Stepin Fetchit, la cuestionada primera estrella negra en Hollywood
En 1964, un jovencísimo Muhammad Alí preparaba el combate de su vida contra el vigente campeón Sonny Liston. Tenía un séquito de musulmanes miembros de la Nación Islámica en torno a sí, con sus pajaritas negras y sus teatralizadas miradas de acero. Alí se entrenaba en Chicopee Falls, en un salón de baile reconvertido en gimnasio justo encima de una bolera, donde se alternaban el silencio y el ruido del choque de las bolas contra los bolos, solo acompañados por la jerga de un viejo actor de vodevil al que el campeón llamaba «su estratega secreto». Decía el gran periodista deportivo Robert Lipsyte que tal vez era porque era lo suficientemente viejo como para haber conocido al héroe historico de Alí, Jack Johnson. Aquel maestro de ceremonias había nacido como Lincoln Theodor Monroe Andrew Perry, porque su padre quiso que llevara el nombre de cuatro presidentes de los Estados Unidos; eso le traería suerte. Pero muy joven cambió su nombre por el del caballo que había derrotado a aquel por el que había apostado todo lo que tenía, incluidos sus zapatos: Stepin Fetchit.
Decía el censo que había nacido en Florida en 1902, hijo de inmigrantes caribeños, aunque anciano confesó que su verdadero año de nacimiento era 1896. Como a tantos otros hombres de la época, la pobreza le empujó abandonar el hogar con catorce años para salir a ganarse la vida. Perry comenzó a trabajar muy joven en un circo ambulante, donde aprendió a bailar claqué y a recitar, y con dieciocho años actuaba como payaso juglar en diferentes compañías del circuito de vodevil del sur de los Estados Unidos. El vodevil en ese momento era considerado una liga menor en comparación al teatro serio, pues en estas representaciones uno podía encontrarse con las actuaciones más disparatadas, muchas veces sin nexo ni sentido de continuación. La sesión podía comenzar con un espectáculo de baile para pasar a una actuación de magia, una doma de caballos, un monólogo humorístico, la proyección de un cortometraje, representar una obra de teatro y terminar con la intervención de un forzudo levantando barriles.
Stepin tuvo la fortuna de ser visto por un cazatalentos de Twentieth Century Fox Studios, que buscaba a un joven negro para diversos papeles secundarios, y le ofreció hacer una prueba de cámara. Pronto configuró un personaje que le llevaría a la fama y le convertiría en el primer actor negro en aparecer en los títulos de crédito de un filme, además de ser también el primer afroamericano en firmar un contrato por un millón de dólares, más que una fortuna a mediados de los años veinte. Con su mirada desenfocada, cuerpo desgarbado y habilidosa flexibilidad de bailarín, creó la personalidad del Hombre más vago del mundo. La audiencia, blanca en su mayoría, lo encontraba hilarante representando el estereotipo de negro analfabeto, servil y holgazán.
Su ascenso en la industria, que era liderada por actores blancos, fue visto inicialmente como un giro positivo para los actores negros. En 1929 apareció en una película titulada Hearts in Dixie, que fue la primera producción de estudio en jactarse de un elenco predominantemente negro. En el mismo año apareció en muchas otras películas, incluyendo Kid’s Clever, The Ghost Talk, Show Boat, Innocents of Paris y Big Time. Solo en 1934 participó en doce películas y en toda su trayectoria artística, comprendida entre 1925 y 1976, figuró de forma relevante en medio centenar de producciones. En la cima de su carrera vivía en una lujosa mansión en Beverly Hills, era propietario de una colección de doce coches de lujo y se hacía servir por un equipo de dieciséis criados filipinos. Pero con el crecimiento del movimiento por los derechos civiles comenzó a ser duramente tratado por sus líderes, que lo retrataban como ejemplo perfecto de Tío Tom. Para colmo, su alto estilo de vida y una serie de malas inversiones le hicieron perder toda su fortuna, teniendo que declararse en bancarrota a mediados de los años cincuenta. En 1960 mendigaba por las calles de Chicago, hasta que un joven aún llamado Cassius Clay lo reconoció e invitó a formar parte de su equipo a cambio de comida y cama.
En 1968, el canal CBS emitió un documental titulado Historia negra: perdida, robada o extraviada que le valió a su guionista, Andy Rooney, un premio Emmy. Este documental, narrado por Bill Cosby, criticaba la forma en que los negros eran representados en las películas estadounidenses desde el inicio de la industria. En este, se mencionaba a Stepin Fetchit en diversas ocasiones y se le condenaba por haber hecho perdurar el estereotipo de que los negros eran vagos y ladinos. Llegó a demandar a los productores por difamación de carácter; sin embargo, perdió la demanda y su imagen quedó, si cabe, aún más duramente deteriorada. En 1969 su hijo mató a su esposa, a cuatro personas más, y después se suicidó. El pionero actor declinaba en amarga oscuridad, sus escenas eran cortadas para evitar disturbios en las proyecciones y, entre los jóvenes negros, llamar a otro Stepin Fetchit era ahora sinónimo de insulto.
Él, que lejos de su personaje era un hombre culto (llegó a escribir una columna semanal en el diario Chicago Defender), defendía que en realidad el hombre más vago del mundo representaba a un insurgente, un rebelde que se burlaba de sus opresores fingiendo ser perezoso e ignorante, explotando así el sentido de superioridad de los blancos para salirse con la suya. Arrastrando los pies, balbuceando, holgazaneando cada vez que podía, con los párpados pesados y la mandíbula colgando, rascándose la cabeza rapada con cara de desconcierto cada vez que el blanco le ordenaba, recriminaba o gritaba algo. Decía que lo que hacía en realidad era combatir esa supuesta autoridad, que la representación del representado era en un acto de sabiduría y supervivencia. Alejado del Tío Tom, servil y alabado por sus amos blancos por su excelente conducta de buen esclavo, el hombre más vago del mundo sería un saboteador.
En 1976 sufrió un ictus que lo dejó medio paralizado y fue acogido en el Motion Picture & Television Country House, la casa de retiro que financia el fondo de cine y televisión para actores jubilados. Cuando falleció en 1985 pocos se acordaban ya de él: no recibió ningún homenaje ni premio póstumo. Le faltaban, según sus propias cuentas, dos meses para cumplir noventa años.
En aquellos días en que Fetchit hacía de maestro de ceremonias para Muhammad Alí, en una ocasión habló de él a un periodista en los siguientes términos: «Es como una de esas obras en que el villano del primer acto resulta ser el héroe, en el último acto. Así va a ocurrir con el campeón. Y es así como lo quiere él, porque para la taquilla es mejor que la gente no lo entienda». Tal vez, en realidad, hablaba de sí mismo.
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