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Rebelión en los campus – 2 de mayo

Estudiantes de más de treinta universidades de Estados Unidos han tomado el campus para manifestarse contra la guerra de Israel en Gaza. También hay protestas en Roma, Leeds, Coventry y París. Y en Melbourne y Sidney. Estados Unidos, Reino Unido y Francia: tres pilares del apoyo a Israel. En Alemania las prohíben a golpes. En Francia, los antidisturbios han entrado en la Sorbona. Y en territorio estadounidense desaloja las acampadas una policía que aplica con estudiantes y profesores las técnicas de represión que aplica a pobres y negros. En Indiana han llegado a desplegar francotiradores en el campus. A la autoridad le duele más la protesta que el genocidio.

«Cómo mueren las democracias» fue un éxito de ventas en la era Trump: la amenaza del populismo autoritario nacido en las entrañas del sistema. Pero Levitzky y Ziblatt no mencionan la transformación voluntaria de la democracia en un sistema de represión de la disidencia. La industria militar impone su voluntad: el Congreso de Estados Unidos aprobaba miles de millones de dólares para las primeras guerras de la globalización mientras los estudiantes levantaban sus campamentos y la policía revisaba sus esposas. Y paga titulares: estudiantes proterroristas, amigos de Hamas, amargados por el Covid. La democracia también se muere en la difamación.

En Gaza se está cometiendo un escolasticidio, según término y cuentas de la ONU: Israel ha matado ya a 5749 estudiantes, 261 profesores y 95 catedráticos. Y ha destruido todas las universidades de la Franja. Acallar esa realidad forma parte de la unanimidad que exige el belicismo y es coherente con la censura israelí al acceso de la prensa internacional al territorio que está arrasando. La palabra es peligrosa: el mayo francés se incendió en las aulas; en Portugal, la Revolución de los claveles se gestó en cuarteles llenos de universitarios enviados a matar a Angola. Estudiantes y trabajadores derrocaron al dictador cantando Grandola, Vila Morena: terra de fraternidade.

«Algo está pasando aquí, pero no está claro qué», cantaban Buffalo Springfield en esos años sesenta: sería el himno de la rebelión de los campus contra Vietnam: «ahí hay un hombre con un arma diciéndome que tengo que tener cuidado». Ahora el partido de la guerra vuelve a empujar al mundo a las trincheras: antes la mili que la facultad, antes la bala que la palabra. Gilbert Becaud no podría cortejar a Natalie, su guía en la Plaza Roja, ni celebrar a los estudiantes de Moscú, que todo lo querían saber mientras hablaban de las estepas de Ucrania y los Campos Elíseos. Bailaban a pesar de la Guerra Fría. Hoy a los que protestan contra el asesinato masivo les prometen una cárcel democrática.


Extramuros es una columna informativa de Efecto Doppler, en Radio 3.

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Víctor García Guerrero
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