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Inari, rincón de luz

En momentos en que el mundo está oscuro, infectado de conflictos despiadados, amenazas ecológicas y desastres sanitarios, uno busca desesperadamente algo de luz. A 300 km al norte del círculo polar ártico se encuentra Inari, un pueblo modesto y deslumbrante a la vez. Allí habita esa luz. Pero no solo porque su cielo en invierno se transforma en una majestuosa sala de cine que proyecta auroras boreales, sino por su cultura, su aire y su agua. Este pueblo de solo quinientos habitantes se encuentra en la región de Laponia, que se extiende al norte de cuatro países: Finlandia, Suecia, Noruega y Rusia. Desde la ciudad de Ivalo, que tiene aeropuerto, se llega en auto en poco tiempo, salvo que uno tenga la suerte de que el trayecto sea interrumpido, no por un atasco del tráfico, sino por la presencia de renos en medio de la carretera. El pequeño percance es un detalle encantador para quienes hemos visto estos animales solo en películas protagonizadas por Santa Claus.

Excelencia nórdica

Una joven que trabaja en el Restaurante Aurora (deliciosa comida, encantador comedor con vista al lago) ha terminado la escuela secundaria hace algunos años, pero la recuerda como una gran experiencia. Incluso antes de que hagamos la típica pregunta, ella introduce un matiz sobre la educación finlandesa, conocida por ser una de las mejores del mundo. «Suele decirse que nunca nos dan tarea para el hogar; sí nos dan, pero en una cantidad que nos permite mucho tiempo libre para desarrollar nuestros pasatiempos». Esto no es un detalle menor, si comparamos por ejemplo con la educación alemana, que elimina de cuajo el tiempo libre de los estudiantes, sobrecargándolos con  horas de tarea para el hogar al punto de generar un porcentaje alarmante de jóvenes con trastornos depresivos o de ansiedad. Un maestro finlandés de matemática que ha sido interrogado acerca de su objetivo principal, contesta: «quiero enseñarles a mis alumnos a ser felices, a potenciar sus propias habilidades». Aunque en la realidad pueda suceder que no todos llegan a palpar la prometida felicidad, está claro que los resultados académicos son altísimos y que se ha ido construyendo un sistema socio-político inclusivo y eficiente, basado en la confianza y en la libertad. Estudiar en Inari tiene un plus: un entorno majestuoso en donde la maestra es también la propia naturaleza.

Hablamos con otra mujer, de madre finlandesa y padre francés, que trabaja en la recepción del Hotel Inari. «Vivir aquí es un sí o un no, no hay punto intermedio. Están quienes se crían aquí, cuando crecen se van, prueban la vida en la ciudad y no vuelven. Están los jóvenes cuyos abuelos o padres son Sámi, conocen la cultura de la crianza de renos, les gusta y se quedan, no tienen ningún interés por la vida urbana. Pero también están quienes se han ido y cuando sus hijos ya están establecidos y son autónomos, regresan a la paz de Inari». Agrega que hay mucha gente que viene de otros países o regiones de Finlandia a Inari por su naturaleza y… ¿Y el frío extremo?, preguntamos, tiritando. «Es parte del atractivo», contesta, con el aval de lo que vemos a través de la ventana, una postal de inagotable belleza blanca.

Cultura autóctona

En la Laponia finlandesa habitan los Sámi, uno de los pocos pueblos indígenas en Europa que aún conservan su cultura. Se dedican a la cría de renos, actividad que realizan bajo los estrictos principios de la ganadería ecológica: calidad de vida para los animales y aprovechamiento sin desechos. Utilizan su carne para la alimentación, el cuero y las pieles para fabricar zapatos y ropa, y con las astas y los huesos fabrican herramientas y objetos decorativos. También son hábiles pescadores y notables artesanos. Los Sámi preservan sus ancestrales tradiciones incluyendo, con tino, adelantos tecnológicos que les facilita la vida. A modo de ejemplo: varios renos en cada manada llevan un dispositivo GPS que permite a los pastores controlar su ubicación y bienestar.

Una manera de conocer este pueblo es visitar Siida, museo dedicado a los Sámi finlandeses, y el Parlamento Sámi en Sajos, su Centro de Cultura y Administración. Otra manera es hablar con ellos. En breve uno advierte el contraste: su conexión fluida con la fauna y la flora y su comunicación difícil con sus coterráneos. Es que, si bien la legislación otorga a las lenguas Sámi un estatus relativamente bueno, existen muchos problemas. Los derechos de los Sámi son un tema espinoso. La llamada Comisión de la Verdad y la Reconciliación fue creada para evaluar la discriminación histórica a la que han sido sometidos y para que el Estado finlandés pueda «asumir la responsabilidad de sus actos». La Comisión entregará su informe en noviembre de 2023.

El Siida (o «distrito de pastoreo de renos») ofrece una panorámica de la cultura Sámi, la naturaleza ártica y algo de historia (pocos saben, por ejemplo, que Finlandia sufrió la funesta agresión rusa mucho antes que Ucrania). El espacio del museo es compacto pero su contenido es muy interesante y está presentado con atractivo audiovisual. Siida es también sede de eventos culturales como el Festival de Cine de los Pueblos Indígenas, que tiene lugar en una sala al aire libre tallada en hielo.

Sol Benjamin

Gastronomía

Desde siempre, la cultura alimentaria finlandesa se ha basado en sobrevivir a las duras condiciones del clima. Las estaciones de crecimiento están dictadas por el frío, lo que significa que muchos productos locales sólo están disponibles durante un tiempo limitado. Significa también que esta dieta asume el principio ecológico clave de consumir, en forma prioritaria, productos locales según las estaciones naturales de su cosecha. La cocina finlandesa se basa en ingredientes naturales recogidos directamente de las aguas, los campos y los bosques, por lo cual abundan los platos de caza y pesca: cordero, reno, alce, pescados y productos del mar que se combinan con frutas del bosque, verduras y una variedad infinitas de setas.

Finlandia es también sinónimo de carne de reno, más allá de algún recelo navideño que pudiese sentir el comensal por la reacción afectiva que suele provocar este mamífero. Según reconoció la EU Protected Designation of Origin (Denominación de Origen), la carne de reno es una de las más saludables por la poderosa razón de que estos animales euroasiáticos solo comen alimentos naturales. Su dieta esta compuesta por alrededor de trescientas variedades de plantas, bayas y setas; tiene un alto contenido en vitamina B-12, omega 3 y omega 6. Servida con puré de patatas y salsa de arándanos, es un manjar local imperdible. Otro manjar, el estofado de Carelia, ha sido votado como la comida nacional de Finlandia, pero ese nombre es mucho más que un guiso. Carelia es una región del sureste finlandés que supo ser de Finlandia pero sufrió un mordisco de voracidad rusa durante la Segunda Guerra Mundial. «Dime lo que comes y te diré quien eres», dice un refrán. Los finlandeses comen los frutos de la tierra y las aguas que protegen y respetan. Los mencionados comensales en Finlandia, ahora masticando en Ucrania, poseen un territorio inmenso pero siguen comiendo tierra, siempre voraces por más.

Perro que ladra no miente

Visitar una criadero de huskys no es simplemente (o solamente) un evento turístico, sino un ejemplo de convivencia respetuosa y afectiva entre animales y seres humanos en un entorno natural.

Estos perros no muerden, son sociables e inteligentes. La llegada de su criador despierta una ensordecedora comparsa de ladridos que no se detiene ni siquiera cuando son liberados de sus jaulas para que correteen un rato y saluden a sus visitantes (antes irán a visitar a sus novias, ubicadas en otras jaulas, y lo bien que hacen). Tampoco mienten cuando expresan en el idioma de los cánidos  que les gusta mucho la visita. Tom F. trabaja «hace cuatro inviernos» en la granja de huskys de Visit Inari, una de las primeras de la zona, que cuenta con ciento seis perros, la mayoría adolescentes en pleno proceso de entrenamiento. Tom habla tres idiomas, es herrero de profesión y tiene un oportuno sentido del humor. A solo cincuenta kilómetros de la frontera este con Rusia, comparte algunos datos de su vida diaria en el trabajo. «Cada perro tiene su nombre, hay varios enamorados, uno sabe de entrada cual de ellos podrá ser líder de la manada porque nacen con capacidad de liderazgo. Yo me dirijo a ellos según cómo se comporten; si estoy muy enojado y quiero intimidarlos, les grito en ruso». Reímos, pero hay una niña entre los visitantes que parece decepcionada por encontrar a los animales enjaulados. Tom está acostumbrado a esa mirada. «Sí, están encerrados, pero toda su vida harán lo que más les gusta: correr. ¿Estarían acaso mejor encerrados en Madrid en un piso con aire acondicionado?». Ahora nadie ríe, porque todos hemos visto alguna vez un ejemplar de estos animales que aman el frío, paseando bajo un calor agobiante con su dueño en camiseta.

Ana Valentina Benjamin

Tesoros del Norte

Uno de los tesoros de Inari emerge del grifo. El sabor del agua es un elixir, no se parece en nada a lo que hemos estado bebiendo toda la vida. Es fácil encontrar la fuente científica de lo que siente el paladar: estudios de la Organización Mundial de la Salud, UNICEF y la UNESCO confirman que Finlandia tiene el agua más pura del mundo. El país de los mil lagos ha desarrollado toda una cultura alrededor de este recurso. Pesca, sauna, deportes acuáticos, desde los más usuales hasta la inconcebible natación en aguas heladas. Otro tesoro finlandés es invisible y gratuito: el aire. Además de las mediciones científicas, son los propios pulmones los que sienten una especie de fiesta en cada bocanada de aire que reciben.

El lago Inari, ubicado a más de cien metros sobre el nivel del mar, tiene más de tres mil islas deshabitadas, solo habitadas por obras de arte naturales y seitas, lugares sagrados donde el pueblo Sámi solía hacer ofrendas a los espíritus. En algunas de estas islas, la Comisión Forestal ha construido cabañas e instalado chimeneas al aire libre de uso gratuito. La naturaleza es generosa con los finlandeses y los finlandeses son generosos con sus visitantes.

Una lección de humanidad

La mejor ubicación para ver el espectáculo de las auroras boreales es «al borde del lago, porque entonces uno ve las luces reflejadas en el agua y el fenómeno es muy hermoso», comenta Pekka, un guía que habla con entusiasmo de la naturaleza que lo rodea. Busca en el cielo las inmensas auroras que anhela enseñar a los turistas tanto como se detiene en el bosque si se topa con un pequeño fruto comestible o una huella que merece una anécdota. Muestra las fotos que él mismo ha sacado de las auroras con orgullo, como si fuesen sus propios hijos. Aunque hace muchos años que vive en la zona, se mueve entre el hielo y los árboles con curiosidad; quizá porque sabe que la naturaleza siempre sorprende… cuando la dejan vivir. Si hubiera más lugares como Inari y más gente como Pekka, probablemente el planeta no estaría en peligro como lo está hoy, sino que estaría en muy buenas manos, con su riqueza expandida, sus recursos intactos y su belleza en pleno apogeo. En definitiva, habría muchos más rincones de luz.

Ana Valentina Benjamin
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