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Maneras de mirar el mundo

Maneras de no mirar el mundo. Podría decir que el móvil es una manera de no mirar el mundo, pero esto supondría aceptar la afirmación de que sin el móvil (y antes del móvil) sí mirábamos el mundo. Y no puedo aceptar esa afirmación. No puedo aceptarla porque creo que nunca hemos mirado el mundo, nunca hemos mirado cómo es realmente el mundo. Porque eso da miedo, porque la realidad a veces es resplandeciente, tan brillante que quema las pupilas, pero otras veces es sucia, oscura, turbia, fea, desagradable, molesta, insoportablemente dolorosa, o insoportablemente anodina. Y por eso siempre miramos el mundo de reojo, siempre pasamos de puntillas por la realidad. Y nos inventamos la literatura, y la filosofía, y caemos en los tópicos y caemos en nuestras propias mentiras inútiles. Y buscamos en la religión o en el capitalismo, en el placer inmediato o en la renuncia ascética. Todo vale. Todo menos mirar la desnudez del mundo, la desnudez de la realidad. Y en eso el móvil nos ha venido a salvar. Ahora ya tenemos excusa para no mirar el mundo. Miramos la pantalla del móvil. Miramos el mundo una vez ha sido capturado por el móvil. Una vez ha sido filtrado, descontaminado, suavizado, diluido, lavado por la tecnología mágica del móvil. Un ritual aparentemente inofensivo y aséptico que nos salva de mirar a las cosas cara a cara. De tener que fijar los ojos y captar detalles que no queremos ver. De tener que explicarnos con palabras que son costosas de encontrar lo que una imagen seleccionada y enmarcada nos enseña y nos esconde con la rapidez que necesitamos para quedarnos tranquilos, no tocados, no señalados, simplemente esbozados. ¿Porqué quién quiere más, quién quiere bajar las escaleras del sótano? La realidad ha muerto. Viva la tecnología.

–¿Te ha gustado la exposición?

–Pues espera que vea las fotos y te digo…

–Móvil mío, ¿dime quién soy?

–Móvil mío, ¿Dime quién fui?

No veo nada, pero no importa. Lo grabo y ya lo veré luego…

–Pues parece que lo pasamos muy bien, ¿no?

–Es para mi cuñado, para darle envidia…

–¿Has estado en Sevilla?

–Sí, no paré de hacer fotos. En cada esquina hacía una foto.

–¿Has visto París?

–No. Estaba muy ocupado haciendo fotos…

Alfonso Vila Francés
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