Hay bandas cuya existencia es más larga de lo que a menudo recordamos, y más rica. Una de ellas es, sin ninguna duda, R.E.M. Los de Athens (Georgia) son una banda que triunfó a nivel mundial en los años noventa, tras su fichaje para una gran discográfica. Green fue su primer disco con Warner Bros, en 1988, y en 1991 asaltaron todo el mundo con Out of Time, en el que se encontraba Losing My Religion, su mayor éxito. En 1992 llegaría su obra maestra absoluta, Automatic for the People. Pero R.E.M. llevaban desde 1981 publicando música y demostrando su genialidad en el pequeño sello I.R.S. Records.
Los años de I.R.S. son de una locura creativa que sorprende, con un grupo que avanza desde el post-punk americano al rock alternativo mientras juguetea con el pop, el folk o el rock de estadios. Todo en una sucesión de discos maravillosos que arranca con el legendario EP Chronic Town y sigue con Murmur, Reckoning, Fables of the Reconstruction, Life’s Rich Pageant y Document. A lo largo de los álbumes la banda se va engrasando y, para el final de su etapa en I.R.S. Records, ya es capaz de manufacturar canciones que los aficionados a la época posterior pueden reconocer perfectamente, como It’s the End of the World as We Know It (And I Feel Fine) o The One I Love. Pero antes de ese momento fueron escondiendo en sus discos todo tipo de joyas por descubrir.
Vamos a pararnos en su cuarto álbum, Life’s Rich Pageant. Este fue su primer éxito de ventas real, alcanzando el disco de oro y colándose en el número 21 del Billboard. R.E.M. era un grupo que estaba ya preparado para conquistar al gran público, aunque lo iba a hacer a su manera. Solamente se sacaron dos sencillos: Fall on Me y su versión de Superman cantada por el bajista, Mike Mills. Como comparación, su siguiente disco contó ya con cuatro singles y no volverían a bajar de ese número hasta Reveal, que tendría solamente tres. Life’s Rich Pageant es, así, un álbum único, el momento de madurez de un grupo que triunfó pese a que pareciese que su éxito se quería evitar.
Precisamente, tras Fall on Me se escondía la canción de la que vamos a hablar hoy. Cuyahoga tomaba su nombre de un río en Ohio, situado en antiguas tierras indias y que es tristemente famoso por su polución. A pesar de que parece haber mejorado (en 2019 se llegó a permitir la pesca para consumo humano), desde el siglo XIX ha habido al menos trece incendios, el mayor de los cuales tuvo lugar en 1952 y causó daños de más de un millón de dólares. Otro incendio, en 1969, fue el catalizador para que la revista Time abriera su sección de medioambiente y para que se tratara de mejorar las condiciones del río, que pasa por la ciudad de Cleveland.
R.E.M. sin duda tenían en mente el incendio de 1952 para usar Cuyahoga como ejemplo de todo lo malo que han causado los Estados Unidos y llamar a la gente a superarlo. No es extraño que la canción se abra con la frase «pongamos nuestras cabezas juntas / empecemos un nuevo país de cero». Cuyahoga es un canto a la acción, un himno de unificación que se construye, como siempre sucede con Michael Stipe, con letras oscuras y casi surrealistas que llaman a mejorar el mundo y romper con el pasado. En lo musical, R.E.M. se acercan ya a su configuración definitiva, con una línea de bajo sobresaliente sobre la que se extiende un sonido casi etéreo con una estructura clásica que funciona sin fisuras. Solo así puedes conseguir un gran himno en el que el estribillo se basa solamente en una palabra.
Es posible que casi nadie comprendiese la grandeza real de R.E.M. hasta que se separaron. Hace ya nueve años desde el último disco de la banda y les seguimos echando de menos. Por suerte, muchos podrán aprovechar su primera etapa para redescubrirlos y recordar cuando eran la gran esperanza blanca de la música alternativa americana y Michael Stipe tenía pelo. Cuando construyeron un sonido que terminaría dominando el mundo.
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