Seriéfilo: abril de 2022
Independientemente de lo bueno o malo que sea el año seriéfilo, siempre hay un mes en el que aparece una serie que brilla con luz propia; una serie que tiene ese algo que la hace especial y que la diferencia del resto por muy buenas que sean. Es una sorpresa inesperada que te golpea y te hace recordar por qué te encanta que te cuenten historias por fascículos, esperar una semana para saber que pasa con tu personaje favorito y revisionar capítulos anteriores porque ya no recuerdas por qué el amigo del prota espiaba desde el coche al hijo del vecino. Esa sorpresa ha llegado en abril y me muero de ganas de hablaros de ella.
Pero, por mucho que una nueva serie haya deslumbrado, hay que respetar las jerarquías. Antes de recibir a los herederos toca despedir con honores a una de las grandes, que llega a su final anunciando una traca final en forma de película para dar el adiós definitivo a la familia Shelby. Y es que la sexta temporada de Peaky Blinders (BBC One) huele a despedida desde el minuto uno. Se van tal y como vinieron: de una forma nada amable.
Nos encontramos ante la temporada mas oscura de toda la serie, con un Tommy desbordado y arrinconado por las desgracias que se ceban con la familia, mientras que Michael, quizá el personaje con la trama más floja de la serie, clama venganza: responsabiliza a Tommy de la muerte de su madre mientras los fascistas se hacen cada vez más fuertes en Inglaterra. Crece el protagonismo de Ada en un intento por llenar el enorme vacío dejado por Polly y, mientras tanto, profundizamos en el alma atormentada de Arthur. Una temporada muy completa, con un gran cierre, independientemente de la futura película que se rodará en 2023.
Para acabar con las despedidas, vamos con la última del mes, aunque ésta mucho más amarga. Killing Eve (BBC America) llega a su fin arrastrándose y revolcándose por sus momentos más bajos. Vuelve a tropezar en los defectos de su anterior temporada, pero de forma si cabe aún más estrepitosa. El guion, enrevesado y farragoso, está falto de ideas y no lleva a ningún sitio; hay escenas innecesarias que únicamente buscan el sketch fácil y, la historia, que hace tiempo que no da mas de sí, no consigue recuperarse. Como siempre, el personaje de Villanelle sobresale por encima del resto, pero Eve sigue hundiéndose hasta acabar siendo una parodia de sí misma. Para mas inri, el final es de lo menos inspirado de los últimos años: simplón, soso, apresurado y vulgar. Una verdadera pena.
Vamos con las novedades y, para ello, nada mejor que recuperar la gran sorpresa del mes, la que posiblemente será también la gran sorpresa del año. Separación (Apple TV+) lo tiene todo para destacar: una historia original y misteriosa, una estética atractiva, un reparto de lujo, una dirección sin fisuras, una producción impecable y una música inmersiva. La premisa, por su extravagancia y surrealismo, recuerda a cintas como ¡Olvídate de mí! (Michael Gondry, 2004) o Cómo ser John Malkovich (Spike Jonze, 1999). En el caso que nos ocupa, la multinacional Lumon crea un procedimiento por el cual, mediante un implante en el cerebro, los trabajadores pueden separar completamente su vida laboral de su vida personal. Así, en cuanto abandonan su puesto de trabajo, no recuerdan nada de lo que han hecho durante su jornada y viceversa. Se crean así dos personalidades paralelas: una que solo trabaja y otra que disfruta del ocio.
Lo mejor de la serie es que no se trata únicamente de una idea feliz que divaga sobre los dilemas morales derivados de este concepto tan original, sino que la producción consigue implementar una trama alrededor de la misteriosa multinacional. Ahí es donde logra atrapar al espectador desde el minuto uno. ¿A qué se dedica exactamente Lumon? ¿Qué hacen en esos departamentos tan raros con esos ordenadores de otra época, juntando y clasificando números? ¿Por qué ofrecen a los trabajadores premios tan extravagantes cuando alcanzan los objetivos? ¿Y esa forma tan extraña de comunicarse con los jefes? ¿Por qué hay ovejas? Un montón de interrogantes que forman un puzle gigante y que poco a poco vamos encajando. Más que una serie, esta es una experiencia que no deja indiferente.
Necesariamente a la sombra de esta serie encontramos otra de las grandes sorpresas del mes, Slow Horses (Apple TV+), un thriller de espionaje inglés poco convencional que nos lleva al reverso del agente secreto más famoso de todos los tiempos. Olvídense del estereotipo que James Bond nos lleva vendiendo sobre el servicio de inteligencia británico durante los últimos sesenta años. Los protagonistas de esta serie son un grupo de agentes defenestrados, desterrados en La ciénaga, un departamento administrativo dirigido por Jackson Lamb, agente veterano que no duda en humillar y menospreciar continuamente a sus agentes.
Esta historia no decae en ningún momento y mantiene el pulso narrativo durante los seis episodios de la primera temporada; los giros de guion y las constantes sorpresas hacen que la propuesta mantenga el ritmo. Además de una dirección sólida, Slow Horses cuenta con una notable interpretación del gran Gary Oldman, secundando por un reparto coral muy solvente. El humor cínico e irreverente mezcla bien con el tono general, otorgando a la serie un toque distintivo que hace que sobresalga entre sus competidoras en el género.
Alejándonos (al menos un poco) del mundo del espionaje, encontramos que esta primavera las series han decidido hacer honor a eso de que la realidad supera a la ficción. Y es que en abril han coincidido en pantalla hasta tres proyectos basados en la creación de empresas mil millonarias; y las tres, por lo que sea, con más sombras que luces. De hecho, cuanto peor le fue a la empresa, mejor ha resultado la serie… Debe haber algún tipo de enseñanza oculta en esa inversa proporción, pero sigamos a lo nuestro: la mejor de las tres es The Dropout: Auge y caída de Elizabeth Holmes (Hulu), que nos cuenta otro desastre de la industria sanitaria yankee a través de la gran estafa de la empresa Theranos, que prometía revolucionar los análisis de sangre con un sistema mucho más barato y eficiente que resultó ser un fraude. Su fundadora, Elizabeth Holmes, llegó a aparecer en la revista Forbes con una fortuna estimada en 4500 millones de dólares y ahora se enfrenta a una condena de hasta veinte años de cárcel. La historia de cómo se financian este tipo de empresas basadas en una tecnología disruptiva, cómo crecen y engordan únicamente en base a expectativas, es tan increíble como adictiva.
La segunda empresa milmillonaria cuya historia es digna de ser contada es WeWork, compañía dedicada al alquiler de módulos de oficina en espacios de trabajo compartido. WeCrash (Apple TV+) nos cuenta, con todo lujo de detalle, como una empresa valorada en 47 mil millones de dólares en el año 2019 acabó al borde de la quiebra. Las excentricidades del CEO de la empresa, Adam Neumann, interpretado por Jared Leto, y su mujer Rebekah, interpretada por Anne Hathaway, su egocentrismo y su codicia, acaba en una catarata de destituciones cuando, antes de salir a Bolsa, salieron a la luz todas las irregularidades con las que habían alimentado el negocio (y su propia cartera).
La tercera y última historia es la de Uber, la empresa que revolucionó el transporte urbano y que, en este caso, sigue gozando de buena salud, pero que también tuvo que prescindir para sobrevivir de su fundador, Travis Kalanick, salpicado por múltiples escándalos. A saber: acoso sexual, mala praxis empresarial… Incluso se filtró un video en el que aparece discutiendo con un conductor de su empresa sobre la bajada de tarifas, en el que el empleado le reprochaba estar hundiendo a sus propios trabajadores. Super Pumped (Showtime) nos relata paso a paso la historia de Uber desde los inicios de la compañía, cuando la compañía buscaba financiación, hasta la caída en desgracia de T.K.
A pesar de tratarse de empresas distintas, se pueden observar rasgos similares entre los fundadores de las tres: su egocentrismo, un punto de sociopatía y la obsesión compartida por codearse y compararse con gente consagrada en Silicon Valley como Mark Zuckerberg o Larry Page. Sin duda, es un perfil perfecto para crear un buen villano. También para una serie de televisión.
Y para terminar el mes de forma más distendida, vamos a quitarnos el traje y la corbata pero sin salir del mundo de los negocios: Minx (HBOMax) nos lleva al Los Ángeles de los años 70. Allí, Joyce, una escritora feminista, se alía con Doug, un editor de revistas pornográficas, para publicar la primera revista erótica para mujeres. Con un tono cómico y desenfadado, pero con mucha inteligencia, se denuncia el machismo y clasismo de aquellos años; lo difícil que fue superar los prejuicios de la opinión publica para que este proyecto pudiese llegar a ver la luz. Incluso en nuestros días llama la atención cómo choca ver en una serie, sin ningún tipo de tapujos, desnudos integrales masculinos, cuando los femeninos nos parecen lo más normal del mundo. Buena serie feminista: para pasar un buen rato, pero también para reflexionar.
Y ya no hay sitio para más. Se me quedan cosas en el teclado, pero mayo ya está llamando a puerta y exige que le eche un ojo a las series que nos tiene preparadas. Por ahí estoy viendo que asoman la patita los últimos episodios de Ozark (Netflix)… Pero eso lo comentaremos el próximo mes. ¡Manténganse al tanto!