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Cinefórum XXII: El ocaso del samurái

Una semana más nos hemos visto atrapados por el hipnótico cine nipón con una película que, aun siendo del 2002, trata una temática ampliamente abordada en el pasado, el mundo samurái, con una maestría y un preciosismo propio de quien ha sabido heredar en su forma de trabajar todo el acervo estético de sus grandes predecesores.

El ocaso del samurái forma parte de una trilogía de películas en la que tres cintas independientes en cuanto a la trama, las épocas y los actores, se comparten entre otras cosas rasgos estéticos y plásticos como el uso del color y la configuración de los planos, así como factores ya típicos en este tipo de películas como la rectitud de la vida samurái, los conflictos interiores de los personajes, el enfrentamiento de esta civilización con el paso del tiempo, el avance de la tecnología y el contacto con el exterior.

Seibei Iguchi (Hiroyuki Sanada) es un samurái de bajo rango, viudo, que se dedica a labores burocráticas y lleva una vida austera orientada por entero a cuidar de su madre ya senil y de sus dos hijas pequeñas. La aparición de Tomoe (Rie Miyazawa), una antigua amiga de la infancia que viene de una penosa separación, enciende en Seibei las esperanzas de un nuevo amor y felicidad; sin embargo, las vicisitudes en el pueblo en que viven así como las convulsiones del país llevarán a Seibei a tener que enfrentarse a su condición de sirviente, guerrero y héroe.

Yoji Yamada nos transporta a un Japón decimonónico donde se solapan tradiciones ancestrales con la llegada de nuevas armas y tecnologías; una época que termina y otra que empieza donde la vida doméstica tradicional permanece igual que hace siglos. Con un bello y pulcro realismo y una fotografía magistral, vemos planos que podrían ser bodegones vivientes que se mueven con ritmo pausado y elegancia entre los personajes, convirtiéndose la intención estética en una protagonista indispensable de la película. Si de algo podemos sospechar, es de cierto anacronismo en la mentalidad de los dos protagonistas, particularmente de Seibei, que acepta lo que le mandan supeditado a no mancillar el honor de su familia y de sus hijas, aun siendo consciente del sinsentido de la violencia y de la banalidad y frivolidad que acompañan a la gloria, la fama, la promoción social y el reconocimiento de sus superiores.

El ocaso del samurái es una película que, a pesar de haber sido ampliamente premiada por la academia del cine nipón y haber sido nominada a los Oscar como mejor película extranjera en 2003, no ha llegado al gran público ni a las grandes salas. Pasa a través del tiempo, como su personaje principal, discreta y contenidamente, siendo consciente de todo el poder que lleva dentro, pero sin hacer alarde de él.

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