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Arabia Saudí, Qatar, Daesh: banderas que armamos envuelven a fieles asesinos – 7 de junio de 2017

Arabia Saudí ha roto con Qatar dos semanas después de recibir a Donald Trump. El presidente de Estados Unidos firmó en Riad un acuerdo de venta de armas por valor de ciento diez mil millones de dólares. Es el mayor negocio armamentístico de la historia de Estados Unidos. Incluye cuatro buques de combate litoral, 115 tanques M1 Abrams, baterías antimisiles Patriot y Thaad, 48 helicópteros de transporte Chinook y otros 150 de combate BlackHawk. Aparte irán 16.000 bombas guiadas por láser tipo Paveway. El acuerdo lo cerró el yerno de Trump, pero seguramente algo habrá dicho Rex Tillerson, secretario de Estado y gran hombre del petróleo en la Casa Blanca.

El presidente de Estados Unidos ya ha tuiteado sobre el conflicto de sus aliados en el Golfo. Se ha metido con Qatar, y eso que es amigo. Allí está la base estadounidense más importante en Oriente Próximo, desde la que se lanzan bombardeos y ataques por toda la región. En Qatar hay diez mil soldados con las barras y estrellas cosidas en la manga. Y el pequeño país (el más rico del mundo en renta per cápita) también compra juguetes de guerra en abundancia al mayor productor bélico del planeta: entre 2011 y 2015, Qatar se gastó un 265% más en armas estadounidenses que en el lustro anterior. Si Arabia Saudí fuese a la guerra con Qatar, dispararía con pistolas del mismo fabricante.

El negocio de las armas está en auge. Desde hace un año, las empresas líderes del sector no dejan de crecer en la Bolsa. Quizá preveían la victoria de Trump. O era irrelevante. El ritmo de la guerra a veces no entiende de presidentes. Ni de credos. Porque saudís y qatarís comparten la misma teología. Es el wahabismo, la inspiración de Al Qaeda o el DAESH para recrear sus sueños de un califato global: por el mundo hacia Dios, y espada para los herejes que beben pintas, se ríen o cantan. Los dueños de BAE Systems, la que produce las armas británicas que se venden a Arabia Saudí, son hoy más ricos que antes de que los soldados de Alá acuchillasen la noche de Londres.

El control de las materias primas explica guerras y conflictos, pero no solo de petróleo y pólvora vive el hombre. También se nutre de la incompetencia y de las tinieblas. La práctica totalidad de los terroristas de Londres, Manchester, París, Berlín, Bruselas y Madrid habían pasado en algún momento por los ojos y narices de esas democracias que alimentan guerras como la de Siria de las que algunos han regresado sedientos de sangre. Todos, sin excepción, creían que «no hay más dios que Alá y que Mahoma es su profeta». Eso es lo que está escrito en la bandera de Daesh. También en la de Arabia Saudí. La bandera negra es asesina. A la verde la armamos hasta los dientes.


Notas de Extramuros es una columna informativa de Siglo 21, en Radio 3. Puedes escucharla en el siguiente audio y acceder al programa pulsando aquí. También puedes revisar todas las Notas de Extramuros en este tumblr.

Víctor García Guerrero
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