El ser humano se ha visto enfrentado, desde siempre, a la enfermedad. Y, si para la humanidad ha supuesto un gran reto hacer frente a las enfermedades físicas, más desafío suponen si acaso las enfermedades mentales. El cerebro, ese gran desconocido, magnífica máquina capaz de albergar y producir lo mejor y lo peor del género humano, y excepcional imán para el mundo del cine. Muchas películas han reflejado con mayor y menor fortuna y con diferentes estilos la capacidad de sus personajes para afrontar la enfermedad y los trastornos mentales. Si en Enemy asistíamos al lado más turbio de la patología de un personaje, esta semana volvemos a basarnos en un libro para asistir al lado más emotivo e inspirador del protagonista con la adaptación cinematográfica de Mi pie izquierdo (My left foot).
Jim Sheridan firma esta cinta de producción británica e irlandesa que narra la dura vida de Christy Brown, pintor, poeta y escritor irlandés que luchó y convivió desde su nacimiento con una parálisis cerebral que hacía que solo pudiera controlar su extremidad inferior izquierda. Se trata de un biopic duro y emotivo que acongoja y sorprende por su verosimilitud con la historia real.
Si bien la cinta es correcta en su factura, es la interpretación de los dos personajes principales la que hace ganar puntos a la película de forma importante. Daniel Day-Lewis da una lección magistral de interpretación poniéndose en la piel de Brown, mientras que por su parte Brenda Fricker da vida a la tenaz madre del pintor. Premiados ambos en 1990 con el Oscar a mejor actor principal y mejor actriz de reparto, no podemos hablar aquí del típico duelo de interpretaciones, sino de una única gran interpretación por parte de Day-Lewis y Fricker; ambos personifican a un hijo y una madre unidos por la desgracia y la adversidad, dos personas que unidas como un solo ente hacen frente a las vicisitudes vitales con un fabuloso alarde de resiliencia.
Si bien la película termina oliendo un poco a naftalina, ofreciendo un final demasiado almibarado, es importante resaltar la parte didáctica de la misma: asistimos a una historia cruda, de enfermedad y dificultades como muchas de las que, en mayor o menor medida, nos pueden afectar y rodear día tras día. La forma en que las afrontamos depende de nosotros.
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