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El orden de Alemania – 23 de mayo

Las grandes empresas alemanas están aleccionando a sus trabajadores para que voten bien. En las próximas elecciones europeas, les dicen abiertamente que no deben apoyar a populistas de extrema derecha, pero tampoco de extrema izquierda, sino a partidos que defiendan a la UE: socialdemócratas, verdes, conservadores y liberales. Partidos de orden. Las empresas son treinta grandes consorcios que forman una alianza a la que han llamado Defendemos los valores. Está Deutsche Bank, el mayor banco de Alemania, y los gigantes Bayer, Volkswagen, BMW, Mercedes, Allianz y Basf. Se les han sumado la Federación Alemana de Sindicatos, cuya líder es del SPD, una de las formaciones a las que llaman a votar. Todos se juegan algo.

Los empresarios dicen que se juegan el modelo que los hace prósperos. O sea, ricos. Les preocupan las encuestas donde la ultraderecha antieuropeísta podría ser la segunda fuerza más votada; y también la entrada de la formación de Sarah Wagenknecht, ex Die Linke, que se presenta por primera vez a las elecciones y podría obtener representación. Sus votos, en parte, provienen del mismo sector que los de la ultraderecha de Alternativa para Alemania: el Este obrero y empobrecido de Alemania. Los partidos del orden siguen siendo mayoritarios, obtendrían en torno al sesenta por ciento de los votos, pero están preocupados con el auge de AfD. En Bremen quieren ilegalizarlos. Solo ocurrió dos veces desde la Segunda guerra mundial: con los herederos de los nazis, y con los comunistas.

La Constitución alemana exige militancia en el orden liberal. El artículo 9 prohíbe a los partidos «hostiles a la Carta Magna», el 18 habilita al Tribunal Constitucional a restringir los derechos básicos de quienes luchen contra ese orden y el 79.3 impide a los poderes del Estado cambiar los principios fundamentales de la Constitución. La sombra del nazismo, pero también del comunismo que lucía en el Este, pesaba sobre los padres fundadores, y también sobre las potencias occidentales que ocupaban el Oeste. Los mandos militares de Estados Unidos, Reino Unido y Francia sentaron las bases pétreas del Estado conquistado. La reunificación que vino después del Muro apenas retocó una Constitución con aspiraciones de eterna victoria.

Las guerras de la globalización están sacudiendo el orden alemán. La voladura del gasoducto NordStream ha cerrado el suministro del combustible barato que encendía la locomotora. El gran capital lo nota y la economía está oficialmente en recesión. La ultraderecha crece con el descontento y Deutsche Bank alerta de que Alemania peligra como lugar para hacer negocios. Los valores. Veinticuatro gabanes, escribe Eric Vuillard, se reunieron con Hitler: veinticuatro hombres de negocios, el orden del día, que vieron el futuro en el nazismo. Lo fue durante unos años, hasta la destrucción total. Pero las empresas, recuerda Vuillard, no mueren como los hombres. Sus cuerpos místicos no perecen jamás. El capital sobrevivió al fin del mundo nazi, y siguió adelante, deletreando constituciones.


Extramuros es una columna informativa de Efecto Doppler, en Radio 3.

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