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Arte y Letras

La ciudad y la ciudad, el arte de no ver según China Miéville

Si existe un autor del mundo de la literatura fantástica y la ciencia ficción que se ha ganado a pulso convertirse en el nuevo hombre a seguir del panorama internacional, ese es China Miéville. Activista político en la izquierda británica, historiador en activo, ganador de múltiples premios literarios, guionista de cómics para DC, escritor de parte de un módulo para el Pathfinder RPG… el principal representante de lo que se ha dado en llamar la New Weird es una figura casi inabarcable, uno de los pocos autores contemporáneos que luchan para convertirse en un referente futuro al nivel de sus propios referentes. 

Dentro de la ya abundante producción literaria de China Miéville, hay una notable cantidad de obras que podríamos considerar definitorias: ahí tenemos La estación de la calle Perdido (Perdido Street Station, 2000) dando el pistoletazo de salida a la trilogía de Bas-Lag; también la maravillosa Embassytown (id., 2011), una novela capaz de llevarle definitivamente a la ciencia ficción más clásica y encumbrarle en el proceso; pero si hay una novela de Miéville que sirve para tratar de situar su trascendencia en el panorama del fantástico más global, esa es sin ninguna duda La ciudad y la ciudad (The City & the City, 2009).

No es precisamente un ejercicio de originalidad elegir La ciudad y la ciudad para hablar de Miéville. La novela ganó el premio Hugo junto a La chica mecánica (The Windup Girl, 2009) de Paolo Bacigalupi, y también se alzó con el BSFA, el World Fantasy Award o el Arthur C. Clark entre la colección de premios que subrayan su capacidad para fascinar al lector.

The City and The City drawing 02

Las ciudades que no vemos

Cuando se habla de la ciencia ficción para adultos, de aquella que se considera adecuada para los sesudos literatos y la cultura más supuestamente elevada, se suele emplear una paráfrasis consistente en denominarla como literatura de ideas. Es sencillo atacar semejante categoría por la mera cuestión de que difícilmente existirá en algún momento una literatura sin ideas, algo que no dejaría de ser obligatoriamente una cáscara vacía. Sin embargo, se trata de una expresión que ha tenido cierta fortuna, y eso suele indicar que existe algo en ella que puede servirnos de guía para acercarnos a algunos títulos.

The City and The City Cover 02Si entendemos que la literatura de ideas se usa para definir aquellas obras en las que los presupuestos argumentales se ven como subsidiarios del gran mensaje que nos quiere dar el autor, no es difícil ver que haya terminado relacionándose con la ciencia ficción debido a su capacidad para que todo el universo en el que tiene lugar la acción se convierta en una extensión del tema a tratar. De ahí que un indefinido futuro postapocalíptico sirva de fondo para una obra como La carretera (The Road, 2006) de Cormac McCarthy, o que el Devon de El sabueso de los Baskerville (The Hound of the Baskervilles, 1902) acabe siendo un escenario difuso que no tiene por qué relacionarse con los verdaderos páramos del sudoeste del Reino Unido.

Siguiendo esta línea, sería fácil situar en esa literatura de ideas a La ciudad y la ciudad, una obra en la que a menudo el verdadero protagonista de la historia es el lugar en el que sucede la misma. Así, las ciudades de Besźel y Ul Qoma son una y dos a la vez. Se trata de dos ciudades que comparten su espacio, pero que nunca deben mezclarse. Aquí tenemos que dejar claro que no nos referimos a una solución más cercana al fantástico o a la especulación científica: ninguna de las ciudades parece estar dotada de ningún tipo de capacidad para ser ignorada por los habitantes de su mismo espacio, sino que simplemente los nativos han aprendido desde la infancia a no ver la otra ciudad. Esto incluye evitar los barrios en los que tu propia ciudad no tiene presencia, esquivar a los ciudadanos de la otra ciudad por la calle sin siquiera mirarles fijamente por las zonas compartidas, no observar los edificios que pertenecen de manera indudable a la otra urbe… China Miéville plantea un lugar en el que sus habitantes han aprendido a ignorar de manera inconsciente la mitad de su entorno y sus habitantes, temerosos de una fuerza que no comprenden y que llaman «La Brecha».

The City and The City drawingEsa idea de una sociedad completamente operativa, pero capaz de ignorar lo que les rodea y actuar como si no estuviese ahí, es el gran logro conceptual de Miéville. La situación de las ciudades nos fascina mientras la descubrimos mediante los ojos del inspector Tyador Borlú, un hombre atrapado en algo demasiado grande para él, pero que está dispuesto a hacer su trabajo lo mejor que pueda; un nativo de Besźel que está siempre tratando de ignorar a los habitantes de Ul Qoma y nos presenta su situación como algo normal, poco más que un hábito adquirido.

Volviendo a esa literatura de las ideas, es fácil ver el punto en el que quiere incidir el autor cuando nos presenta unas ciudades (solamente una desde un punto de vista convencional) semejantes. Nuestra existencia urbana no es únicamente la de ciudadanos, sino también la de espectadores, dispuestos a ignorar sin ningún problema mucho de lo que sucede a nuestro alrededor, a ser capaces de dejar de verlo y centrarnos en nuestra propia existencia. Las ciudades en las que vivimos, nos dice Miéville, están llenas de sitios que ignoramos de manera inconsciente y sacamos de nuestro mundo. No hace falta que estemos en un lugar indeterminado del este de Europa, ni que exista una autoridad superior incomprensible que nos controle mediante el miedo… de manera natural hemos aprendido a no mirar aquello que no debemos ver, a evitar chocar con los otros por la calle y a no hablar de ellos. Tal vez ahí radique la magia de que nuestro protagonista provenga de la más pobre Besźel, la occidental y retrasada urbe que convive con la pujante Ul Qoma, una separación de clase que nos habla de la existencia de estratos sociales y económicos que han aprendido a no relacionarse entre ellos.

The City and The City Map 2

El pasado como ficción

Otro aspecto ineludible de La ciudad y la ciudad, y también en general de la obra de Miéville, es el misterio que envuelve al pasado de sus creaciones. Los mundos creados por el británico son lugares cuyo origen está perdido en las nieblas del tiempo, guiados por costumbres y tradiciones que nadie comprende; anquilosadas construcciones sociales cuya única esperanza parece ser el cambio, que por otra parte nunca está realmente próximo a suceder.

PrintEn el caso de Besźel y Ul Qoma, nadie conoce el origen de la situación de las ciudades, el por qué comparten espacio, por qué sus idiomas están claramente emparentados, por qué hay restos incomprensibles de una civilización precursora aparentemente muy avanzada. Todo ello construye un rompecabezas perfectamente manejado por un Miéville que muestra las ventajas que para ello le da su formación como historiador. La historia de las ciudades es una disciplina en movimiento, herida por la misteriosa desaparición de más de un siglo de documentación y la tendencia de la urbe más avanzada, en la que además se encuentran casi todas las excavaciones, por vender sus tesoros nacionales. La historia de las ciudades es la base de su estado actual, pero, curiosamente, nadie la conoce realmente.

Para ayudar a darle un toque de verismo a lo sucedido, Miéville no duda en aprovecharse del fenómeno de la pseudohistoria, uno que le viene que ni pintado para superponerse sobre el extraño mundo que ha creado. De ahí que existan rumores de la existencia de una tercera ciudad que estaría situada en los lugares olvidados tanto por Besźel como por Ul Qoma. Miéville siempre ha estado cerca de la obsesión al tratar de estos lugares que están pero no están en el mismo sitio; buena muestra de ello es su relato Reports of Certain Events in London, que trata de calles que se trasladan entre ciudades y tienen sus propias vidas independientes de los lugares donde se deberían encontrar.

The City and The City Cover 01En el caso de La ciudad y la ciudad se nos presenta a un supuesto pope caído en desgracia de la conspiranoia con respecto a esa tercera urbe; una figura que a uno no puede dejar de recordarle a todos los teóricos de la conspiración y defensores de la pseudohistoria que se haya topado en su vida. El que el personaje esté aparentemente inactivo, convertido en una reliquia del pasado en la universidad, no hace más que permitir que nos podamos acercar a su figura con una bondad que no nos merecería en su fase de charlatán.

China Miéville sabe mostrarnos cómo, frente al desconocimiento, nuestra respuesta puede ser perfectamente la construcción y posterior aceptación de una ficción que no responda a la realidad sino a nuestros deseos. La aceptación de esas nuevas verdades, su atractivo y esa constante duda en torno a su naturaleza, están presentes en la novela, sirviendo como una guía para enseñarnos nuestras maneras de responder a lo desconocido, abriendo nuevas líneas de reflexión.

China Mieville

El género por encima de todo

El último giro genial de China Miéville, sin embargo, se encuentra en que todo lo anterior lo empaqueta en lo que es una novela negra al uso, una obra genérica que se siente orgullosa de su naturaleza y juega con todos los tópicos y las características del noir para atrapar al lector y conseguir que se sienta fascinado por los sucesos que se nos narran. En una entrevista, Miéville decía que le gustaba tratar temas sociales y culturales en sus obras fantásticas (hablaba acerca de su trilogía de Bas-Lag), pero que también le gustaban los monstruos. Algo parecido le ocurre aquí, donde su gusto por el género negro le permite escribir una obra claramente guiada por el entusiasmo de la narración, lejos de considerar esta como una mera excusa, viéndola como el objetivo final.

La ciudad y la ciudadEl éxito de la parte más genérica de La ciudad y la ciudad puede verse reflejado en el hecho de que la BBC decidiera adquirir sus derechos para realizar una miniserie de cuatro episodios. El proyecto ya se está grabando en el momento en el que escribo este artículo, y lo hace con David Morrissey como protagonista y el aparentemente imposible reto de llevar a la pantalla una de las ideas más alocadamente geniales de la literatura a la hora de describir una ciudad. Pocas veces una adaptación literaria ha podido despertar tanta curiosidad para los lectores de la obra que la inspira.

Michael Moorcock, una de las grandes figuras vivas del fantástico, fue la afortunada elección del diario inglés The Guardian para escribir la reseña de La ciudad y la ciudad cuando se publicó. Nos decía que «el autor celebra y mejora el género que ama y nunca ha abandonado». Esas palabras del gran maestro debieron ser el mayor de los honores para Miéville; también deberían servirnos para pensar que a veces las mayores obras pueden surgir dentro de los géneros, que las barreras de la literatura están derribadas desde hace mucho y que necesitamos que sigan existiendo autores como China Miéville para recordárnoslo.

Ismael Rodríguez Gómez
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