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Divulgación

El verdadero D’Artagnan

Dans laquelle il est établi que, malgré leurs noms en OS et en IS , les héros de l’histoire que nous allons avoir l’honneur de raconter à nos lecteurs n’ont rien de mythologique.

En el que se hace constar que, pese a sus nombres en «os» y en «is»,  los héroes de la historia que vamos a tener el honor de contar  a nuestros lectores  no tienen nada de mitológico.

Alejandro Dumas, Los tres mosqueteros

Alejandro Dumas empieza su folletín de aventuras haciendo un pretendidamente erudito comentario sobre la difícil investigación realizada y los libros consultados. Ya desde el principio, el gran fabulador mezcla con descaro la verdad con la mentira. Así, cita unas ficticias Memorias del conde de la Fere (el título, también ficticio, de Athos) y menciona unas Mémoires de M. D’Artagnan que realmente existieron, aunque su fidelidad a la realidad sea, también, dudosa[1].

Lo primero que podemos afirmar, sin temor a equivocarnos, es que D’Artagnan, mosquetero del rey, existió o, al menos, que existió un personaje con ese nombre que sirvió de inspiración para su homónimo ficticio. Con el nombre completo de Charles Ogier de Batz de Castelmore, aunque más tarde prefirió utilizar el más aristocrático apellido materno, Montesquieu D’Artagnan nació en torno a 1610-1613 en el Béarn o en Gascuña[2], con unos años de diferencia con su homólogo literario (nacido en 1607 y con los 18 cumplidos en 1625, cuando se abre la novela).

Como su homólogo literario, marchó a París, en su caso en torno a 1630, buscando alistarse en algún regimiento de prestigio, posiblemente en los Guardias Franceses, creado en 1560, o los más recientes Mosqueteros del Rey, cuerpo creado tan solo en 1622 y mucho más exclusivo. Quizás contaba con la influencia de otro gascón conocido de sus parientes, Jean-Armand du Peyrer, Comte de Troisville (el Treville de Dumas), que no llegaría a comandar el cuerpo hasta 1643 pero ya era teniente en aquellos años.

¿Se encontró allí con tres mosqueteros veteranos y les retó a duelo en el mismo día tras ofenderles, accidentalmente, en cadena? Parece que no. Incluso Dumas llegó a decir que Athos, Porthos y Aramis eran figuras, bastardos literalmente, de su imaginación. Y, sin embargo, sus nombres parecen provenir de mosqueteros reales, más o menos contemporáneos, mencionados por Courtilz; todos ellos, además, parientes del mismo de Treville y, según parece, temibles espadachines. Existieron, pues, un Armand de Sillègue d’Athos d’Autevielle (c.1615-1643), un Isaac de Porthau o Portau (1617-1712, aunque se retiró de los mosqueteros en 1654) y un Henri d’Aramitz (c.1620-1655 ó 1764, aunque también se retiró en torno a 1651). Pero, si coincidieron con D’Artagnan en los mismos lugares de París, lo hicieron brevemente y sus biografías apenas guardan similitudes con sus homólogos literarios, aunque es cierto que puede que Athos fuera un noble, que Porthau se retirara para convertirse en gobernador (aunque no en barón) y que Aramitz, aunque de familia con pasado protestante, tenía vínculos con la Iglesia. Como ya hemos dicho, el Porthos y el Aramitz reales vivieron para contar su vida como mosqueteros, mientras que Athos murió posiblemente en un duelo, siendo enterrado en el Pré-Aux-Clercs, famoso por estos encuentros.

Algunos quieren creer, no obstante, que sí hay algo de verdad en el enfrentamiento a espada contra los hombres del cardenal y que Treville convocó a sus parientes (en torno a 1640), como famosos espadachines, para defender el honor del cuerpo frente a los hombres de Richielieu. También que el joven D’Artagnan fue como añadido de última hora a dicho combate.

El papel de Constance Bonnacieux parece haberlo construido Dumas también sobre un personaje mencionado por su predecesor, y lo cierto es que las Memorias están llenas de aventuras y desventuras galantes, con un toque picante en algunos casos, que el autor de Los tres mosqueteros prefiere ignorar y de las que no podemos asegurar ninguna realidad.

¿Y qué podemos decir de los villanos? Nada podemos añadir a la historicidad del Cardenal Richelieu[3], pero ¿qué hay de los secundarios Rochefort y Milady? Aparentemente, Dumas tomó el nombre de Conde de Rochefort de otra supuestas memorias escritas por Courtilz, aunque en este caso sin paralelo histórico con ningún personaje real conocido, ni con los históricos condes de Rochefort. Respecto a Milady, se ha señalado un paralelismo histórico con la duquesa de Carlisle, Lucy Hay (1599-1690), que es mencionada en las memorias de François de La Rochefoucauld como autora del robo de los diamantes al duque de Buckingham y de la que, en la novela, es responsable la exesposa de Athos. Y, por supuesto, no sabemos que Lucy Hay (o Percy por su nombre de soltera) tuviera ningún contacto con el soldado francés en aquellos años. Pero, igualmente, el asunto de la marca de la flor de lis parece tomado de otro personaje de las ya mencionadas memorias del falso Rochefort.

No sabemos mucho sobre esos primeros años de D’Artagnan en la capital. Incluso hay dudas sobre en qué regimiento, en qué batallas y en qué periodo de tiempo sirvió exactamente, aunque se afirma su desempeño glorioso en diversos encuentros. En 1646, en cualquier caso, cuando se disuelve temporalmente el cuerpo de mosqueteros del rey, sabemos que estaba ya al servicio del cardenal Mazarino, primer ministro de la reina regente Ana de Austria[4]. Junto a él, aparece otro (¿cuántos van?) gascón, François de Montlezun, señor de Besmaux (1609-1697) que terminaría siendo gobernador de la Bastilla y que, quizás, fuera el informador de Courtilz sobre algunos detalles de la vida de nuestro protagonista.

Entre los conflictos conocidos como la Fronda (1648-1653) y la paralela intervención francesa en la Guerra de los Treinta Años, D’Artagnan aparece señalado, durante los años siguientes, como correo entre el cardenal y la corte o como emisario de Richelieu. Por ejemplo, tras la batalla de Rethel (mientras el cardenal estaba inmovilizado por un ataque de gota), fue nuestro hombre quien acudió en su nombre a felicitar al victorioso general realista, César du Plessis-Praslin. Incluso partió con él durante su exilio de 1651, cuando los rebeldes parecían al borde del triunfo.

En el año 1652 el cardenal le recompensó finalmente con un puesto de teniente en un regimiento de los Guardias Reales; era un buen puesto en un regimiento respetable, pero parece que no fue buen recibido por las tropas que, al parecer, tenían su propio favorito para ese puesto, un tal alférez Cartgrès. Las cosas empeoraron aún más cuando Cartgrès murió en acción en mayo de ese año, en la batalla de Etampes. En 1655, sin embargo, se le ofrecía la oportunidad de comprar, tal era el método habitual, un cargo mejor, el de capitán de su propia compañía. Vendió su cargo anterior de teniente y se vio obligado a pedir dinero (4000 libras) a Jean-Baptiste Colbert (1619-1683), un ambicioso ministro que se convertiría más tarde en uno de los hombres más poderosos de Francia.

En 1658 un nuevo cambio de destino le devolvió al regimiento de los Mosqueteros del Rey, que acababa de ser restaurado, con el cargo de teniente. Esto, aunque puede parecer un retroceso, en realidad significaba un puesto de prestigio y la práctica dirección del cuerpo, ya que los rangos superiores eran ocupados por personajes de la corte (incluido un sobrino de Mazarino), que no tenían interés ni en el ejército ni en el regimiento.

Es posible que en 1659 el ya veterano D’Artagnan, jefe efectivo del cuerpo ocupado de la seguridad del monarca, estuviera presente en la delegación que viajó a la Isla de los Faisanes para firmar el Tratado de los Pirineos que terminaba la guerra contra España; al menos es lo que aprovecha como excusa Arturo Pérez-Reverte para hacer cruzar la espada del gascón con la su propio héroe de capa y espada, Diego Alatriste.

Ese mismo año contrajo matrimonio con Anne-Charlotte Chrestienne de Chanlecy (1624-1683), una viuda de treinta y cinco años con propiedades y un apellido noble. Pero en pocos años y tras el nacimiento de dos hijos en 1660 y 1661, el matrimonio empezó a vivir separado: él de vuelta en París (o donde le llevaran sus misiones) y ella en sus posesiones rurales. En 1665, la esposa incluso llegó a solicitar una separación de bienes, lo que quizás nos permita señalar el destino que su esposo estaba dando a los bienes de su familia.

La muerte de Mazarino plantea un problema nuevo de sucesión y provoca una disputa entre el ya mencionado Colbert y Nicolas Fouquet (1615-1680), el superintendente de finanzas del reino, que se había enriquecido increíblemente durante la administración del cardenal. En dicho pleito, D’Artagnan y los mosqueteros también jugarán un papel.

Cuando la sucesión en el poder finalmente se decanta del lado de Colbert, en 1661, Fouquet es acusado de traición y malversación de fondos (un cargo sin duda cierto, pero bastante hipócrita teniendo en cuenta el comportamiento de Mazarino o del mismo Colbert). A D’Artagnan se le encomienda entonces la delicada labor de su detención, que debe realizarse antes de que el ministro tenga tiempo de huir o contactar con sus aliados. También es su labor servir como su carcelero y, finalmente, conducirlo en 1664, tras un largo y escandaloso juicio, hasta la fortaleza-prisión de Pignerol (acutalmente Pinerolo, en Italia), donde el antiguo aspirante a primer ministro pasará el resto de sus días.

Entre los muros de Pignerol, el destino de Fouquet se cruzará con otro de los elementos más misteriosos de la época, el destino e identidad del prisionero conocido como el Hombre de la Máscara de Hierro. Este personaje, cuya identidad real es aún motivo de disputa[5], fue mantenido en prisión, prácticamente incomunicado, durante casi treinta años (entre 1669 y 1703) y, de forma melodramática, se mantuvo su rostro cubierto con una máscara. Sabemos la solución que da Dumas a este misterio: se trataría de un gemelo idéntico del rey; una respuesta que parece de las menos probables pero, sin duda, resulta adecuadamente folletinesca.

Mientras tanto, nuestro D’Artagnan recibe el puesto de gobernador de Lille en 1667, pero su labor es poco brillante y está llena de disputas con los ingenieros reales destinados a la fortificación de la ciudad y la gente de la villa. Casi parece que recibió con alegría la declaración de guerra contra los Países Bajos en 1672, momento en el que volvió a ponerse al mando de su regimiento para partir al frente, dejando atrás su puesto como gobernador y una familia, esposa e hijos, a los que apenas había visto en años.

El antiguo espadachín, que debía superar ya los 60 años, cayó finalmente muerto de un disparo, en el cuello o en la cabeza, asaltando las murallas de Maastrich, el 25 de Junio de 1673. El D’Artagnan de Dumas, algo más afortunado, recibe antes de morir la noticia de que va a recibir el rango de Mariscal de Francia. Así, ambos, separados durante años, vuelven a cruzarse de nuevo, muriendo en el mismo lugar; el personaje real y su reflejo acaban en el mismo lugar, después de vivir dos vidas diferentes. Quizás por eso nunca ha podido encontrarse la tumba del D’Artagnan real, arrastrado al mundo de la ficción para siempre…


[1]Escritas, entre otras muchas memorias espurias, por Gatien de Courtilz de Sandras, personaje muy curioso en si mismo, que nunca conoció a D’Artagnan, publicada en 1700 (27 años después de la muerte del personaje)

[2]Existe cierta confusión sobre este punto y ambas provincias, adyacentes en el sur de Francia, se dan como su lugar de nacimiento, Dumas califica a su héroe constantemente como gascón, pero ya de Courtilz le llama indistintamente “pobre gascón” y  “caballero bearnés”.

[3]Armand Jean du Plessis, duque de Richelieu (1585-1642) fue una de las figuras más influyentes del siglo y, posiblemente, el principal artífice de la ascendencia francesa en el siglo XVII como ministro plenipotenciario de Luis XIII desde 1624 hasta su muerte.

[4]El rey Luis XIII había muerto en 1642, dejando como heredero a un delfín de tan solo cuatro años, el futuro Luis XIV.

[5]Aunque una opinión bastante generalizado hoy día es identificarlo con un tal Eustache Dauguer o Danger, implicado en diversos escándalos de la corte y la nobleza (como el infame Asunto de los Venenos), a lo largo de los años se han propuesto las más variadas ideas de su identidad incluyendo  los mismos Fouquet e ,¡incluso!, D’Artagnan (después de haber sido dados por muertos públicamente, claro).

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