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El seriéfilo: junio de 2016

«El mundo ha cambiado». Ya lo decía Galadriel en El señor de los anillos (o Bárbol para los que sean más de los libros). Y es que esos veranos en los que el panorama seriéfilo se asemejaba a un árido desierto, se están poblando de exuberantes oasis que vienen a salvar los meses tradicionalmente olvidados por las cadenas televisivas. Parece que ha ido ganando atractivo estrenar series sin presión y en una época de poca competencia. Series en principio menores, pero que, debido a esa ausencia de expectativas y bajo un manto de intrascendencia, escondían un potencial que sorprende a propios y extraños una vez en antena. A los hechos me remito.

Este mes vuelven dos de las revelaciones del año pasado: Mr. Robot (USA Network) y UnREAL (Lifetime); lo mejor de la ciencia ficción de la anterior temporada, Dark Matter y Killjoys (ambas de Syfy); y mantiene clásicos de calidad veraniega como Ray Donovan (Showtime) o el final del gran western, Hell on Wheels (AMC). Hay meses fuera del calendario vacacional que no acumulan tantas series de calidad como estas. Algo que hace unos años sería impensable. Bárbol y Galadriel tenían razón: el mundo ha cambiado; pero para bien.

Mientras esperamos esos estrenos veraniegos, hay mucho que comentar del mes de junio, empezando por el final de Juego de tronos (HBO). No me gusta hablar de la misma serie mes tras mes, porque encuentro más interesante tocar series nuevas, pero es necesario resaltar los dos últimos capítulos de esta sexta temporada: por la perfección estética del penúltimo episodio y la narrativa del último. Parece que la historia adquiere una nueva vitalidad una vez que se ha superado la línea argumental de los libros. ¿Casualidad? ¿Era el libro un corsé demasiado asfixiante para el medio audiovisual? La polémica está servida.

Otra de las series más esperadas de este mes era Outcast (Cinemax), por estar basado en el cómic homónimo de Robert Kirkman (el creador de The Walking Dead) y su género: el terror. Miedo no da, y os lo dice alguien que no pudo pasar de la segunda temporada de American Horror Story (FX) porque me acongojaba demasiado; aunque sí que transmite sensación de desasosiego y un ambiente insano y asfixiante. El primer capítulo recuerda constantemente a la peli de El exorcista (William Friedkin, 1973) y los siguientes dan vueltas sobre lo mismo, introduciendo la novedad de la relación entre el protagonista y las posesiones demoníacas. Por ahora, una argumentación demasiado endeble como para dar forma a una serie. Necesita, para mi gusto, algo más, ya que de momento avanza a base de trompicones provocados por posesiones infernales aleatorias y hay demasiado poco que un humano pueda hacer contra uno de estos demonios. Así, todo lo que va ocurriendo no parece responder a una lógica (a pesar de que hablar de posesiones demoníacas y lógica en la misma frase sea extraño), sino a las decisiones arbitrarias de los guionistas.

Otro gran estreno basado también en un cómic ha sido The Preacher (AMC). En este caso la recreación de la atmosfera del cómic es también muy pulcra, pero la historia avanza muy despacio. En este caso, eso es un hándicap muy importante, ya que la trama puede resultar bastante bizarra para aquellos que no hayan leído el cómic y no sepan muy bien hacia dónde se encamina la serie. Un vampiro, un predicador que posee la palabra de Dios, un caraculo cuyo aspecto responde literalmente, muy literalmente, a su nombre… Es decir, una amalgama de personajes extremos que pueden desconcertar al espectador que, por un lado, no sabe muy bien dónde ubicar la serie y, por otro, puede cansarse muy rápido si no encuentra un hilo argumental que le guíe a través del caos.

También hay que comentar que ha vuelto Wayward Pines (FOX) y no sé muy bien porqué. El interés se esfuma a mitad de la primera temporada, cuando se descubre la clave de la historia y encajamos todas las piezas. A partir de ahí, la serie cambia de tercio y se convierte en una mediocre producción de ciencia ficción y acción. La segunda temporada vuelve envuelta en esa mediocridad y sin Matt Dillon, el principal reclamo en sus inicios.

12 Monkeys (SyFy), después de una primera temporada bastante entretenida, basada en viajes en el tiempo y planteando interesantes puzles espaciotemporales, vuelve multiplicando el concepto de viajero del tiempo, entendiendo que es el gancho principal de la serie. Por desgracia, en este caso, su mejor cualidad se les ha ido de las manos, al presentar una serie de realidades paralelas y encrucijadas temporales muy rocambolescas que hacen difícil seguir el argumento. La extrema complicación de los dilemas y paradojas del espacio-tiempo, hacen empalagoso su visionado.

Así que, para hacer frente a mi desorientación y el calor del verano, he decidido buscar series nórdicas y rebajar la sensación térmica. Empecé con la islandesa Trapped (RUV), que nos traslada a un pequeño y gélido pueblo del este de la isla en la que aparece un cuerpo descuartizado (sin brazos, ni cabeza, ni piernas) y seguí con la noruega Okkupert (TV2), que nos plantea una ocupación rusa de Noruega, con el beneplácito de la Unión Europea, cuando el partido ecologista del noruego decide dejar de extraer gas para utilizar energía menos contaminante. Ambas permiten comparar dos modelos de series europeas que tienen pros y contras. Trapped es una serie sólida, bien interpretada y bien engrasada, una historia que se cierra satisfactoriamente y que no deja cabos sueltos; sin embargo, adolece de una alarmante falta de alma. La originalidad brilla por su ausencia y no tiene ningún personaje carismático que destaque del resto. Podríamos definirla como una mezcla de Broadchurch (ITV) y Fortitude (Sky Atlantic), y lo peor de todo es que no las mejora en nada. Por lo tanto, estaría recomendada para todos aquellos que disfruten con las historias tipo Cluedo, pero no aporta nada a quienes busquen ideas frescas y novedosas. Okkupert, en cambio, tiene una realización más torpe, algunas tramas prescindibles y el ritmo falla en algunos momentos (especialmente a partir del quinto o sexto capítulo); sin embargo, la idea, el argumento, es muchísimo más original y nos plantea cuestiones que no veremos en otras realizaciones, logrando hacernos reflexionar sobre temas de mucha actualidad como la inmigración, los nacionalismos, el racismo… Además, incluye personajes más carismáticos con los que es fácil empatizar. ¿Qué modelo preferimos? Series europeas originales que las grandes productoras norteamericanas nunca podrán ofrecernos o series más profesionales, pero, al mismo tiempo, más convencionales. Con esta pregunta os dejo reflexionando hasta el próximo mes. Disfrutad del verano, pero no os olvidéis de las series porque, ya sabéis: el mundo ha cambiado.

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