«The Masterplan» de Oasis: cuando las caras B se convierten en obras maestras
Se suelen relacionar los momentos más álgidos de un cantante o de una banda con sus éxitos. El propio panteón de la música popular se va edificando continuamente en base a singles o álbumes que por ventas y/o críticas entran a formar parte de nuestra cultura referencial. No tienen por qué ser los mejores (lo que quiera que signifique eso en algo tan subjetivo como la música), pero son los que engrosan nuestros cánones generales. Por ejemplo, sentencias como «los cinco primeros discos de Metallica son los buenos» o «el Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band de The Beatles es el mejor elepé de la historia», sean verdaderas o no, adquieren la condición de reales de acuerdo a nuestro horizonte cultural y, por tanto, funcionan como mantras de sabiduría que se trasmiten ininterrumpidamente. Por supuesto, estas pueden llegar a ser cuestionadas por outsiders de lo establecido, pero su poder preceptivo no solo sobrevive a esa crítica sino que muchas veces se ve enriquecido por ella.
No obstante, si aceptamos esta especie de narrativa maestra como reflejo del éxito musical (y este a su vez como sinónimo de algo positivo desde el punto de vista artístico), todo lo que haya quedado en un segundo plano olvidado por ella podría considerarse también, en una suerte de juego melómano, como material evaluable. Siguiendo la lógica de esta reflexión, hay pocos elementos más interesantes para el juicio musical que aquellas canciones que han sido descartadas como repertorio representativo de un artista: las conocidas como caras B.
Para referirnos a ellas de forma genérica, se podría decir que las caras B son los patitos feos de un single; esas canciones escondidas al otro lado (originalmente en el formato en vinilo, ya que estaban en la cara inversa a la del tema que se quería promocionar en las emisoras) y destinadas a empolvar los anaqueles de una discografía por su condición de relleno. Es difícil imaginárselo hoy en día, cuando el mercado del single y el del disco ha sido fagocitados por la piratería y la música en streaming, pero hubo un tiempo en que los álbumes se promocionaban con lanzamientos de canciones radiables que iban acompañadas por material complementario y normalmente exclusivo.
Sin embargo, esas canciones perdidas muchas veces se han convertido no solo en objetivo de coleccionistas por ser rarezas, sino por descubrirse como auténticas joyas que dada su naturaleza predeterminada fueron condenadas al olvido. Por lo tanto y volviendo a la reflexión del principio, si la salud de un músico se mide por sus canciones representativas, también podría evaluarse de acuerdo a lo que por motivos que solemos desconocer (la mayoría comerciales) se ha quedado en el trastero. En ese sentido, las caras B a veces reflejan el genio mayúsculo de sus creadores, y en las últimas décadas han sido pocas las bandas de rock que han desechado un listado tan bestial como Oasis. De acuerdo, la mayoría de esas canciones pertenecen al periodo 1994-1996, momento en el cual Noel Gallagher parecía haberle vendido su alma al diablo a cambio de solo componer temazos, pero ahí están.
Siguiendo esas verdades absolutas de las que antes hablábamos (así como las propias palabras del mayor de los Gallagher, quien aseguró en su día que su intención era crear dos grandes álbumes y vivir el resto de su vida de ellos), el legado de Oasis podría resumirse en dos obras maestras, Definitely Maybe (1994) y (What’s the Story) Morning Glory? (1995), y una serie de discos fallidos con algún que otro destello a celebrar. La realidad es que la fertilidad de sus primeros años quedó reflejada en un disco de 1998 que, por petición popular (y suponemos que para revitalizar una carrera que por entonces comenzaba a estancarse), reunió las mejores caras B de su repertorio anterior: The Masterplan.
Que en opinión de buena parte de sus acólitos este sea su tercer mejor álbum (con permiso de Dig Out Your Soul), demuestra que la calidad musical de una cara B no tiene por qué desmerecerse y también que por aquel entonces los de Manchester abusaban cosa fina. Y es que The Masterplan rivalizaría directamente con lo mejor de los que para la crítica musical han sido los sustitutos de Oasis en los últimos veinte años. A fin de cuentas, es un disco repleto de trallazos que la banda inglesa había convertido en míticos entre sus seguidores a base de hacerlos indispensables en sus conciertos: ahí tenemos himnos para cantar a voz en grito como Acquiesce, medios tiempos perfectos como Half The World Away (que a día de hoy es una de sus canciones más escuchadas en Spotify), baladas por las que cualquier grupo mataría como Talk Tonight o inspiradísimos temas marca de la casa como Stay Young, (It´s Good) To Be Free o Rockin’ Chair.
Pero posiblemente la mejor demostración del nivel general del álbum sea la anécdota que acompaña a su mejor canción, la cual además da nombre al recopilatorio: The Masterplan fue la cara b de Wonderwall, el tema por antonomasia del grupo, y esa es una etiqueta que a priori podría pesar demasiado. No es de extrañar las pajas mentales que a mediados de los noventa elevaron a Oasis a la condición de herederos de The Beatles en el Reino Unido, al menos si tenemos en cuenta cosas como acompañar a una de las canciones más famosas de la historia con un tema supuestamente segundón pero que en realidad era casi tan bueno como el hit en cuestión. Esa insultante desfachatez creativa ha sido siempre una actitud característica de los Gallagher y Noel la explicó años después en una entrevista, con la flema británica que acompaña a todas sus palabras: «The Masterplan es la canción por la que más me arrepiento de haber sido un testarudo de mierda y decir: se escribió para ser una cara B y cara B se queda. (…) Soy un idiota. De mis canciones, es una de mis favoritas. (…) Todo es brillante. Alguien me pidió que escribiese una cara B y recuerdo que le dije a Allan McGee (manager de la banda): ¿Buscas una cara B? Esto es lo que escribí. Él me dijo que era demasiado buena y yo le contesté que no escribía canciones de mierda. Pasaron volando tres años y le dije: ¿podemos publicar The Masterplan como single?».
Así pues, realmente hubo un tiempo en el que Oasis estaban posados sobre los hombros de gigantes. Y sus caras B nos lo demuestran tanto como sus éxitos.
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