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La verdadera novia de América – 10 de mayo

El último asesino múltiple de EEUU tenía el cuerpo tatuado con esvásticas y otros símbolos nazis. «Supremacista blanco», resumen algunos medios: como si el nazismo fuera un simple exceso en la escala ideológica. La identidad posmoderna es un proceso para evitar ofensas. A Mauricio García, el asesino, no debía ofenderle porque se imprimía sus obsesiones en la piel. Y en la ropa, otra pista: las letras RWRS, Escuadrón de la Muerte del Ala Derecha. García disparó cien cartuchos en un centro comercial de Allen, Texas, y mató a ocho blancos, asiáticos y latinos. Luego lo mataron a él. La supremacía es de las armas.

El asesino García planeó su asesinato masivo y lo ejecutó con un fusil de asalto, que en Estados Unidos es una de las armas más utilizadas en este tipo de crímenes. El AR-15 abunda: lo tiene uno de cada veinte estadounidenses. Y también se vende fuera. Donald Trump facilitó la exportación del arma favorita de narcos y maras. Con ella se ejecutan matanzas o se exhiben los matadores. De esos cañones huyen decenas de miles de personas, ahora esperanzadas con que el Tío Sam permita de nuevo pedir asilo en la tierra prometida. Hoy cientos de ellos esperan en tierra de nadie.

Quinientos migrantes iberoamericanos están atascados estos días entre México y Estados Unidos. Esperan una oportunidad ahora que las expulsiones inmediatas, sin posibilidad de asilo, van a caducar. Tijuana y San Diego comparten una frontera en línea recta hasta el mar, que nunca es el morir, porque hasta el océano tiene bandera. Dos vallas de nueve metros de acero contienen a jóvenes, madres, adolescentes y niños a quienes solo alimentan voluntarios. Las armas son las de los guardias. Los de Texas tienen licencia para disparar con sus fusiles M4, la versión militar del AR-15: novia de América.

El imperialismo del siglo XXI sigue exportando capital, y balas. El excedente en casa se vende a los vecinos de un planeta libre para el dinero y su pólvora, pero con muros para los humanos que lo habitan. El nazismo derrotado hace 78 años se inventó el concepto de lebensraum, «espacio vital», para justificar la expansión alemana: una casa aria de la que había que echar al resto. Por eso también despreciaba a los judíos: siempre errantes. Nihilistas, llamaba El Gran Lebowski a los nazis, mientras bebía rusos blancos en la ciudad de Los Ángeles.


Extramuros es una columna informativa de Efecto Doppler, en Radio 3.

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Víctor García Guerrero
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