Cinefórum CCCLXXXVIII: «La fuerza bruta (De ratones y hombres)»
De una película basada en la obra de un premio nobel polaco pasamos a la basada en un nobel norteamericano, en este caso la versión de 1939 de la obra de John Steinbeck De ratones y hombres, que pese a tener el mismo título en inglés que el original literario, en español fue curiosamente traducida como La fuerza bruta (Of Mice and Men, Lewis Milestone).
La narración de la película se centra en apenas unos días de la vida de dos trabajadores itinerantes en su viaje por el interior de Estados Unidos durante la Gran Depresión. George Milton (Burgess Meredith) y Lennie Small (Lon Chaney Jr.) forman una curiosa pareja: George es un hombre pequeño y delgado, parlanchín y astuto; Lennie, un gigantón de lentas reacciones e intelecto limitado. Unidos por las circunstancias, comparten sus miserias y el sueño de que quizá, algún día, podrán comprarse juntos con sus ahorros una granja para dejar la vida de jornaleros. Sin embargo, como indica la cita de Robert Burns que da título al libro de Steinbeck y que también abre la película, los planes mejor trazados «de ratones y de hombres» a menudo son destruidos sin que los afectados puedan hacer nada.
La película no se basa directamente en la novela corta de Steinbeck, si no en la adaptación teatral que el mismo escritor preparó en 1937. La producción original de Broadway, dirigida por George S. Kaufman, había sido un gran éxito que continuó cuando la producción se trasladó a Los Ángeles, donde LonChaney Jr. se hizo con el papel de Lennie que repite en la película. Además de algunos cambios argumentales, la planificación teatral de algunas escenas resulta evidente en la película, donde a menudo estas se resuelven como una sucesión de cuadros teatrales, pese a algunos intentos de introducir dinamismo con la cámara o romper el estatismo con cambios de escenario. Otra de las dificultades de la adaptación cinematográfica fue la censura, presente por las exigencias del código Hays y que impone algunos cambios formales (algunos de los elementos más oscuros de la historia quedan fuera de plano o se limitan a una insinuación), sin comprometer la fuerza de la historia.
Lewis Milestone era ya un director veterano, que había comenzado su carrera en pleno cine mudo y había realizado una exitosa transición al sonoro. Uno de sus antecedentes más significativos era la monumental adaptación de otro clásico literario, la que sigue siendo para mí la versión superior de Sin novedad en el frente (All Quiet in The Western Front, 1930). También había triunfado ya con la adaptación de una obra teatral, en este caso una comedia, con Un gran reportaje (The Front Page, 1931) con una versión que, sin embargo, ha quedado eclipsada por dos posteriores: la de Howard Hawks, transformada en una comedia romántica con el cambio de género de uno de los protagonistas de la obra teatral, Luna Nueva (His Girl Friday, 1940); y la maravillosa versión de Billy Wilder, Primera plana (The Front Page, 1974), con Walter Matthau y Jack Lemmon. Tras un parón de su carrera entre 1936 y 1939, que en cierta forma adelantaba sus dificultades futuras para conseguir trabajo durante la época de la Caza de Brujas, La fuerza bruta representaba su vuelta por todo lo grande. Milestone no recibió ninguna nominación como director, aunque el listado de candidatos en esa categoría hacía verdaderamente difícil hacerse un hueco, pero su cinta sí fue nominada a mejor película por la academia en 1940 (premio que, a la postre, se llevó Lo que el viento se llevó. Pese a las ya indicadas dificultades por sus posiciones políticas en los 50 y 60 aún dirigiría un puñado de películas significativas, entre las que destacaría, con dos registros radicalmente distintos, el éxito comercial de la original La cuadrilla de los once (Ocean’s Eleven, 1960) y su Rebelión a bordo (Mutiny on the Bounty, 1962).
También me gustaría llamar la atención sobre la banda sonora, que sí se llevó el premio de la academia de ese año, con una creación de Aaron Copland, compositor prestigioso ya por aquel entonces, pero que esta película realiza su primer trabajo para la pantalla grande. La música permite contrastar los pasajes casi idílicos del mundo natural con los sonidos más pesados y oscuros de la tragedia y la amenaza inminente.
En cuanto a los actores, Burgess Meredith es poseedor de una carrera extremadamente larga y prolífica, en la que incluye sobre todo papeles de carácter y algunos míticos momentos televisivos, como los icónicos episodios de En los límites de la realidad (Twilight Zone). Su rostro es más conocido por nuestra generación no por sus papeles como protagonista en los años 30 y 40, sino especialmente por su aparición en Rocky (1976, John G. Avildsen) y sus secuelas o las reposiciones de sus apariciones como El pingüino en la serie televisiva de Batman, protagonizada por Adam West (1966-1968). La carrera de Lon Chaney Jr. está más llena de altibajos: hijo de una leyenda del Hollywood mudo (de quien adoptó el nombre después de una carrera inicial bajo su nombre real, Creighton Chaney), su carrera se vio asociada los clásicos de terror de la Universal (interpretando al hombre lobo original, pero también encarnó en distintas producciones a la momia o al monstruo de Frankenstein) y después en una serie cada vez más decadente de papeles, especialmente en producciones de terror, en los 60 y 70.
En papeles secundarios la película también cuenta con Leigh Whipper (que había interpretado ya el papel del ex-esclavo Crooks en el teatro) y, en el único personaje femenino de importancia, la actriz Betty Field en uno de sus primeros papeles cinematográficos. El papel de Mae en el film (y en la obra teatral) es, precisamente, uno de los principales cambios respecto al original literario. Aunque la mujer sigue siendo el instrumento del principal detonante del drama final y de gran parte de los conflictos a lo largo de la trama, es una visión algo más amable del personaje, entre otras cosas ofreciendo una breve narración de su infancia que entronca con el tema principal de la futilidad de los planes humanos.
La fuerza bruta presenta, pues, una visión de personajes arrastrados por las circunstancias (de las que la Gran Depresión es el gran motivador no mencionado, pero siempre presente) que eleva a tragedia universal el drama concreto de los pobres de la tierra.
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