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Arte y Letras

‘Hellraiser’ (I): la literatura de terror de Clive Barker. De ‘El corazón condenado’ a ‘The Scarlet Gospels’

El terror es uno de los géneros más importantes de nuestros tiempos. Lenta pero inexorablemente se ha ido convirtiendo en un producto casi imparable de éxito de público e incluso, aunque en menor medida, de crítica. Pero si tenemos que destacar un aspecto de su trascendencia ese sería el de haber logrado encontrar el Santo Grial de la industria cultural contemporánea: la fidelización del público mediante la creación de propiedades intelectuales. En otras palabras: el género ha sabido vender larguísimas sagas de historias que comparten algún elemento común, creando sus propias franquicias.

Este fenómeno destaca sobre todo en el terreno cinematográfico, en el que los villanos a menudo se convierten en el hilo conductor de unas entregas que suelen ir alejándose progresivamente de su origen. En la literatura, en cambio, la figura a seguir solía ser la del autor y no la de sus personajes. Veías las películas en las que salía Freddy Krueger, pero leías los libros que escribía Stephen King. Por supuesto, no siempre tiene que ser así: existen muchos autores que han conseguido que sus sagas los superen en importancia, sobre todo en las inestables fronteras entre el terror y la novela para adolescentes.

Entre los autores que han conseguido que su nombre se convierta en una referencia ineludible para los lectores, destaca por méritos propios el de Clive Barker. Figura básica para entender las relaciones y diferencias entre los mundos de la pantalla y la página.

Books of Blood 1-3

La vida frente a la página en blanco

Se podría hablar mucho del terror en los tiempos recientes. Desde luego, la trascendencia de los modelos cinematográficos es indudable, especialmente en los años setenta. Pero, por esta vez, vamos a fijarnos en la vertiente escrita; ya habrá tiempo para detenerse en la cinematográfica en el futuro.

Los años setenta nacieron para nuestro género marcados por El exorcista (The Exorcist) de William Peter Blatty. De nuevo, la influencia de la gran pantalla a la hora de llevar la novela al gran público es indudable, pero no lo es menos que la obra escrita ya sirvió por sí misma para establecer unas claras coordenadas. En realidad, uno podría decir que iba a rebufo de obras anteriores como El bebé de Rosemary (Rosemary’s Baby, La semilla del diablo en su traducción cinematográfica), pero eso no quita importancia a su capacidad para introducir los exorcismos católicos en nuestro imaginario colectivo del horror.

Carrie CoverNo menos importancia tuvo la irrupción a finales de la década de Anne Rice, de la mano de sus vampiros con sentimientos. También tuvieron oportunidad de alcanzar la fama autores como Whitley Streiber, James Herbert, Peter Straub, Graham Masterson o un todavía principiante Dean Koontz, que se ocultaba bajo una miríada de pseudónimos. Todos ellos construyeron un panorama del terror que necesitaba de la llegada de un catalizador que los llevara a la fama y pudiera convertir al género en un superventas. Esa persona era un joven escritor procedente del estado de Maine que respondía al nombre de Stephen King. Su sombra se sigue proyectando sobre toda obra posterior y a él le debemos la fijación de nuestra idea de qué debe ser una novela de terror. Recuperador de Lovecraft, soberbio ensayista y estrella literaria, Stephen King era la figura destinada a gobernar el terror durante décadas.

Y durante los primeros años ochenta nada parecía indicar que eso fuera a cambiar. Aparecían nuevos autores como F. Paul Wilson o Robert R. McCammon, Thomas Harris conseguía que los psicópatas fueran la nueva moda del terror más cercano al thriller… pero, a pesar de ello, todo el género parecía congelado en un momento anterior, sin avanzar desde que King había conseguido convertirse en una casi monolítica e incontestable imagen del éxito. Sin embargo, los aficionados seguían buscando nuevo material y nuevas ideas, en una muestra de un inconformismo cada vez más ausente entre los seguidores del género. La respuesta a sus plegarias por un nuevo guía en la oscuridad no serían respondidas finalmente por Alan Moore en las páginas de La cosa del pantano (a pesar de que bien merecía ser la nueva piedra de toque del terror contemporáneo), por las múltiples novelas vampíricas que inundaban las estanterías de las librerías, ni, afortunadamente, por delirantes sagas como Las crónicas necrománticas de Brian Lumley. La voz que surgió de la oscuridad fue la de un dramaturgo afincado en Londres, pero nacido en Liverpool. Había llegado la hora de Clive Barker.

Books of Blood Vol 1En 1984, cuando contaba con treinta dos años, consiguió iniciar la publicación de sus seminales Libros de sangre (Books of Blood), una colección de seis volúmenes de relatos de terror y fantásticos. La fama no le esperó y mientras el mismísimo Stephen King le encumbraba como el futuro del terror, la comunidad literaria le regalaba el British Fantasy Award y el World Fantasy Award. Los parabienes eran merecidos para una de las obras más importantes del terror contemporáneo, capaz de situar por sí sola a Clive Barker como uno de los autores claves de la historia del género.

Libros de sangre, como ya hemos comentado, es una antología en la que tiene cabida casi todo el espectro del terror concebido hasta los años ochenta. En su variedad estaba gran parte de su magia: en sus páginas había hombres lobo, dioses ancestrales de la fertilidad, asesinos que habitaban en los oscuros túneles del metro de Londres… todos ellos transformados por la visión de un autor único. Las expectativas eran muy altas, pero sin embargo Barker supo estar a la altura con la publicación de su primera novela, El juego de las maldiciones (The Damnation Game). La carrera de Clive Barker parecía destinada al estrellato absoluto, algo que solamente corroboraría su siguiente producción, en la que dio a luz a su creación más mítica.

El corazón condenado. Echando un vistazo al infierno

The Hellbound Heart cover

El corazón condenado (The Hellbound Heart) vio la luz en noviembre de 1986 como parte de la tercera entrega de la antología de terror Night Visions. No llegaría a ser publicada de manera independiente hasta después del éxito de la película inspirada en sus páginas, algo comprensible teniendo en cuenta su extensión. Y es que, en realidad, estamos ante algo que apenas llega a ser una novela corta. Debemos recordar que la tradición literaria inglesa abunda en este formato, a medio camino entre el relato al uso y la novela propiamente dicha; en cualquier caso no han trabajado mucho su nombre y se conforman con el italiano novella.

Mucho se podría hablar sobre la extensión ideal para cada género literario. De manera natural los aficionados a la fantasía medieval, por ejemplo, parecen haberse decantado por obras de duración poco menos que mastodóntica en las que los volúmenes se apilan hasta el punto de parecer que la calidad de la saga se llega a medir al peso. Mientras tanto, el terror, quizá por llevar la contraria, suele destacar en el formato corto. En el fondo esto puede deberse a que muchas obras de terror terminan convirtiéndose en fantasía oscura cuando extienden su duración y necesitan forzar la supervivencia de sus protagonistas. Existen excepciones, y el ya mentado Stephen King es un especialista en perpetrar novelas de terror que por su volumen podrían considerarse armas contundentes. Las mal de mil páginas de It dan fe.

Clive Barker en 1988Sin embargo, el Clive Barker de los inicios parecía un firme creyente del menos es más. Conseguir que El corazón condenado justifique una edición independiente que a veces supera las ciento cincuenta páginas es digno de elogiar a las editoriales. En realidad todo el relato puede condensarse en apenas cincuenta. El autor inglés no desaprovecha ninguna frase y construye una historia que nos atrapa en gran parte por la ausencia de cualquier relleno. Todo en ella es imprescindible y nos da alguna clave para el relato.

La obra nos permite presenciar de primera mano la desintegración de una pareja a manos del hastío y de los secretos del pasado; la corrupción que es connatural al ser humano y la búsqueda del placer absoluto; una maldad casi infinita y la verdadera amistad… A pesar de su corta extensión, pareciera que nada se escapa a la diseccionadora mirada de un Barker en estado de gracia, que erige una suerte de ventana desde la que poder visitar un mundo demasiado parecido al nuestro y que apenas nos muestra una pequeña parte de su naturaleza.

Por un lado, tenemos una visión naturalista de las relaciones humanas y del mundo. En el universo de Barker son nuestras propias pulsiones las que guían la tragedia. No somos presas de unos seres extraños, sino que nuestros deseos y nuestro egoísmo son las líneas que construyen la narración. Los cenobitas, en esta primera ocasión, no parecen ser más que una suerte de entes reactivos que responden ante la psicología interna de los personajes. En ningún momento tenemos la impresión de que ellos busquen activamente la perdición de los hombres, sino que simplemente deben sentarse y esperar a que nosotros mismos provoquemos nuestra caída.

La otra gran invención de Barker, además de los cenobitas, es La configuración del lamento o Caja de Lemarchand. Una suerte de rompecabezas incomprensible que quiere ser resuelto por aquellos cuya alma está lo suficientemente manchada por el pecado y el deseo. Una puerta de entrada a los miembros de la llamada Orden de la herida que en ningún momento parece ser la única que exista. La sensación durante las páginas es que existe mucho más que descubrir de ese extraño mundo; que, en realidad, estamos viendo apenas la punta de un iceberg inacabable.

El corazón condenado es una obra capital de la historia reciente de la literatura de terror. En ella nos encontramos con una narración personal que consigue llevar el terror al terreno de los pequeños detalles, de las obsesiones humanas en las que los defectos de nuestra naturaleza son los que atraen a los monstruos. Estos nunca nos buscan, somos nosotros los que los llamamos y conseguimos que vengan a nosotros.

Ignorando a los cenobitas

Weaveworld

Clive Barker era ya la segunda gran estrella del terror en 1986, todavía detrás de un inagotable Stephen King. Su siguiente novela fue Sortilegio (Weaveworld), una visita al mundo de la fantasía oscura que aumentó su fama y preparó el camino para Cabal. Posiblemente más famosa gracias su adaptación al cine bajo el nombre de Razas de noche (Nightbreed), Barker seguía construyendo un mundo en el que el terror y el fantástico podían convivir. Esta pareja de novelas destaca por su idea de un mundo paralelo al nuestro, en el que seres extraños y aparentemente terroríficos viven aterrorizados por la humanidad y sus acciones.

Clive Barker ha destacado por su capacidad para meterse de lleno en proyectos aparentemente inacabables. El primero de ellos se inició en 1990 con la publicación de El gran espectáculo secreto (The Great and Secret Show), primera entrega de la Trilogía del arte. A día de hoy, dicha trilogía sigue incompleta, habiendo visto la luz su segunda entrega en 1994 con el nombre de Everville, que ni siquiera ha sido publicada en español. Ese olvido editorial es en parte normal si tenemos en cuenta que tras más de veintiún años se sigue esperando que cierre esta ambiciosa trilogía que hizo que algunos críticos y autores dudaran de la pericia como escritor de Barker, entre ellos el mismísimo David Foster Wallace.

ImajicaImajica, sin embargo, se convirtió en 1991 en una de las novelas más destacables de la carrera de su autor y fue el título que consiguió que parte de la crítica se olvidase definitivamente del Barker más unido al terror. La fantasía desbocada de la obra es infecciosa y construye un universo tan diferente del nuestro que solamente podemos disfrutarlo. Entre sus intentos de separarse de su imagen anterior podemos situar también la producción de The Thief of Always, una fábula moderna de pequeña difusión que contaba con ilustraciones del propio autor.

Durante los siguientes años, Barker pasó a un segundo plano en el panorama literario con obras como Sacrament, Galilee y Coldheart Canyon. A simple vista, parecía condenado a convertirse en una suerte de Dean Koontz con una vena más terrorífica, publicando obras sin fin que no destacaran en ningún momento. De nuevo su producción no llega a España en estos momentos, convertido en un autor casi olvidado y lejos de su esplendor anterior.

Su estrella, en cualquier caso, volvería a brillar con su paso al terreno de la literatura para jóvenes adultos, de tanta pujanza en nuestros tiempos. La pentalogía de Abarat es su otra gran obra inconclusa en estos momentos, habiéndose publicado tres de sus entregas. Abarat, Days of Magic, Nights of War y Absolute Midnight han ayudado a que la saga esté entre las favoritas de la crítica y sea un éxito en la lengua inglesa. Sin embargo, en España seguimos sin saber muy bien a qué atenernos, dado que solamente el primer volumen ha sido publicado.

El que sí llegó a nosotros con menos retraso fue Demonio de libro (Mister B. Gone), una novela corta en la que Barker muestra una visión más divertida del terror y se entrega a la narración en primera persona de la historia de un demonio. Una obra menor, de todos modos, que escribió como manera de tomarse un respiro mientras trataba de construir lo que todos esperábamos que fuese su obra maestra.

The Scarlet Gospels o la oportunidad perdida

Portadas The Scarlet Gospels - US UK ALE

Para entender lo sucedido con The Scarlet Gospels tenemos que entender que la novela nació condenada a decepcionar a sus lectores. Barker llevaba años hablando de ella, prometiendo que nos revelaría todo lo que había que saber sobre los cenobitas y el infierno, que su duración no paraba de crecer y crecer (se llegó a hablar de más de cuatro mil páginas manuscritas), que sería el tour de force definitivo sobre el submundo infernal… y al final la cosa está muy lejos de esas expectativas.

Uno se siente tentado de decir que Clive Barker ha caído presa de las reescrituras y del miedo a que su novela fuera demasiado oscura para el lector. En lugar de construir un monumento a sus tenebrosos mundos, ha terminado escribiendo una novela que nos recuerda más a las películas basadas en su seminal El corazón condenado que a la propia narración original. Clive Barker, podríamos atrevernos a a asegurar, se ha traicionado a sí mismo.

Pinhead 2Su mayor crimen, sin duda alguna, es haberse visto seducido por la figura de Pinhead. En su primera aparición en papel apenas es mencionado de pasada: es uno más de esos terroríficos cenobitas y ni siquiera se le asigna un nombre. Ahora, en cambio, se ha convertido en el gran malvado de la función, un arrogante y ambicioso demonio capaz de acabar con el mismísimo universo si hace falta. El resultado es la humanización del personaje y la conversión en carne de un mito. No hay mucho lugar para el terror reverencial en el nuevo relato, en ese Pinhead que parece un malo de opereta atrapado por unas ansias de gobierno que nos resultan tan vacuas como intrascendentes.

No sale mejor parado un Harry D’Amour encorsetado por una incomprensible cronología. Para quien no lo sepa, el bueno de D’Amour es un personaje recurrente en la obra de Barker desde los Libros de sangre. Aquí, sin embargo, sabemos que está en la treintena, lo que hace más bien difícil que sea el mismo personaje que ya rondaba dicha edad allá por mediados de los años ochenta. Pero, dejando de lado ese problema, que siempre podemos resolver apelando a los deseos del autor y su autoridad absoluta sobre su obra, lo cierto es que D’Amour se nos presenta como un personaje muy humano que siempre sale bien librado por razones que se escapan a la propia narrativa, no digamos ya al lector. Este tópico del protagonista que se libra de los problemas de manera inesperada una y otra vez no es demasiado molesto en la novela, pero no por ello deja de ser un recurso tan facilón como denunciable.

Los secundarios de la acción esconden algunas de sus mejores sorpresas. Desde el obligado servidor de Pinhead a los amigos de D’Amour, estos personajes dan color a la trama, a pesar de que en ocasiones su carácter estrafalario les haga algo de daño. No obstante, suelen estar tratados con un respeto muy notable, lo que hay que colocar en haber del autor.

La trama esconde una estructura muy sencilla en la que los caminos de nuestro héroe y nuestro villano corren casi paralelos en una expedición al infierno en la que uno busca rescatar a su única amiga, mientras el otro trata de convertirse en el nuevo gobernante de los demonios. El resultado es una sucesión de aventuras y sucesos más o menos sorprendentes que van mejorando según pasan las páginas. Y es que el infierno que conocemos en nuestras primeras visitas resulta cualquier cosa menos estimulante para la imaginación, convertido en poco más que una pesadilla burocrática de aspecto aparentemente medieval, en la que los demonios y los humanos son casi intercambiables. Una decepción mayúscula, en definitiva.

Clive BarkerSin embargo y según nos vamos acercando a la resolución, Clive Barker termina dando rienda suelta a su imaginación y regalándonos algunas imágenes llenas de poder, capaces de acompañarnos durante mucho tiempo. El ritmo del libro se vuelve aún más vertiginoso a medida que nos acercamos a su desenlace; Barker demuestra que sabe escribir como pocos autores del género y hace que devoremos las páginas. Por desgracia para nosotros, falta sustancia en los sucesos.

Entre aquello que podemos rescatar de la obra está el que vuelva a centrarse en el tema de la amistad, un aspecto ya presente en El corazón condenado y que aquí se convierte en el centro de los acontecimientos. D’Amour y sus compañeros lo hacen todo para ayudar y rescatar a una amiga y finalmente es ese mismo sentimiento el que los convierte en triunfadores capaces de enfrentarse a todo el infierno sin pestañear. La pena es que lo que se nos contaba en El corazón condenado sin falta de grandes aspavientos, ni de ningún tipo de grandilocuencia, aquí requiere de una parafernalia abrumadora por momentos.

The Scarlet Gospels no responde a las dudas que podamos tener sobre los cenobitas, eso seguramente se quedó en las miles de páginas cortadas en sucesivas reescrituras. Tampoco resulta la visión definitiva del infierno. Mucho menos un sucesor espiritual de la novela que inventó su universo. Lo que sí consigue es ser una obra que es imposible dejar de leer, con un ritmo y un lenguaje endiablados que hacen que se lea en un instante, dejando para el recuerdo alguna instantánea particularmente potente. Es decepcionante, de acuerdo, pero no por ello debemos negarle sus méritos.

¿Existe la posibilidad de que algún día veamos una versión extendida de la novela? ¿Puede ser que terminemos descubriendo lo que Barker pensó realmente para los cenobitas? Personalmente lo dudo. Creo que tenemos que conformarnos con lo que tenemos y observar con nostalgia los Libros de sangre, aquellos relatos cortos que nos prometían un nuevo maestro del terror al que ya no encontramos en las páginas firmadas por Clive Barker.

El universo Hellraiser en la literatura

Pinhead

Desde luego, lo ideal sería hablar del universo personal del propio Clive Barker. Ese en el que los personajes pasan de una novela a otra y configuran una narrativa claramente expansiva que lo emparenta con otros contemporáneos como el mismísimo y muy referenciado Stephen King. El mundo en el que tienen lugar los relatos de Barker nos parece ser el mismo en la mayor parte de sus obras capitales, cimentándose esa sensación de mundo común en todo lo que nos presentó allá por los Libros de sangre.

Pero vamos a centrarnos en los trabajos en los que los cenobitas hacen acto de presencia y configuran una pequeña esquina de su universo. Tenemos la fortuna de que sus apariciones se reduzcan a las dos obras antes comentadas: El corazón condenado y The Scarlet Gospels. Una lectura detenida de ambas nos dará algunas claves para comprender cómo ha evolucionado la literatura de terror durante las casi tres décadas que separan los dos relatos.

Clive Barker, como la enorme mayoría de los autores de nuestros tiempos, ha vendido el alma a la fantasía oscura. Así podríamos sintetizar el resultado de un análisis comparativo de ambas obras. Partiendo de una novela corta claramente emparentada con el naturalismo y el realismo, hija de esa vertiente terrorífica británica que inspiró obras como El hombre de mimbre (The Wicker Man) y que defiende que la mejor manera de llevarnos al terror es la irrupción de aspectos incomprensibles dentro de la cotidianidad, terminamos en las garras de una suerte de narración épica que no tiene demasiado que envidiar a los momentos culminantes de sagas fantásticas de todo tipo de pelaje.

The Hellbound Heart cover 2Ya hemos comentado que existían en El corazón condenado dos puntos centrales que la elevaban por encima de sus coetáneas: por un lado, la conciencia de que son nuestros propios defectos los que nos condenan, eliminando la necesidad de elementos corruptores externos; por otro, la sensación de que estamos ante un universo vasto e inexplorado del que apenas podemos entrever una pequeña parte de lo que lo configura.

The Scarlet Gospels rompe con esas dos bases y nos sumerge en una narrativa mucho más convencional. Así, enseguida descubriremos que la Caja de Lemarchand parece no dar mucha importancia a quién la coja a la hora de ser abierta, pasando de poder considerarse un auténtico artefacto mitológico a ser apenas una trampa un poco elaborada. Podría decirse que el ser humano es corrupto por naturaleza para Barker, así que en el fondo cualquiera es una presa válida para los cenobitas. Una idea que puede resultar hasta interesante, pero que arrastra consigo la destrucción de uno de los puntos cardinales de la narración anterior: aquel que permitía que los sucesos sobrenaturales se solaparan con la realidad cotidiana, requiriendo de una búsqueda activa y una naturaleza concreta para desatarse.

Por otra parte, el mundo de The Scarlet Gospels se ha reducido por culpa de su mayor ampliación. Esto, que puede parecer una contradicción, no lo es. En El corazón condenado somos conscientes de que apenas podemos ver una pequeña parte de lo que sucede en el mundo, quizá una anécdota más en la larga historia de la configuración de las lamentaciones. Desde nuestra perspectiva, el resto de la existencia es una tierra desconocida que no podemos siquiera entrever. Sin embargo, ahora Barker se rinde a los deseos de parte del público y nos regala una suerte de visita guiada por el infierno que existe en su universo literario. El resultado es el único que podemos esperarnos. Y es que nuestra imaginación era capaz de crear horrores mucho más profundos y sociedades más incomprensibles de lo que el autor de Liverpool es capaz de construir.

Para terminar, merece la pena destacar que la construcción del personaje de Pinhead parece, tristemente, heredada de la saga cinematográfica de Hellraiser. Solamente así podemos entender que todo en él haya cambiado y que desde su voz a su personalidad nos resulten tan familiares. El mero hecho de que se le llame Pinhead ya evita cualquier duda posterior: Clive Barker sabe que conocemos al personaje tan bien como él y está dispuesto a darnos lo que cree que esperamos.

En ese sentido algunos lectores agradecerán a Clive Barker que no los obligue a enfrentarse a sus prejuicios, ni a acercarse a la obra original. Se tranquilizarán cuando se encuentren con el mismo villano de opereta al que conocen gracias a la gran pantalla y hasta seguramente disfrutarán con sus actos grandilocuentes y sus momentos más folletinescos. Otros, sin embargo, recordaremos con nostalgia nuestra primera lectura de El corazón condenado o nuestro primer visionado de Hellraiser y nos preguntaremos qué ha pasado con la magia de Clive Barker. Seguramente, por desgracia, se ha ido para no volver.

Ismael Rodríguez Gómez
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2 comentarios

  1. ¡Por fin lo leí! Tanto el libro de Barker como tu crítica, que suscribo hasta en los puntos de las íes. Qué gran decepción: sin duda lo mejor de los Libros de sangre y El corazón condenado era el ambiente hiperrealista, así como el olor putrefacto de los personajes. Ahora todo parece prefabricado y previsible, en medio de un conjunto excesivamente recargado que te deja, al menos a mí, una sensación de tristeza que solo se palía volviendo a sus primeras obras. Por cierto que en un prólogo a los Libros explica su evolución ética y estética, dando a entender lo mucho que tuvo que ver en ella la normalización de su inclinación sexual. La represión crea monstruos. La fama, autoparodias. Muy bien descrita The Scarlet Gospels como una de las películas dirigidas por sus epígonos.

  2. Muy bien hecho texto e interesante, el cual además me hacho saber de unos cuantos libros de Barker que no sabía que existían, como el mismo «The Scarlet Gospels». La verdad es que en mi caso, este autor nunca me ha decepcionado, si bien no le he leído todo.
    A todo esto, encontré esta página buscando información sobre «El Juego de las Maldiciones», para escribir sobre esta novela que me la leí hace poco. Por si les interesa saber más sobre mi opinión acerca del mismo Barker, de Stephen King, Strieber, McCammon y otros, los invito a mi blog: http://elcubildelciclope.blogspot.cl/
    Saludos desde Chile.

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