Visitas de estado – 1 de marzo de 2017
Juliana Awada y Letizia Ortiz pasearon en la portada digital del Hola vestidas de rosa inocencia por el patio de armas del Palacio Real. Unos metros detrás iban sus maridos, los jefes de Estado de un reino y una república Argentina de vuelta al redil de los países que privatizan sus riquezas. Los estilismos de la esposa de Mauricio Macri y su anfitriona han sido más comentados en los medios quejosos de las redes sociales y las postverdades enemigas que los negocios de sus prohombres. Las visitas de Estado son exclamaciones del poder para extender con guantes la brillante cubertería al patrón, al socio o al vencido. Para alegría del pueblo. Que siempre paga la plata.
Parte del pueblo británico firmó para que el Parlamento vetase la visita de Trump al Reino Unido. Un millón y medio de ciudadanos no querían ver a Donald y a Melania junto a Isabel II para no causar a la Reina una situación bochornosa. Fueron tres veces más de los que intentaron impedir el viaje por la política migratoria del presidente de Estados Unidos. En ambos casos, los vetos fueron rechazados con el argumento de que, básicamente, lo importante es llevarse bien y mantener el business as usual. Eso incluye guardar las formas. La visita de Estado es una cuestión de look, y ahora los británicos pueden ir preparándose para la portada de Hola, Hello, con tupé y armiño.
Aunque los jefes de Estado no siempre viajan de lujo. Ni se los recibe con el rugido del Rolls Royce con la Corona por matrícula al son de bandas de clarines y timbales, coraceros y lanceros. A veces las visitas de Estado son más bien sosas. Néstor Kirchner, por ejemplo, pisó Madrid para discutir con la cúpula de la CEOE las malas prácticas del capital metropolitano en el antiguo virreinato del río de la Plata. Cayó mal. Y su esposa y sucesora, peor. A Cristina Fernández le reprocharon casi todo, menos su atuendo, caro. Ya se olían las nacionalizaciones. Del boliviano Evo Morales la Corte se quedó con su jersey a rayas, del que todavía se ríen los ujieres y los buenos siervos.
A John y Jackie Kennedy les abrían los palacios a este lado del Muro porque a principios de los años sesenta aquella pareja era la modernidad. Y seguirán siéndolo durante décadas gracias a las balas que inmortalizaron a JFK en una soleada tarde de Dallas. La eternidad a Jackie se la dio la huida salvaje e instintiva de aquel Lincoln descapotable. Hoy el presidente de Estados Unidos se desplaza en el Cadillac One. Lo llaman La Bestia y tiene cristales tintados y blindados. El poder no puede renunciar al viaje y al boato porque está en su naturaleza. Pero se protege más. Y más aún sus negocios, secretos y mentiras, siempre ensombrecidas por el brillante couché.
Notas de Extramuros es una columna informativa de Siglo 21, en Radio 3. Puedes escucharla en el siguiente audio y acceder al archivo del programa pulsando aquí.
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