Drogas duras para la infancia en guerra – 29 de marzo
Más de la mitad de las niñas y niños de Ucrania han comenzado a fumar y a drogarse desde que comenzó la guerra. Según la ONG World Vision, lo hacen para sobrevivir: el tabaco, el alcohol y otros estupefacientes les servirían para calmar la agresividad y la ansiedad que les produce el conflicto. La organización recuerda que los niños del Donbás llevan más de ocho años drogándose, porque en el este de Ucrania la guerra comenzó en 2014: «consumen drogas sintéticas para hacer frente al estrés constante de la violencia, los desplazamientos y las familias separadas», registra la ONG que alerta de que el trauma y la enfermedad mental acecha a un millón y medio de niños.
Los niños que juegan a la guerra se drogan como los adultos. En Ucrania, ambos bandos se acusan de luchar colocados. Las milicias de Donetsk dicen haber encontrado un laboratorio de la anfetamina captagon cerca de Mariúpol y en Járkov los medios rusos citan a testigos que aseguran haber visto a soldados ucranianos con mirada salvaje. En Bajmut, los soldados de Ucrania explican los avances de los mercenarios rusos del grupo Wagner porque estarían alimentados por anfetas. «Oleadas zombis», las llaman: el coraje del enemigo solo puede ser químico, artificial. El adversario deja de ser humano para facilitar el disparo.
Las zonas de conflicto son un imán para las drogas sintéticas, explica la ONU: los laboratorios de anfetaminas de Ucrania pasaron de diecisiete en 2019 a setenta y nueve un año más tarde. Entonces la guerra solo estaba en el Dombás: la invasión rusa ha multiplicado las sustancias. Los nazis usaban Pervitin, antepasada de la meta azul famosa en el laboratorio de Breaking Bad: los médicos alemanes se la daban a la tropa para lanzarla sin freno al combate. Estados Unidos usó el mismo producto en Corea y Vietnam. Los soldados consumieron más de doscientos millones de pastillas en los tres últimos años de los sesenta, década de paz, amor y tecnología de la violencia.
«Mi película no es sobre la guerra del Vietnam. Es Vietnam», decía Francis Ford Coppola de Apocalipsis Now, la obra que casi acaba con él y con su equipo en un rodaje lisérgico alimentado a base de cocaína y alcohol. Todos se drogan en la película: los soldados con canutos y ácido, y los oficiales con whisky. El horror son Saigón y la selva con su calor y humedad insoportables. Pero, sobre todo, los fantasmas que golpean sin piedad al capitán Willard mientras espera el encargo y ejecucación de otro asesinato legal. Willard matará al coronel Kurtz a machetazos, en trance, como estaba Jim Morrison mientras cantaba The west is the best sobre una serpiente de opio y napalm.
Extramuros es una columna informativa de Efecto Doppler, en Radio 3.
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