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El seriéfilo: abril de 2017

Si tuviese que definir el mes que nos ocupa, diría que abril es el mes des por excelencia. Me explico: es tan descontrolado como desarticulado, un poco desenfrenado a la par que descuidado, algo desarbolado y un poco desesperado. Días de encrucijadas. Me gusta sentarme en la cuneta de este cruce de caminos y observar, pacientemente, el caos de series que se cruzan en todas las direcciones. Series que galopan raudas hacia el fin de temporada, apretando los dientes para conseguir una renovación tardía y otras que llegan a la estación en el último tren previo al cierre veraniego. Pocas series pueden permitirse estrenarse mas allá de este mes si no quieren perderse en el olvido del desierto veraniego. Series que vienen, series que van, todas con prisas, pero, aun así, que dejan estela de su calidad.

Iron Fist Netflix
Iron Fist. Fuente: Netflix

Para no demorarnos más, ya que este encargo nos viene desde mediados de marzo, empecemos con Iron Fist (Netflix), último peldaño antes del crossover de los superhéroes Marvel en The Defenders, que llegará a nuestras pantallas previsiblemente a finales del verano. En este caso hay que decir que, posiblemente, Iron Fist es la peor de las cuatro series del mundo Marvel-Netflix. Es verdad que se junta todo: que ya hemos visto tres series sobre el mismo tema de muy buena factura, que es más difícil sorprender, que ya han salido noticias sobre Los Defensores y estamos esperando con ansias esa reunión… Todo eso es cierto, pero, además, Iron Fist es objetivamente la peor de las cuatro series. Por presupuesto, salta a la vista que no se ha destinado la misma pasta que para Daredevil o Jessica Jones; eso o tiene una producción muy descuidada (algo que me extrañaría viniendo de Netflix). El personaje es el menos carismático de los cuatro, porque como dice el refrán de bueno a tonto hay un paso, y mientras que los otros tres tienen su lado oscuro y parte de la gracia es su lucha interna por hacer lo correcto sin convertirse en lo que tratan de combatir, Danny Rand es tan inocente y bueno que parece tonto: le engañan todos, los buenos, los malos, sus amigos, sus enemigos… Da igual lo que le digan que se lo cree todo y eso, quieran o no, penaliza la empatía con el personaje porque algunos somos un poco tontos, pero tanto como Danny no. El trasfondo tampoco ayuda: recuerda demasiado a la historia de Flecha Verde, que debido a la serie Arrow (The CW) conocemos hasta la saciedad. No hay un antagonista claro y La Mano ya la descubrimos en Daredevil. Además, dentro de la organización criminal ningún personaje tiene el carisma de Kingpin o Kilgrave y los combates de los primeros episodios son bastante cutres. Acostumbrados a los golpes de Daredevil, que duelen solo de verlos, estos están demasiado descafeinados; parece que estén bailando y no hay sensación de daño y dolor. Por tanto, los comienzos se hacen difíciles y la serie arranca con el pie izquierdo. Es cierto que a medida que avanza mejora en todo, pero a pesar de ello Iron Fist se ve lastrada por esos primeros capítulos que no supieron cumplir con las expectativas. Netflix ha conseguido llevar los superhéroes a cuatro géneros cinematográficos muy distintos en los que no desentonan: Daredevil en la acción pura; Jessica Jones en el cine negro; Luke Cage en la blacksploitation; y, finalmente, Iron Fist al cine de artes marciales. Pero, independientemente de nuestro género preferido, la última entrega juega en una liga menor. Esperemos que con The Defenders consigan quitarnos el sabor amargo de esta última creación de Netflix.

Sin dejar las artes marciales, hay que comentar la segunda temporada de Into the Badlands (AMC) serie extraña porque sobre el papel pinta muy bien (un futuro postapocalíptico, sin armas de fuego y en el que todo se arregla a base de mamporros de bella factura), pero en la que algo falla. Las coreografías de las peleas están bastante bien (sin ser espectaculares, le pasa algo parecido a las de Iron Fist) y la ambientación es buena, pero el casting de actores es nefasto y eso provoca que la historia sea poco creíble; todo parece falso. Ni el protagonista, Sunny (Daniel Wu), que borda las escenas de acción pero a nivel interpretativo no es capaz de llevar el peso de la serie, ni M.K. (Aramis Knight) que flojea en las dos vertientes, dan la talla. Se aprecia claramente en el primer episodio de esta segunda temporada con el fichaje estrella de Nick Frost (Shaun of the Dead, Hot Fuzz…) que se come la cámara en cada escena y eclipsa al resto de actores. A pesar de ello, en principio tenemos artes marciales para rato pues ha sido renovada por una tercera temporada.

Otra serie veterana que lucha año tras año por reinventarse es Homeland (Showtime) que ha terminado este mes su sexta temporada, que se dice pronto, y rayando a muy buen nivel. He de reconocer que los primeros capítulos me parecieron bastante aburridos, acostumbrado a la acción desbordante de la cuarta y quinta temporada, la aparición de Franny (la hija de Carrie) y el estado lamentable de Quinn, hacían que la serie no avanzase al ritmo que estaba acostumbrado. Sin embargo, una vez acabada la temporada, tengo que reconocer que todos los cambios (ese ritmo mas pausado, que toda la acción suceda dentro de territorio norteamericano y que el enemigo sea la mismísima CIA) dan en el clavo para hacer otra temporada memorable de una serie que, siendo sincero, creí que no iba a superar la desaparición de Nicholas Brody (Damian Lewis). En cambio, mejora temporada a temporada. Lo único que no me ha convencido han sido los últimos cinco minutos, ese giro argumental tramposo que creo que se hace para salvar la reputación de algún personaje recurrente que seguro reutilizan en temporadas futuras. Y no cuento más que ya sabéis que esta sección es zona libre de spoilers

Siguiendo con una de las sensaciones del mes (os prometo que no hay dinero de por medio, pero a veces me resulta complicado no mencionar a Netflix no una, sino dos o más veces), no podría escribir del abril seriéfilo sin mencionar el enésimo fenómeno de masas de la cadena. 13 Reasons Why es una serie de adolescentes para adolescentes y, aquí está la novedad, también para adultos. Muestra de una forma bastante realista los problemas a los que se enfrentan los jóvenes en las aulas, centrándose sobre todo en el bullying (o acoso escolar). Para ser más impactante nos lo muestra desde la perspectiva de una chica que se suicida y deja grabados en cintas de casete los motivos que le llevan a ello. Nos va describiendo uno a uno los distintos roles que se encuentran en un instituto y cómo cada uno va aportando su granito de arena para que Hannah tome la decisión de acabar con su vida. Lo mejor de la serie es que conecta con el público adolescente; se toma ciertas licencias narrativas, pero creo que lo hace para no perder esa audiencia que, en el fondo, es la más importante para concienciar sobre el bullying. A los adultos nos deja las cintas para que recordemos, quizás, que también nosotros fuimos una vez adolescentes y que también nos ahogábamos en un vaso de agua; que éramos inseguros, que cualquier cosa que nos decían en el instituto era una losa, que montábamos un drama por cualquier tontería, que convivíamos difícilmente con el alcohol y las drogas. Quizá para que seamos más comprensivos gracias a recordar, para que mostremos más empatía y que nos bajemos de nuestra vida adulta durante cinco minutos e intentemos prestar atención a esas nimias tonterías que no nos parecen ya problemas, pero que también nos provocaron muchos disgustos cuando teníamos la edad de Hannah. De obligado visionado para adolescentes, tutores, profesores y nostálgicos del acné y los libros de texto.

Soy consciente de que Netflix se ha comido más de la mitad de mi sección y amenaza con zamparse la mitad del próximo ya que, además de dejarme en el tintero la segunda temporada de The Last Kingdom (BBC2), la quinta de The Americans (FX), Fargo (FX), Better Call Saul (AMC), The Leftovers (HBO) y el estreno de Twin Peaks (ABC), la cadena digital prepara ya todas las series que nos darán de beber en pleno desierto veraniego: Master of None, Bloodline, Sense8… Y es que Netflix no tiene miedo a nada. No va a haber suficiente Mayo para tanta serie… ¡Nos leemos!

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