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Antivacunas: eco de tinieblas – 29 de diciembre

El movimiento antivacunas nació con la primera vacuna: la de la viruela. En Leicester, Inglaterra, cien mil personas llegaron a manifestarse contra la vacuna del smallpox con pancartas y el ataúd de un niño: para los antivax de 1885, el remedio era peor que la enfermedad. Les apoyaba el clero local, que desconfiaba de la vacuna inventada por Edward Jenner porque procedía de animales: eso no era cristiano. Otros desconfiaban de la medicina, en general, y la mayoría pensaba que la vacunación obligatoria violaba sus libertades individuales. El siglo XXI está escrito en el XIX. La historia hace eco en la oscuridad.

Los antivacunas son un peligro para la seguridad nacional de Estados Unidos, ha escrito un organismo vinculado al FBI. El documento de InfraGard, disponible desde mediados de 2020, describe serios problemas de salud pública y de seguridad en caso de una resistencia notable a la vacunación porque eso puede dilatar sine die la inmunidad de grupo. En el informe no falta la sugerencia de que los antivax se apoyan en mentiras, fake news y tácticas de propaganda también utilizadas por agentes externos. O sea, Rusia. La reiteración de los enemigos también es un signo de decadencia, de un drama acartonado.

En Estados Unidos llegó a haber tres ligas antivacunas a comienzos del siglo XX: la de América, la de Nueva Inglaterra y la de New York City. Se quejaban de que la vacunación obligatoria violaba el derecho a cuidar de su cuerpo como Dios les dio a entender. El país se construía sobre las cadenas de producción: tecnificadas, deshumanizadas. Los tiempos modernos de Chaplin convertían a los hombres en autómatas vacunados para no faltar al trabajo. La ciencia, recuerda el filósofo Pablo Huerga, es también una fuerza productiva: por eso no se trata de negarla, sino de ponerla al servicio de los hombres y no de sus patrones.

En No mires arriba, los políticos ignoran a los científicos que alertan de que a la Tierra la acecha fatalmente un cometa. Los políticos ya no están de moda. En Independence Day, el presidente se unía al sabio para destruir a los bichos. En Parque Jurásico, sin embargo, los científicos se creían reyes y dioses, y creaban quimeras indeseables. Quizá Hollywood no sabe muy bien qué hacer con la ciencia, o sea, con el capitalismo, y por eso le salen monstruos. Pueden ser terroríficos como Alien, o cómicos nihilistas como los de Mars Attacks. Aquí científicos y periodistas acaban reducidos a cabezas sin cuerpo que se juran amor eterno antes de hundirse en el mar.


Extramuros es una columna informativa de Efecto Doppler, en Radio 3. Puedes escucharla aquí.

Víctor García Guerrero
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