Trabajar y morir en la convivencia imposible – 15 de abril

Tenaris, Brembo, ABB, Persico. Así se llaman algunas de las empresas que no quisieron cerrar en Bérgamo, cuando Lombardía ya se asfixiaba de peste. Tenaris, Brembo, ABB, Persico: dos, tres sílabas, un acrónimo: el dinero usa nombres para el olvido. Los cuatro mil ochocientos muertos de Bérgamo se llamaban Enrica, Saverio, Sandro o Liliana: la prensa local habla de ellos y les recuerda con fotos. L’Eco di Bergamo hizo récord en marzo: diez páginas de necrológicas al día durante una semana. El director del periódico dice que todavía no sabe si la pandemia creció a lomos de la política, la economía o la falta de sentido común.
Bérgamo, la capital de la pandemia en Italia y en Europa, nunca bajó la persiana. Recuerda la periodista Alba Sidera las presiones de la patronal, Confindustria, y la complicidad de los políticos al frente de la región. Empezando por el gobernador. Se llama Attilio Fontana, y es de La Liga, tan patriota que dejó que las empresas siguiesen metiendo a sus trabajadores en las fábricas como si fuesen mataderos. «Primero, los italianos», se le hincha el pecho a la Liga de Salvini. Más bien: los euros italianos. «Bérgamo no se detiene»: otro eslogan, este del alcalde, del Partido Demócrata, ni siquiera un rescoldo del PCI, muerto y enterrado, que en Bérgamo tenía capital.
De Bérgamo ahora queda la imagen de los camiones del ejército llevándose a los muertos que ya no cabían en el cementerio. La muerte en caravana es más memorable que un hashtag. #YesWeWork, sí trabajamos, decía el de la patronal italiana mientras los camiones fúnebres calentaban motores. El dinero no pide perdón. El dinero hace pruebas. Tests: «menos impuestos, más testeo», leo a las nietas de Videla en Argentina. El dinero global no quiere que la máquina se pare, como demuestran sus capitanes Johnson y Trump: a uno lo paralizó la UCI y al otro ni siquiera la muerte de sus amigos. «America, first»: sí, también en la lista de difuntos.
En muchos países, el primer gran foco de contagio fue en un funeral. Ahora se entierra sin sepelio por culpa de la peste: un drama en lugares como España, capital europea de las despedidas fúnebres, en gasto por habitante. El síndrome de abstinencia lleva a los más adictos a la muerte a colocar un crespón negro en las banderas de su balcón. O a llevar mascarillas de combate. Negra sombra que me asombras. Novios de la muerte globalizada. En todo el mundo hay quien llora más por su país que por su gente: es bandera, empresa, una nación al servicio del balance contable. No una patria curada sino con los muertos a cuestas: haciendo dinero para pagar el funeral.
Notas de Extramuros es una columna informativa de Siglo 21, en Radio 3. Puedes escucharla en el siguiente audio y acceder al programa pulsando aquí. También puedes revisar todas las Notas de Extramuros en este Tumblr.
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