«Ciudad de jade», de Fonda Lee: por qué (a veces) hay que leer series literarias
Debo empezar reconociendo que, personalmente, las largas series literarias no me suelen llamar la atención. En general, siendo sincero, si alguien me dice que necesita siete libros para contar su historia me da la impresión de que lo que tiene que hacer es contar otra cosa. Qué le vamos a hacer, cada uno tiene sus manías. Sin embargo, a veces caigo y pruebo alguna serie literaria. El motivo, casi siempre, es puramente aleatorio.
En el caso de Ciudad de Jade creo que todo empezó por la portada. Por ese color verde tan llamativo. Es una portada que destaca entre los otros libros de la sección fantasía, normalmente tan de negro; te ves obligado a echarle un ojo. Y claro, ahí te dicen que «es como El padrino pero mezclado con magia y kung-fu»… En mi caso, quizá fallaron el tiro con El padrino, película que me encanta pero no me hace comprar libros; no obstante, con lo segundo me dieron de lleno. Además, el libro incluía un mapa de la ciudad. Y los mapas siempre son el bien en los libros de fantasía. Así que… bueno, acabé cayendo.
El resultado fue que pude entrar en un mundo de fantasía contemporánea que me atrapó desde la primera página y no me soltó hasta la última. Llegué a una ciudad que podría ser Hong Kong, Singapur o un trasunto de Taiwán o Corea del Sur. Una ciudad que, en cualquier caso, está en medio de un mundo que podría ser el nuestro, pero que no lo es, con extraños nombres de lejanas naciones que identificamos con Japón, China, puede que también con la URSS y, sin duda, con Estados Unidos. Sin embargo, todo eso queda eclipsado por esa urbe viva que es Yanlún, por esos barrios en los que se pelean las bandas criminales que son una mezcla de yakuza y tríadas, pero con poderes increíbles extraídos del jade. Todo eclipsado por esa academia de magia, por los traficantes de drogas extrañas…
Transportados a ese mundo que no puede existir, nos vemos sumidos en una trama que resulta de la mezcla delirante de la fantasía urbana (con rastros de novela para jóvenes adultos), un thriller mafioso, algo de novela de artes marciales y una buena carga de política de altos vuelos. Los personajes son tridimensionales: jefes mafiosos atrapados por sus obligaciones, mujeres que vuelven para reconstruir sus vidas, jóvenes perdidos… Todos ellos reaccionando a situaciones que se escapan a su control y tratando de tomar el control de sus vidas.
Y, mientras lo leemos, vemos a nuestros actores fetiche paseándose por nuestra mente. Chow Yun-Fat existe en mi Yanlún y, por eso, quiero saber más de ese lugar. Es una ciudad en la que el Tequila de Hervidero puede darse la mano con el Oh Dae-su de Oldboy mientras el Murakawa de Sonatine los vigila desde la esquina. En ese sentido, podríamos caer en la crítica fácil y decir que la novela parece pensada para ser llevada a la pantalla; que su literatura es demasiado ligera, muy visual y superficial. Nos equivocaríamos, porque si algo consigue Fonda Lee es conectar con nuestro acervo cultural sin abandonar la naturaleza literaria del texto.
Lo único malo de Ciudad de Jade es que, desde que uno lo lee, se queda con ganas de más. La segunda parte está anunciada por Insólita Editorial, pero aún no ha salido y ya llevamos demasiado tiempo esperando. Pensándolo mejor, puede que también sea por eso por lo que no me gustan las sagas literarias. Porque si son buenas tienes que esperar hasta la siguiente entrega. Y no, esperar no me gusta.
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