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Ucrania: tierra negra y trampas de la razón – 15 de febrero

En el sur de Ucrania han empezado a arar las primeras tierras después de la nieve. Es negra cuando está fresca. Marrón grisáceo cuando se seca con el débil sol de febrero. Las banderas en la Galitzia ucraniana ondean en los pueblos: amarillo y azul del país, roja y negra de los nacionalistas: roja de sangre, negra de la tierra. Los muertos llenan los cementerios, que hace tiempo que dejaron de tener suficiente espacio para los nuevos ataúdes. En estas villas, el ataúd va en carro tirado por caballos, después el cortejo a pie; y detrás, los coches. Maxchina, en ruso y ucraniano. Las máquinas quedan en segundo plano en la ceremonia de la muerte ucraniana.

En Kiev la vida sigue como si el treinta por ciento del país no estuviera invadido. La psicología es muy importante en la guerra, dice Diana, guía y miss: si no hay horizonte, la gente se desespera. «El miedo a quedarse sin futuro es peor que la muerte»: Diana sentencia mientras pisa el acelerador de su furgoneta a la que llama Mario, una Mercedes Vito de color rojo. En la economía de guerra ucraniana han florecido los transportes más o menos informales y underground de periodistas, voluntarios, mercenarios, y espías. Y un mercado clandestino aún mayor de todo lo imaginable para que vivir siga siendo posible.

Hace meses que las calles de Kiev dejaron de estar desiertas. Hoy el tráfico es similar al que había antes del 24 de febrero de 2022: largo, denso, atascado. Hace dos años hice una foto a una furgoneta que arrastraba los restos de una avioneta. Me pareció gracioso. Veinticuatro horas después la guerra le quitó la gracia a casi todo. Ahora circulan pocos vehículos militares y no hay check points. El dinero escasea. El salario medio ronda los 600 euros y los centros comerciales están vacíos. Las chicas de la perfumería miran a los periodistas con ojos de aburrimiento y hay números para todas la botas de nieve rebajadas al cincuenta por ciento. Nadie las compra.

Los que sí mejoran su cuenta de resultados son los abogados. Una consulta de quince minutos se cobra a 50 euros. Asesoran sobre cómo recibir la indemnización del familiar muerto en el frente, o justificar una minusvalía que aleje a los hombres de las trincheras. Para eso también se pueden casar con una mujer con discapacidad, o sea, totalmente dependiente: eso los libra del reclutamiento. El heroísmo desprendido de las primeras semanas y meses de la invasión ha ido sustituyéndose por una voluntad de supervivencia individual a través de las leyes, esas trampas de la razón para engañarse a sí misma, mientras sigue soñando y produciendo monstruos.


Extramuros es una columna informativa de Efecto Doppler, en Radio 3.

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Víctor García Guerrero
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