En la frontera – 2 de noviembre
Nunca habían muerto tantos migrantes en la frontera sur de Estados Unidos como este año. Son ochocientos cincuenta y tres en doce meses, según la Patrulla Fronteriza. Las morgues de Arizona y Texas están saturadas y no dan abasto para gestionar los cadáveres, muchos de ellos indocumentados. La cifra puede ser mayor porque solo tiene en cuenta los cuerpos identificados en territorio estadounidense. No figuran, por tanto, los que murieron en México o en cualquiera de las tierras por las que el sueño americano se va desangrando de camino al Norte. Las fronteras sirven para escribir la memoria de los muertos.
El presidente Joseph Biden está imponiendo medidas migratorias tanto o más restrictivas que las de su predecesor. «La cruel política de Donald Trump» (como la definió) es hoy su política. Washington ha parado a casi dos millones y medio de migrantes en el último año y ha expulsado a más de un millón. La norma (el Título 42) también se está aplicando a los migrantes procedentes de Venezuela, hasta ahora exentos. Esto genera una masa de seres humanos varados entre fronteras: son los que luego se arriesgan a cruzar el desierto, y mueren en el intento.
Las elecciones de mitad de mandato en Estados Unidos explican en parte la dureza de la política de Biden: la inmigración no da votos, tampoco demócratas. Por eso ha llegado a cerrar algunos pasos, y por esa razón la guardia fronteriza de Texas ha disparado estos días con pelotas de goma a los migrantes que intentaban pasar a Estados Unidos por un cruce ahora cerrado. El venezolano Daniel Segura, entrevistado por la agencia EFE, pide ayuda a los políticos de Caracas y acusa a los estadounidenses de prometerles el cielo en la tierra para después abandonarlos con ocho países a sus espaldas.
Los migrantes que cruzan América superan obstáculos como la selva de Darién, entre Colombia y Panamá: con barro hasta las rodillas, y amenazados por serpientes, secuestradores y violadores. O el río Bravo, donde algunos se ahogan o pierden todo su dinero. El viaje se hace con poco y se termina con menos: con las pertenencias que caben en una bolsa de plástico, ha visto en Nueva York Francesc Peirón, de La Vanguardia. Selvas, desiertos, ríos y mares: la naturaleza es el limbo de los que buscan otra vida sin papeles; y a la que volverán si los expulsan, condenados a una vida en el límite, y a una muerte sin nombre.
Extramuros es una columna informativa de Efecto Doppler, en Radio 3.
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