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Dead Can Dance – «The Ubiquitous Mr. Lovegrove»

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En los años ochenta y los noventa en los Estados Unidos tenían mucha fuerza las llamadas radios universitarias. A pesar de que siguen funcionando, estas emisoras de cuya programación se encargan estudiantes en lugar de profesionales han perdido fuerza en la época de YouTube y Spotify; pero en el pasado podían lanzar a un grupo a la fama, elevar un sencillo a la gloria y dar sorpresas muy agradables a sus oyentes. Uno de los momentos más delirantes de estas estaciones, en el mejor sentido de la expresión, fue el inesperado éxito de Dead Can Dance con su sexto álbum, con el que el grupo pasó de ser un gran desconocido para el gran público a entrar en el Billboard 200, convertirse en la banda de más éxito de 4AD y verse inmerso en una gira mundial que acabaría dando lugar a su directo Towards the Within.

Dead Can Dance parecía, a veces, dos grupos en uno: la unión casi imposible de las sensibilidades de Lisa Gerrard y Brendan Perry. Los dos habían sido pareja, se separaron en 1989, y habían dado vida a un proyecto en el que sus voces, tan diferentes como magnéticas, se paseaban por discos que buscaban aunar sensibilidades casi medievales con la escena oscura de la música inglesa. Eran un grupo tan particular que colgarles una etiqueta era prácticamente imposible. Tan pronto tenían coros casi gregorianos como usaban sintetizadores, huían de los estribillos, se acercaban a la música folk del resto del mundo. Lisa Gerrard a veces incluso cantaba en su propia isoglosa

Y ese grupo terminaría triunfando con un tema, el segundo de su magistral Into the Labyrinth, en el que los sonidos de reminiscencia árabe se daban la mano con la voz de barítono de Perry. La canción cuenta con un riff serpenteante e hipnótico que explica su éxito, unido a una estructura posiblemente más convencional de lo habitual en el grupo. Percusiones tribales redondean un tema que, contra todo pronóstico, acabó sonando hasta en los clubes nocturnos, como mostró Cruzando la oscuridad, película dirigida por Sean Penn.

The Ubiquitous Mr. Lovegrove sirve perfectamente como un homenaje a un tiempo ya pasado, en el que el éxito musical podía llegarle a un grupo veterano y poco comercial gracias al boca a boca y a la entrega de un puñado de jóvenes que estaban abiertos a toda la música que les llegara. Dead Can Dance solamente grabarían un disco más de estudio antes de separarse y de que Lisa Gerrard llegase a los cielos de la música cinematográfica de la mano de Ridley Scott en Gladiator. Se terminaron reuniendo, por suerte para todos nosotros, y ya han publicado dos discos en 2012 y 2016. Por supuesto, ambos pasaron desapercibidos salvo para sus más acérrimos seguidores. Estamos en otra época: ya no hay lugar para el éxito inesperado y Dead Can Dance no tendrá otra The Ubiquitous Mr. Lovegrove.

Ismael Rodríguez Gómez
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