Elvis y Nixon: La extraña pareja
Cuando alguien dice eso de que la realidad supera la ficción, cabe preguntarse si lo cree de verdad o es una simple frase hecha; recordemos que la ficción es muy amiga de casualidades increíbles, sucesos improbables y auténticos delirios. Claro que luego te encuentras una foto en la que Elvis Presley le da la mano, tan ufano, al mismísimo Richard Nixon y te quedas con los ojos como platos y preguntándote si hay gato encerrado. Pero no, no lo hay.
Que Elvis Presley era un tipo especial es algo que ya debería saber todo el mundo. Un hombre de contrastes: el primero en reconocer abiertamente que la música rock era negra mientras era acusado de racista, capaz de salir a actuar en un casino armado con una derringer y una .45 por las amenazas de muerte recibidas y un firme enemigo de las drogas que acabó destrozado por las que le recetaron los médicos.
Su antagonismo para con lo que llamaba la cultura de las drogas fue lo que llevó a su surrealista encuentro con Tricky Dicky. Al parecer, tras una discusión con su mujer (una muy joven Priscila Presley) y su padre acerca de sus gastos, algo debió de cambiar en su cerebro. Primero se fue a Washington y se registró bajo un alias en el Washington Hotel, luego cambió de idea y se fue a Los Ángeles a buscar a su amigo Jerry Schilling. No es fácil saber en qué momento decidió que el objetivo de esta extraña aventura era conseguir que le nombraran agente plenipotenciario (Agent at Large en inglés), un cargo que no existía ni existe, de la Agencia Federal de Narcóticos y Drogas Peligrosas, la antepasada de la actual DEA.
Para conseguirlo, escribió una larga carta en el avión, destinada a Richard Nixon. Un texto tan extraño que parece inventado y en el que declara que los elementos subversivos no le consideran su enemigo y cree que podría ayudar al gobierno desde su posición. Esos enemigos eran, entre otros, la cultura de las drogas, los elementos hippies o los Panteras Negras. Tampoco dudó en decir que había estudiado las consecuencias de los problemas con las drogas y las tácticas de lavado mental de los comunistas. Poca cosa.
La carta fue entregada personalmente en la Casa Blanca por Elvis a primera hora del 21 de diciembre de 1971 y ese mismo día fue recibido por el presidente. Durante la espera, Elvis decidió no estarse parado y trató de conseguir que la placa le fuese concedida directamente por el director de la agencia, John Finlator. Este no estaba por la labor de convertir al Rey del Rock en un agente federal, como todos podríamos suponer.
Pero Richard Nixon era otra historia, a tenor de lo sucedido durante la reunión. Todo parece indicar que en principio no se trataba para el presidente de nada más que una reunión publicitaria, un intento de lavar su imagen y acercarle a la juventud. Pero es fácil ver que algo salió mal, dado que no se supo nada al respecto hasta que un año después todo fue publicado por el periodista Jack Anderson. Elvis quería mantener su nueva posición como agente federal en secreto, claro está.
Hasta donde sabemos, la reunión mostró una sorprendente cercanía entre los dos interlocutores, hasta el punto de que Elvis acabó consiguiendo todo aquello que había ido a buscar. Las notas del ayudante de Nixon, Egil Bud Krogh, nos dicen que ambos hablaron acerca de cómo los Beatles estaban acabando con la juventud americana, la terrible influencia de las drogas y el sentimiento antiamericano. La conexión debió de ser absoluta.
Tras conseguir que sus acompañantes, Schilling y su guardaespaldas Sonny West, también conocieran al presidente, Elvis terminó por recibir su flamante placa y pudo volverse a casa convertido en un agente federal plenipotenciario. Poco le debió importar que el título no existiese cuando fue invitado a conocer las dependencias del FBI poco después o llegó a recibir una carta del mismísimo J. Edgar Hoover agradeciéndole su intención de ayudar a la ley.
Las fotos del encuentro entre ambos hombres, el Rey del Rock y el Presidente de los Estados Unidos, se han convertido en las más solicitadas a los Archivos Nacionales estadounidenses. Es algo normal, porque todo tiene el toque de la extrañeza, parecen sacadas de un universo alternativo o ser fruto de un retoque digital que haría palidecer los realizados en Forrest Gump.
¿Realmente quería Elvis Presley convertirse en un agente doble contra los elementos antiamericanos de la cultura popular? Es difícil saberlo: su exmujer dijo que lo único que quería era la placa y que estaba convencido que con su ayuda podría viajar llevando todas sus armas consigo y cualquier cantidad de drogas que quisiera. Es imposible saber qué se pasaba realmente por la cabeza de Elvis cuando decidió embarcarse en la loca empresa de reunirse con Richard Nixon. Lo único cierto es que el encuentro tuvo lugar y que ambos hombres, tan diferentes en apariencia, tuvieron más en común de lo que creeríamos posible.
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