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«Cunnus. Sexo y poder en Roma»

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¿Cada cuánto piensas en el Imperio Romano? Esta pregunta es una de las nuevas modas de Internet, un meme en sí mismo que ha producido miles de videos y decenas de artículos. En su inmensa mayoría, es una mujer la que pregunta y un hombre el que da una sorprendente respuesta. Una respuesta que indica lo habitual que es que César, las togas o las legiones invadan su pensamiento. Esta distinción de género, entre la broma y la anécdota, ha sido aprovechada, al menos en parte,  como un mensaje encubierto de cierta ideología política (¿hace falta que la mencione?) que, en los últimos años, ha convertido en arma la nostalgia. Pero lo más curioso es que, en su inmensa mayoría, estas recreaciones mentales de la antigua Roma se limitan a unas visiones muy concretas, parciales y fundamentalmente falsas, de la antigüedad, un esteticismo superficial. Ocurre algo diferente con Cunnus. Sexo y poder en Roma, publicado por Desperta Ferro en 2023.

Ya en su anterior libro, Soror, mujeres en Roma, Patricia González Gutiérrez atacaba algunas de estas visiones, concretamente la que ignora el papel y realidad de las mujeres en el pasado y la que centraba su vista en los escalones superiores de la pirámide social. Otra imagen común, e igualmente simple y falsa, es la que ve la sociedad romana como una gigantesca y continua orgía, alimentada por ficciones como Calígula (Caligola, 1979, Tinto Brass) o, en la pequeña pantalla, Spartacus: sangre y arena y Roma. El camino, pues, que debe seguir este texto, en la tradición de los ya clásicos de Cantarella o Veyne, es uno que debe enfrentarse a todas estas ideas preconcebidas y mostrarnos toda la complejidad de su asunto.

Ya el título y la portada creada por Paula Bonet nos dejan claro que esta obra no va a evitar ningún tema ni imponer una visión puritana, pero tampoco se va a centrar en el sexo en una escala meramente personal, lo que podría derivar en mera rumorología e historia de escándalos. Su objetivo es establecer claramente las relaciones entre los dos elementos: estudiar el sexo, con sus particularidades, como parte de las relaciones de poder de una sociedad en la que la dinámica que dividía el mundo entre inferiores y superiores, entre dominadores y dominados, es especialmente visible y descarnada.

Aunque la rumorología, e incluso el humor, no  están totalmente ausentes del libro, el texto no evita las partes más duras o desagradables. También, por supuesto, debe tratar la forma en que el escándalo y esa rumorología es utilizada como herramienta de propaganda y de ataque político, como dejan claro los casos del mismo Julio César (también de moda estas semanas por una, otra, ridícula discusión en Internet) o de la vilipendiada Mesalina.

Además de la evidente conexión del texto anterior, el libro aborda también con mayor atención el tema de la homosexualidad y amplía, en parte, el cuestionamiento sobre las realidades del género en el pasado.  Y aquí hay un punto que me parece de particular interés, en la forma en la que en el libro se conectan muchos de los temas que se tratan con las realidades presentes (ya que, si miramos al pasado, siempre lo hacemos desde una perspectiva presente, por mucho que pretendamos otra cosa); no obstante, al mismo tiempo la obra no deja de señalar lo complicado que es a veces proyectar nuestras categorías al pasado y las sorpresas que se producen cuando estas no encajan perfectamente o no se corresponden con nuestras ideas preconcebidas o tendenciosas.

El problema del lenguaje, de cuando las palabras ocultan más que muestran la realidad, al carecer de los referentes y las realidades que le dan sentido, es uno de los peligros que toda investigación cultural histórica debe enfrentarse y Patricia González Gutiérrez se maneja con comodidad en ese terreno difícil. El caso más particular es, en este caso, el del mismo concepto de homosexualidad en la Roma antigua; el de si la ausencia de correspondencia conceptual hace posible afirmar, sin sonrojarse demasiado, que (en ese caso) la homosexualidad no existía en el pasado. Por supuesto, la parte que se suele callar de esa afirmación es que, de ser así, tampoco cabría hablar de heterosexualidad, ya que igualmente nuestro concepto de tal orientación e identidad parece a menudo fuera de lugar en los textos antiguos.

Otro punto que resulta curioso y que muestra la fuerza de la propaganda antigua, es lo asumido que el concepto de cultura grecorromana a menudo (y añado, particularmente en el tema de la religión y la mitología) oculta las importantes diferencias entre las dos partes de ese compuesto. Lo fácilmente que asumimos que, sin más, la adopción romana del panteón griego y la apropiación de parte de la cultura helenística por Roma, significa que las realidades de una civilización (o incluso de una parte de dicha civilización o un periodo de su desarrollo) son automáticamente transferibles al conjunto de la otra.

El libro se lee casi como una extensión o acompañamiento de la obra anterior y las virtudes que en su momento destacaba, como el uso inteligente de las fuentes primarias, la extensa bibliografía y el completo acompañamiento gráfico, se pueden repetir para esta obra. Mi única pega al estilo de la autora es cierta tendencia a repetirse a si misma, volver a citar anécdotas, personajes o argumentos en distintos momentos, que a veces parece tener una funcionalidad (para recalcar algunos puntos fundamentales) y en otras ocasiones parece simple reiteración que, quizás, debería haberse eliminado en una revisión del texto.

En definitiva, una obra que sigue indagando en alguno de los caminos abiertos por el libro anterior, profundizando en los aspectos que no siempre se han querido tener en cuenta de una sociedad que, para bien o para mal, miramos aún como paradigma o modelo.

José Ramón Vidal Álvarez
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