Marilyn Manson y la sombra de Bowie
La influencia de David Bowie es inmensa, cunde multiforme sobre la tierra y se despliega en el ancho horizonte musical como el arco iris, con colores tan variados como los de este e íntimamente unidos. De entre todos los seres iluminados por Bowie, emergió hace tiempo, con una oscuridad cegadora, una de las figuras musicales más polémicas y enigmáticas de las últimas décadas: Marilyn Manson.
El nacimiento del anticristo
Extinto el grunge, con el postgrunge sobreviviendo como puede y el britpop en su pleno apogeo, Marilyn Manson sacudió el panorama musical mundial con una fuerza apocalíptica. Estamos en 1996. El año del anticristo.
Si bien Marilyn Manson grupo se había formado ya en 1989 (entonces con el apéndice de & the Spooky Kids) y había publicado su primer y prometedor larga duración en 1994 con Portrait of an American Family (seguido del EP de remixes y versiones Smell like children, en donde estaba incluida la exitosa versión de Eurythmics Sweet dreams), sería en 1996 cuando el diablo pariera a su hijo: Antichrist Superstar.
Musicalmente, el auge del metal industrial que aquellos años impulsaban grupos como Nine Inch Niles, Ministry o Rammstein quedó condensado a la perfección en Antichrist Superstar gracias a la acertada producción del líder de los primeros, Trent Reznor. Es entonces, además, cuando Manson (cantante) perfila definitivamente su característica imagen de ángel caído, cuando se erige como el último mesías de la generación X.
David Bowie siempre supo que el rock era una pose, la gran mascarada, y esa lección la asimiló Manson desde el primer momento. Como su maestro (y como muchos otros antes), buscó un nombre artístico provocador tras el que esconderse en su propio personaje. Si el británico cambió su ordinario Robert Jones por el cortante Bowie (‘cuchillo’), el estadounidense fue más allá y sepultó su Brian Hugh Warner natal bajo el nombre de Marilyn (Monroe), celebridad americana, y el apellido de Manson (Charles), posiblemente el asesino más famoso de Estados Unidos. Toda una declaración de intenciones que aplicó al resto de miembros de la banda (Twiggy Ramírez, Ginger Fish, Madonna Wayne Gacy…) y con la que pretendía denunciar la idolatría a la que Norteamérica somete a la violencia y la muerte y reivindicar la dicotomía entre el Bien y el Mal y su existencia conjunta.
Manson creó un personaje con el que caricaturizar a la sociedad de su tiempo, con el que criticar la Norteamérica más pacata y reaccionaria. Se erigió así en un antihéroe, en un mártir de las causas perdidas, en el paladín del hedonismo oscuro y del satanismo (entendido este como filosofía vital), y en un símbolo de la fealdad y lo malsano. Se convirtió, en definitiva, en el polo opuesto al ideal americano, en the man that you fear (‘el hombre al que temes’).
A fin de cuentas, lo que hizo Manson fue renovar y llevar al extremo lo que Bowie había abanderado en los setenta y en los ochenta: la provocación, el miedo y la ambigüedad. Y para eso redefinió sus postulados conceptual, musical y estéticamente.
Glam rock venido del espacio
De la carrera de Marilyn Manson (hasta la fecha ha publicado siete discos de estudio) hay que destacar como su mejor momento la trilogía de álbumes que se inicia con Antichrist Superstar (1996), que continúa con Mechanical Animals (1998) y que concluye con Holy Wood (In The Shadow of the Valley of Death) (2001). Tres obras esenciales que suponen el momento más álgido e inspirado del grupo, y que fueron agrupadas bajo el nombre de The Triptych, la «trilogía del caos» en la que se narra el nacimiento, auge y autodestrucción de una estrella del rock. Una triple obra conceptual que para la audiencia más joven podía parecer novedosa, pero que en realidad tenía su origen en Bowie, quien ya se había hecho la misma reflexión en la década de los setenta llevando el concepto de ópera rock a su máxima expresión.
En 1972 David Bowie publica The Rise and Fall of Ziggy Stardust and the Spiders from Mars (‘El auge y caída de Ziggy Sturdust y las Arañas de Marte’), cenit del glam rock y obra esencial de su discografía. Se nos narra en ella la historia de Ziggy Sturdust, álter ego de Bowie, extraterrestre bisexual y andrógino que llega a la Tierra para anunciar el inminente fin de la humanidad. Para salvarla, crea una banda de rock (las Arañas de Marte) con la que difundir su mensaje mesiánico de salvación, pero acaba fracasando al ser víctima de su propio éxito. Bowie se transformó entonces en Ziggy, cuya revolucionaria imagen era una mezcla de la estética glammy de bandas como T Rex o New York Dolls, pasada por el filtro de la imaginería de la ciencia ficción de Kubrick, el pop art de Warhol y el teatro japonés kabuki.
En 1998 Marilyn Manson lanza Mechanical Animals (‘Animales mecánicos’), disco que evoluciona del metal industrial abrasivo del Antichrist Superstar a un glam rock más melódico y ligero. El protagonista de la obra es Omega, álter ego de Manson, un extraterrestre andrógino que llega a la Tierra para sacar a la humanidad de la alineación y sedación a la que Hollywood la tiene sometida. Para ello, como ya había hecho Ziggy, decide montar un grupo de rock (Omega y los Animales Mecánicos) que sirva de altavoz a su predicamento. Pero como también le había pasado a su compañero alienígena tres décadas antes, Omega acabará sucumbiendo a su propio éxito. No obstante, su lado más humano y desesperanzado será representado a su vez por Alfa, álter ego del álter ego. Como Bowie, Manson se redefiniría estéticamente, abandonando los tonos oscuros, los corsés y la imaginería satánica, para abrazar un estilo glam claramente inspirado en Ziggy Stardust.
Es por tanto obvia la influencia de Bowie en Mechanical Animals, pero esta no se ciñe solamente al citado periplo de Ziggy (que tendría su final en Aladdin Sane), sino también a discos como Diamond Dogs (obra de temática postapocalíptica mezclada con 1984 de George Orwell), a otro personaje de algunas de sus canciones como Major Tom, astronauta drogadicto que muere y resucita en el espacio, y al film que el músico británico protagonizó en 1976 en el que representaba a un alienígena llegado a nuestro planeta en busca de agua (The Man Who Fell to Earth), y que sería una de las inspiraciones del videoclip de The Dope Show, single presentación de Mechanical Animals.
Anticristos, superhombres y fascismos
No le debe extrañar a nadie que, al ser el último profeta de la generación X, Marilyn Manson abrazase con entusiasmo el nihilismo de Friedrich Nietzsche. La pesimista y misántropa visión del filósofo alemán le vino como anillo al dedo a una generación apática, hastiada de todo, rebelde pero conformista, y que se oponía por sistema a toda figura de poder, ya fuese político, religioso o familiar.
Antichrist Superstar, título que satiriza el musical Jesus Christ Superstar, es una historia conceptual en la que se desarrolla parte del pensamiento de Nietzsche (sus teorías del anticristo y del superhombre) junto al individualismo satánico de Anton La Vey y elementos ocultistas de Aleister Crowley, y todo ello bajo la forma de una metáfora de la propia vida del cantante reinterpretando el mito bíblico del ángel caído. En ella se nos cuenta la transformación de Brian Warner (The Worm, ‘el gusano’) a Marilyn Manson (anticristo superestrella). El gusano quiere formar parte del «paraíso», de una élite conocida como The Beautiful People (‘La gente guapa’), pero al ser despreciado por su insignificancia y darse cuenta de que no ha sido el único, decide, como un Lucifer expulsado del cielo, rebelarse contra el poder establecido.
Una vez más parece que es Bowie quien guía los pasos de Manson. Cuando Ziggy Sturdust pasó a mejor vida, lo sustituyó The Thin White Duke (‘El duque blanco y delgado’), figura de pelo corto, vestimenta elegante y masculinidad a raudales, escenificación evidente del superhombre de Nietzsche (ser humano completo al superar la creencia en Dios y los determinismos absolutos, y que tiene su propio sistema moral y se somete solamente a sí mismo).
Tanto Bowie como Manson han sido acusados de filofascistas, lo que no es de extrañar dados los malentendidos que suelen provocar las interpretaciones de Nietzsche, y el hecho de que ambos hayan participado de una querencia fetichista por la estética y simbología nazis. Durante la etapa como Duque Blanco, Bowie se empapó de la cultura del Tercer Reich, e incluso haría declaraciones polémicas respecto a su ideología, llegando a ser fotografiado en la estación Victoria de Londres haciendo lo que muchos identificaron como el saludo nazi (posiblemente una actuación más del personaje que representaba). Por su parte, Manson ha acompañado buena parte de sus espectáculos desde 1996 con parafernalia nazi (vestimentas, tarimas, simbología varia), en un acto de irónica provocación que en muchas ocasiones ha sido malinterpretado. Como explicaba el propio cantante en 1997, «somos el polo opuesto al nazismo, lo satirizamos y estamos aquí para destruirlo, pero si la gente ve en nuestra actuación un acto fascista, es un autodescubrimiento».
Como curiosidad, cabe señalar que los videoclips de The Beautiful People y Tourniquet fueron dirigidos por Floria Sigismundi, realizadora de cabecera de Bowie (no sería la única en coincidir detrás de las cámaras con ambos artistas), y que el símbolo que acompañó al disco y a la gira de Antichrist Superstar, un estilizado relámpago que apunta hacia abajo, tiene su inspiración, entre otras cosas, en el icónico rayo que cruza la cara de…, sí, David Bowie en la portada de Aladdin Sane.
Berlin noir
El disco Holy Wood, mezcla sonora y estética de la contundente visceralidad y el halo siniestro de Antichrist Superstar y de la emocionalidad melódica y el colorismo glam de Mechanical Animals, supuso el capítulo final de la reflexión sobre el éxito de la citada «trilogía del caos», siendo posiblemente su obra conceptual y musical más lograda. Cerrado el tríptico, el Reverendo buscó nuevos caminos para expresarse.
Manson decidió entonces, como también había hecho Bowie antes, fijar la atención en Berlín. En 1977, con el objetivo de desengancharse de la cocaína, el artista británico se trasladó junto a su amigo Iggy Pop a la capital germana atraído por el convulso momento político, el pop electrónico, el estudio de la República de Weimar, el decadente mundo del cabaret de los años treinta y la obra de Christopher Isherwood.
En 2003 Manson hizo su propio viaje berlinés. Se cortó el pelo (en el mundo del rock eso siempre es reseñable), abandonó el misticismo y la retórica críptica que lo habían caracterizado hasta entonces y produjo (lejos ya de la mano de Reznor, y sin la fundamental aportación compositiva de Twiggy Ramírez, que había abandonado el grupo) un disco de metal industrial directo y limpio, e inspirado temáticamente en el arte degenerado de la Alemania de Weimar y el expresionismo alemán. Estéticamente, supuso una profundización en los elementos nazis ya presentes en su arte. El resultado fue el correcto The Golden Age of Grotesque (‘La edad dorada de lo grotesco’).
Podía parecer que Manson seguía en la vanguardia del rock, pero en realidad no hacía más que transitar sendas ya pisadas por Bowie.
Largo camino fuera del infierno
Después de su paso por el burlesque, Manson perdió el rumbo, y tras un par de álbumes fallidos (Eat Me, Drink Me, en el 2007, y The High End Of Low, en el 2008), intentó revivir su carrera invocando el espíritu siempre presente de su maestro. En 2012 presentó Born Villain (‘Nacido villano’) declarando que era su particular Aladdin Sane.
Si se refería Manson a que esta obra significaba en su carrera algo similar a lo que supuso para el artista británico Aladdin Sane (es decir, la superación de Ziggy Sturdust y la renovación del propio Bowie a través una nueva reencarnación), teniendo en cuenta los resultados musicales (esforzados pero discretos), artísticos (sus shows como caricaturas de lo que fueron) y comerciales (el segundo disco menos vendido de su discografía), está claro que el resultado no fue el esperado.
Puede que la huella de Bowie guiase la dirección artística de Manson hasta entonces, pero, a diferencia de este, el norteamericano carece de su talento musical y ha acabado además siendo devorado por el personaje que ha creado. Tras la apariencia de estrella original y transgresora, se esconde en Manson un pastiche de tópicos rockeros que impacta precisamente por lo poderoso y brutal de su conjunción. Bebe este de fuentes variadas y fácilmente reconocibles y, si bien es verdad que hay diferencias evidentes entre su música (encorsetada en sonidos metálicos) y la de Bowie (camaleónica como su autor, genio creador y vampirizador del talento ajeno), no lo es menos que la admiración-adoración que abiertamente le ha profesado (con toda una declaración de intenciones desde sus propias pupilas multicolor) ha sido decisiva para el desarrollo de su carrera. Sin la revolucionaria visión artística de David Bowie, posiblemente no habría existido Marilyn Manson o, al menos, no como lo hemos conocido.
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