó el creador de Hijos de la Anarquía, Kurt Sutter, tiene en común con ella esa violencia sin complejos, a borbotones, y la constante huida hacia adelante que dirige la trama desde el capítulo uno y nunca ha sido reconocida como debiera. Mucho me temo que se debe a su etiqueta de serie de acción. Lo mismo ocurre con Ray Donovan: parece que la acción que predomina en todos y cada uno de los capítulos le resta credibilidad como serie madura, cuando estamos ante una obra más que notable.

Lo primero que llama la atención en la serie es el personaje principal, cómo no. Ray Donovan, interpretado por Liev Schreiber de forma muy solvente, es el clásico tipo duro de pocas palabras, seguro de sí mismo y que siempre parece tener todo bajo control. Casado y con dos hijos, la falta de comunicación que tan bien le funciona en el trabajo le traerá más de un problema con su mujer. Un acierto de la serie es ir más allá en la personalidad de su protagonista, trazando para él un trasfondo tortuoso que justifica una forma de actuar que se nos irá desvelando según avanza la serie y dará una profundidad cada vez mayor al personaje principal.

Casi todos los personajes secundarios importantes son parte de la familia de Ray. Por un lado tenemos a Abby y los niños. La mujer de Ray es la que presenta, en este caso, una evolución más interesante a lo largo de la historia, mientras que los hijos de la pareja son, seguramente, los personajes más desdibujados de toda la serie. Abby pasa progresivamente de confiar ciegamente en su marido, manteniéndose al margen de sus asuntos, a verse afectada por el carácter introvertido de un marido del que acabará desconfiando. Por otro lado tenemos a los hermanos de Ray, que permiten cambiar por completo el registro de la serie dejando a un lado las escenas luminosas de Calabasas (California) por los tonos más apagados de un destartalado gimnasio que en realidad es fiel reflejo de las personalidades quebradas de Terry —enfermo de Parkinson, orgulloso y bonachón— y Bunchy —un niño en el cuerpo de un hombre destrozado psicológicamente por los abusos que sufrió siendo un crío—. Finalmente, como nexo de unión entre ambos mundos, el auténtico as en la manga de la serie, Mickey, padre de Ray, interpretado magistralmente por John Voight. He de reconocer que al principio este personaje rechinaba: no encajaba y me parecía que estaba sobreactuado; que John Voight estaba pasado de vueltas. Sin embargo, resulta que, simplemente, Mickey es así y el problema es que estamos acostumbrados a personajes que son «complicados» pero en el fondo tienen su corazoncito para poder empatizar con ellos. Este no es el caso: Mickey es un vividor, jeta, aprovechado a la par que egoísta y solo actúa en su propio beneficio. El odio que Ray siente hacia él será el motor de toda la serie.

Puede que el sello distintivo que evita que Ray Donovan sea otra serie más de acción sea precisamente esa interacción entre dos mundos: ambos imperfectos, uno vacío y superficial, otro auténtico y deprimente. Mundos que Ray habita tratando de mantener un equilibrio que cada vez resultará más complicado.

Si logramos sobreponernos a las palizas y a los tiroteos, si no dejamos que las persecuciones nos distraigan y sabemos mirar detrás de las explosiones, podremos comprobar que esta serie trata de los sentimientos más grises: de la soledad, del rechazo y del fracaso, de la incomprensión y del desengaño. Y quizás sea esa la tristeza que refleja la mirada de Ray  cuando calla, porque él no es un tipo duro más: se hizo tipo duro para no llorar.

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