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El seriéfilo: junio de 2015

Ya llegó el verano, ya llegó la fruta, quien no vea series, es un hijo… predilecto de esta gran sociedad, por no malgastar su valioso tiempo en tonterías capitulizadas. Como yo no tengo nada valioso que perder (ni siquiera mi tiempo es de buena calidad), procedo a comentar todas las tonterías de este género que he visto a lo largo de este mes de calor y fruta.

Junio es un mes de liberación para todo seriéfilo que se precie porque, aunque nos quejemos de cara a la galería del drástico descenso de series en parrilla, es todo una pose. En el fondo estamos encantados de poder ponernos al día con las montañas de material que hemos ido acumulando durante todo el año y también de placeres más mundanos como ir a la playa o la piscina a remojarnos un poco, que el calor aprieta y ser aislante térmico todavía no está entre mis cualidades.

Vamos a empezar por lo obvio: se terminó la quinta temporada de Juego de Tronos (HBO) con el dudoso honor de convertirse en la más floja de las hasta ahora emitidas, sobre todo en cuanto a las tramas, que avanzan muy lentamente. A pesar de un buen último capítulo y unos veinte minutos trepidantes tanto en el octavo como en el noveno, cien minutos no pueden salvar toda la temporada de una serie a la que exigimos siempre la excelencia. Quiero pensar que esta titubeante entrega tiene que ver con la incertidumbre que contagia a la productora el distraído ritmo de escritura que lleva nuestro orondo y glotón escritor. Da la impresión de que no van a ser capaces de bajar el ritmo lo suficiente como para dar tiempo a la publicación de los libros. Esto ha provocado la gran polémica del mes: el cambio de tramas. Vamos, que los guionistas se pasan por el forro lo que ocurre en los libros y van a su bola. Yo, como soy capricornio y no leo (badum badum tchass), no sé de qué hablan, pero si nos centramos estrictamente en lo que hemos visto en la pantalla, me parece que siguen líneas argumentales coherentes y bien hilvanadas, por lo que no tengo ninguna queja. Es más, si fuese fan lector, estaría agradecido de ver capítulos donde me sorprendiesen y no saber lo que va a pasar en cada momento. Resumiendo, que si una serie está basada en un cómic o en un libro, me parece bien que los guionistas se tomen la libertad de cambiar lo que quieran siempre que esté justificado y no rompa la armonía de la serie (como es el caso).

Siguiendo con opiniones polémicas, se ha acabado la sexta temporada de The Good Wife (CBS) y he notado, sobre todo en los últimos capítulos, un agotamiento de ideas peligroso. Da la sensación de que las tramas empiezan a avanzar en círculo, acabando siempre en el mismo punto inicial y, aunque creo que llevan bastante tiempo recurriendo al loop infinito del guion, es la primera vez que no son capaces de enmascararlo o adornarlo (por utilizar un verbo más positivo) lo suficiente como para que no salte a la vista.

Junio también ha sido un mes de reencuentro con buenos amigos. La segunda temporada de Penny Dreadful (Showtime) nos muestra en su primera escena una declaración de intenciones: Vanessa (Eva Green) pasea pausadamente por un parque nevado seguida por movimientos de cámara elegantes y encuadres preciosistas, y es esa belleza de forma y esa acción pausada la que no faltará a lo largo de toda la temporada que, dicho sea de paso, supera a su antecesora en todo. También regresa la tercera temporada de Orphan Black (BBC America) con una historia más fluida y menos enrevesada que en su anterior entrega, cerrando el arco argumental sobre el origen de los clones y volviendo a retomar ideas que ya se plantearon en los comienzos de la serie (para explicar esto habría que recurrir al libro Cómo alargar la duración de una serie que no se creía que iba a tener éxito sin que se note, vol. I). Power (Starz) también comienza nueva temporada con algo bueno (una historia menos trillada que los típicos tópicos de los primeros capítulos) y algo muy malo (aparece más a menudo el rapero 50 Cent , a.k.a. destrozaescenas, antinmersión fílmica o, quizás el más sutil de todos, dedicatealamusicaydejalainterpretaciónporelbiendelahumanidad). Obviando este pequeño o gran error (mide 1,83 y pesa unos 95 kg), para aquellos que gusten del género gansta, es una serie muy recomendable. Pero quizás el retorno más entrañable y más esperado haya sido el de la tercera temporada de Orange is the new black (Netflix), que vuelve a conquistarnos con las peripecias de ese grupo tan especial de reclusas de las que, como si de unos amigos que solo vemos una vez al año se tratase, siempre tenemos ganas de escuchar nuevas historias. A pesar de los años, siguen interesando, divirtiendo y emocionando como el primer día.

En el rincón sci-fi del mes, destacan dos estrenos (no todo iban a ser reencuentros): la archipromocionada Wayward Pines (FOX), con todo el peso de una gran cadena detrás y cuyo parecido con Twin Peaks (ABC) y Lost (ABC) es únicamente cosmético, por mucho que se empeñen en compararlas. Se empieza con interés porque la situación de partida es extraña, el desconcierto crece hasta límites que en ocasiones raya el ridículo y es entonces cuando la historia da un giro de ciento ochenta grados del que no se sabe muy bien cómo van a salir para que todo resulte, al final, coherente. Ver veremos. El otro estreno es más modesto: Dark Matter (Space) arranca con un primer capítulo bastante sugerente (seis personas se despiertan en una nave espacial a la deriva sin recordar nada de su pasado), pero el segundo se parece a un episodio futurista de El Equipo A (NBC). Habrá que estar atentos sobre el camino que tomará la serie a lo largo de sus trece capítulos iniciales.

Este mes también hay que hacer hueco para el rincón geek, género muy prolífico en la recta final de la primavera. Y es que han vuelto las dos series más representativas del mundillo, cada una con un registro diferente, eso sí. Silicon Valley (HBO), con su humor cada vez más desenfadado y con la pareja GilfoyleDinesh rayando un nivel de bizarrismo difícilmente superable. Y Halt and catch fire (AMC), serie drama que continúa mostrándonos la evolución de la informática en los años ochenta, una vez que los últimos acontecimientos de la temporada anterior han dejado a cada uno de los personajes protagonistas en una posición distinta y que hará que tomen caminos diferentes, pero siempre ligados al mundo informático. Por último, dentro de este oscuro rincón, encontramos el mejor estreno, o al menos el mejor piloto del mes, ya que de Mr. Robot (USA Network) solo hemos visto un capítulo. De momento, sabemos de ella que narrará la historia de un hacker informático con trastornos de personalidad (el personaje recuerda mucho al protagonista de la australiana The Code –ABC1–) que siente la creciente injusticia en un mundo en el que el uno por ciento de la población domina al resto, pero que se ve incapaz de lidiar en solitario contra las enormes megacorporaciones que provocan esta situación. La aparición de un grupo de hacktivistas liderados por el misterioso Mr. Robot le hará replantearse su objetivo en la vida. El primer acierto de la serie es su accesibilidad para todos los públicos: no es necesario saber nada de informática para seguir fácilmente los acontecimientos; segundo acierto, el ritmo. Aprovechando la inestabilidad emocional y sensorial del protagonista, la serie está montada como un thriller de espionaje en el que en todo momento estamos en tensión, siendo difícil distinguir entre el peligro real y las paranoias de Elliot.

Pero como no es mi estilo acabar con un buen sabor de boca, antes de retirarme quiero dar un palo a The Whispers (ABC), de la que me esperaba otra cosa. Puede que sea culpa mía. Primera escena: una niña habla con su amigo imaginario (Drill, para más señas) que le dice cosas que, aunque no la acaban de convencer, hace igualmente. Total, ¿cómo no vas a hacer caso al amigo imaginario que acabas de conocer? Resultado: la madre se da un buen hostión desde unos cinco o seis metros. Yo ya me veía en vela toda la noche porque, aunque me considero un macho ibérico, soy de la subespecie cagón miedica y genéticamente estamos predispuestos a acojonarnos con cada historia de terror que veamos. Por si eso fuera poco, también soy de la subsubespecie tontus temerarius que provoca que, a pesar de ser consciente de mi debilidad, busque ansiosamente ese tipo material que posteriormente me inducirá un estado de pánico irracional… Quienes pertenecemos a ambas categorías somos así. Al tema, que me pierdo (como siempre). El caso es que yo me disponía a disfrutar de cuarenta minutos de malrollismo, acojone y sudores fríos, pero ahí comienzan a meter a la CIA, el FBI, el ejército, un accidente de avión ultrasecreto… hasta conseguir que Drill, que seguía a lo suyo, hablando con niños, ya no diera ni una pizca de miedo. De modo que se me fastidió la noche y, por culpa de semejante incompetencia seriéfila, pude dormir a pierna suelta. Tuve dulces sueños y así… como que no. Al menos, así puedo irme indignado, como debe ser. Nos leemos el próximo mes.

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