Hogueras en el fin de la Historia – 7 de septiembre
El invierno se acerca y en Europa preparan hogueras. En el Reino Unido esperan lo peor. Es el país europeo que más electricidad produce a partir del gas y el que más cara va a pagar la escasez. Sobre todo, las familias pobres. Según datos del Fondo Monetario Internacional, los ricos británicos dedican el seis por ciento de sus ingresos a la energía; los pobres, casi el dieciocho. La crisis de energía también entiende de clases. A los que no les llega para calentar su casa tampoco podrán refugiarse en la taberna. Cientos de pubs piensan cerrar porque no podrán pagar la factura de la calefacción. Otros instalarán braseros.
En Alemania hay lista de espera para hacerse con una estufa de pellets. Y las de leña quemarán un combustible que ha duplicado su precio, de 99 euros el metro cúbico de madera a 200: no todos pierden en una crisis. Pero las compañías energéticas alemanas están tocando fondo: la locomotora europea dependía del gas ruso que ya no fluirá. El colapso de Alemania alienta el surgimiento de un contrapoder al este del río Oder. Polonia, Chequia, los Bálticos: el lado oriental del antiguo telón de acero aprovecha que el continente está congelado para pedir una Europa con capital en Washington.
Francis Fukuyama predijo el fin de la Historia con la caída de la Unión Soviética. Se equivocó: la Historia es un caballo desbocado al que los hombres quieren ponerle las riendas, decía el filósofo Gustavo Bueno. Hoy Fukuyama alerta de los peligros que acechan a la democracia liberal y cita a los extremistas. A Rusia y a China. El hambre y el frío, asegura el ensayista de Stanford, son precios que debemos pagar por vivir en la parte rica del mundo. Y el sistema debe garantizarnos el confort, aunque sea a costa de nuestras propias libertades. En el dilema y el shock, no ganan los sabios sino los fuertes.
Stanislaw Lem imaginó un futuro espacial en el que los seres humanos siguen siendo inevitables. Pero la tripulación del Invencible se encuentra con un gran desafío: unas máquinas de origen alienígena que son, ellas sí, inexpugnables. Su ventaja es la sencillez: se alimentan de la energía del sol. Y son estúpidas. Porque para sobrevivir, propone Lem, no hace falta ser sofisticado y listo sino simplemente capaz de adaptarse a las circunstancias. La hipótesis pesimista deja a los humanos confusos, melancólicos o locos ante una evolución mecánica basada en la muerte de la inteligencia.
Extramuros es una columna informativa de Efecto Doppler, en Radio 3. Puedes escucharla aquí.
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