Al otro lado de la Muralla: el rey Kong en la literatura
En el año 1933 el Rey Kong, el gorila gigante, la bestia enamorada de la bella (y rubia) Ann Darrow, hizo su aparición en las pantallas cinematográficas a las que ha vuelto a asomarse en nuevas versiones, continuaciones, plagios y homenajes. Pero, por supuesto, el Rey no podía limitarse a un único medio y muy pronto su figura se asomó también por la literatura.
Antes de Kong
Las raíces literarias más o menos directas de esta historia son muchas: la misma película cita repetidamente La bella y la bestia, bien conocida por el público anglosajón de los años 30 por la versión de Andrew Lang en su obra de 1889 Libro azul de las hadas, aunque el parecido argumental es escaso más allá del motivo del amor insensato, que en el cuento se resuelve en final feliz.
El motivo de una región misteriosa y aislada, poblada de dinosaurios, era por otro lado bien conocido y así puede encontrarse un antecedente de la isla Calavera en las regiones subterráneas de Viaje al centro de la Tierra (Julio Verne, 1864), en El mundo perdido (Arthur Conan Doyle, 1912) o de Pellucidar en La tierra que el tiempo olvidó (Edgar R. Burroughs, 1916) y sus continuaciones. El mismo autor introduce también una región similar en su ciclo de Tarzán con Pal-ul-Don en Tarzán el terrible (1926).
El misterioso muro que cruza la isla parece obedecer a otro tipo de tierra perdida, las antigüedades míticas del continente perdido de Mu, descubierto por Augusto Le Plongeon y popularizado por James Curchward en una variedad de libros y folletos desde el final del siglo XIX hasta bien entrados los años 30. Incluso hay quien ha querido ver una influencia de La llamada de Cthulhu (H. P. Lovecraft, 1926), concretamente en la historia del simio gigante y su hogar cubierto de ruinas. También podríamos mencionar como una influencia más indirecta El juego más peligroso (Richard Connell, 1924), traducción muy imperfecta del doble sentido del inglés The Most Dangerous Game, que también puede leerse como la presa más peligrosa, un relato corto en que un malvado noble ruso utiliza su isla privada como campo de caza y que fue adaptado al cine por la RKO en 1932, con Fay Wray y Robert Armstrong (Ann Darrow y Carl Derham en King Kong) en dos de los papeles principales, y Noble Johnson (el rey de los nativos de isla Calavera) como el sicario del villano.
Los años 30
A partir de aquí, aunando estas diversas influencias, la historia tendrá su propia y accidentada vida literaria, paralela muchas veces a la cinematográfica, pero con sus propias características. La novelización de la película, un concepto no tan moderno como pensamos pero aún bastante raro en los años treinta, se adelantó varios meses al estreno en cines, siendo publicada en diciembre de 1932.
El nombre de Delos W. Lovelace aparecía correctamente como autor, con base en el guion de James E. Crellman y Ruth Rose, pero una nota añadía: «Concebido por Merian C. Cooper y Edgar Wallace», lo que representaba una pequeña pero persistente mentira; un añadido más a la leyenda del gorila gigante. Edgar Wallace, archifamoso novelista de misterio, había muerto ese mismo año antes de escribir una sola palabra del guion y, sin embargo, su nombre quedaría vinculado de tal forma al mismo que varias reediciones de la novelización lo nombrarán como autor o coautor de la misma.
Esta adaptación es, lógicamente, muy similar a la de la película, aunque habiéndose basado en la primera versión del guión de Ruth Rose mantiene algunos elementos eliminados o cambiados en la versión filmada: el barco tiene un nombre distinto, algunos personajes menores son diferentes (Lumpy, un cocinero de etnia indeterminada, sustituye al chino Charlie que vemos en el film) y algunas escenas son notoriamente más largas o más cortas que su versión en imágenes, pero no desvela mucho más sobre los misterios de la isla, ni sobre la piscología o historia de los personajes. No se trata de un libro brillante. Como mucho se podría considerar eficiente en su intención de recontar la película, pero algunos intentos de costumbrismo y diálogo contemporáneo fracasan completamente o han quedado lógicamente anticuados. Por otro lado, los subtextos racistas de la historia quedan acentuados por unas descripciones en que lo implícito, los paralelismos entre los salvajes (y negros) nativos con el igualmente negro (y salvaje) Kong, por ejemplo, se hacen involuntariamente implícitos. Todos los implicados siempre han negado la interpretación racial de su historia, que ve en ella una sublimación del miedo al mestizaje, pero en la escritura de Lovelace esta idea subyace, quizás de forma subconsciente.
Casi al mismo tiempo que King Kong, la novela, salía al mercado, en las oficinas de Street & Smith Publications nacía otro icono de los años treinta y vinculado al Empire State Building además, que volverá a cruzarse repetidamente con nuestro amigo antropoide: Doc Savage. Para los que no conozcan al personaje Clark Doc Savage Jr., también conocido como el Hombre de Bronce, es un científico, filántropo y justiciero, antecedente en muchos aspectos del moderno superhéroe; un prodigio físico y mental, enfrentado en una guerra sin fin contra el crimen y estrafalarios villanos capaces de una ciencia fantástica o equipados con armas increíbles. Su base, según las revistas en el piso 86 de un rascacielos de Nueva York, tradicionalmente se ha situado en el mismo edificio donde el gorila gigante fue derribado por los aviones. Así que El hombre de bronce (Lester Dent, 1933), el primer número de las aventuras del buen doctor, se publica en marzo y ya en su segunda aventura, La tierra del terror (Lester Dent, abril de 1933), se planta en Thunder Island, una isla cerca de Nueva Zelanda poblada de dinosaurios, donde el villano de turno ha encontrado los elementos necesarios para la creación de un arma mortífera capaz de disolver a sus enemigos. Pero esta historia, con su portada poblada por pterodáctilos y otras bestias prehistóricas aparecía casi al mismo tiempo del estreno de la película de Merian C. Cooper, aprovechándose sin duda de la moda del momento.
Los años 70
Muchos años después Philip José Farmer uniría a ambos personajes (y también al otro gran justiciero de los pulps, La Sombra) en la historia corta Cuando King Kong cayó (1973), en torno al relato de un niño presente durante el incidente del gorila gigante en Nueva York. Ese mismo año PJF publicaría también su estudio biográfico y mitográfico-creativo sobre el hombre de bronce titulado Doc Savage: His Apocalyptic Life, en que plantea la existencia de lazos familiares entre Savage y muchos otros personajes de ficción, formando la base de ese juego que es el universo World Newton.
Al no haberse renovado los derechos de la novelización original, pero sí los de la película, se ha producido un curioso fenómeno con Kong: técnicamente, es posible para cualquiera realizar una versión o una continuación de la historia basada en la novela de 1932, pero no de la película, aunque en la práctica sean casi iguales. Así, existen multitud de ediciones del libro, versiones más o menos fieles durante las últimas décadas.
Poco después de la obra de Farmer, Kong volvió a las pantallas en la versión producida en 1976 por Dino de Laurentiis, que sitúa la aventura en una ambientación contemporánea con la época de la producción. Por supuesto, esta nueva encarnación contó con su propia novelización, una simple adaptación del guion de Lorenzo Semple Jr. Igualmente, se publicó en 1986 una versión de la secuela, King Kong Lives!, que partía de un supuesto tan ridículo como la resurrección del gorila gigante tras su salto al vacío desde las Torres Gemelas, que no era capaz de levantar el vuelo. Al mismo tiempo, se había producido una disputa por los derechos que casi lleva al estreno simultáneo de dos películas diferentes sobre Kong (esta producción de De Laurentiis y otra producida por la Universal, que nunca llegó a rodarse).
El siglo XXI
A partir de 2004, cuando la versión de Peter Jackson estaba a punto de salir, la cuestión de los derechos de nuevo permite multiplicar las apariciones del gran gorila en diferentes medios: por un lado, aparece King Kong: Rey de la Isla de la Calavera, escrita por Brad Strickland y John Michlig e ilustrada por Joe DeVito. Esta es una continuación de la historia original, contando con el beneplácito de los herederos de Merian C. Cooper e ignorando cualquier otra continuación y cualquier versión moderna. La historia sigue al hijo de Carl Derham, Vincent, en su regreso a la isla junto con un maduro Jack Driscoll, convertido ahora en un rico naviero. Ann es mencionada un par de veces, pero es el único personaje principal de la película que no hace aparición. El argumento se divide entre los años 50 y el pasado impreciso de la isla con una narración de los sucesos situados en la juventud de Kong. Intentan mejorar la imagen de los nativos, convertidos ahora en supervivientes de una poderosa civilización (de nuevo la sombra de Mu) y divididos en dos grupos sociales, los atus y los tagus, enfrentados hasta el borde de la extinción. El libro gira en torno a un manido discurso pseudo-ecologista y teológico. Los monstruos de la isla son considerados ahora como algo más que meras bestias e introducen la idea de que Kong era originalmente un guardián de los humanos frente a estas. Los mismos autores también realizaron una reescritura de la novelización original, publicada como Merian C. Cooper’s King Kong en ese mismo año, con cinco capítulos adicionales y otros cambios para encajar mejor con su revisión de la naturaleza de la isla y sus habitantes.
Al año siguiente, en 2005, no solo se publicó la esperable adaptación del guion de la versión de Jackson por Christopher Golden sino que también se publicó una precuela, King Kong: The Island of The Skull, de Matthew Costello. Este es un curioso caso, ya que aunque la sombra de Kong está presente durante todo el relato, este no llega a aparecer en ningún momento mientras la trama sigue a una tripulación perdida en la isla antes de los acontecimientos de la película. Y aquí es imposible pensar en que el problema de continuar o prologar la historia es difícil de soslayar: lo que queremos es ver a Kong, pero su historia fundamental ya ha sido contada en otro sitio, repetidas veces. Al mismo tiempo, aprovechando la circunstancia, también aparecía otra secuela no autorizada y no relacionada con la película, Kong: Reborn de Russell Blackford, con un gorila clonado (aquí la referencia es obligada a Parque Jurásico, ya que tanto la novela de 1990 como la película de 1993 juegan con algunas referencias inevitables a la isla Calavera) como excusa para la continuación y, en esta ocasión, un nieto de Carl Derham, Jack, como principal protagonista.
Existen muchas otras apariciones de la isla Calavera o Kong (o sus émulos) en la literatura popular. Por citar dos, se me ocurren la divertida aparición de Kong en uno de los relatos contenidos en el tercer volumen de la colección antológica Tales of the Shadowmen (The Ape Gigans, Micah Harris, 2007) o en la mediocre The Horrors of Skull Island (Barry Reese, 2009), que al menos tiene el mérito de ofrecer una combinación novedosa, con piratas.
Pero para mí, el mayor evento mitográfico-creativo es, sin duda, la aparición de la isla Calavera en Charlie Marlow y la rata gigante de Sumatra, de Alberto López Aroca (2012) en la que no solo aquel famoso explorador noruego, Sigerson, visita la isla, si no que otros personajes de todos los mundos de la ficción se cruzan en su camino, convirtiendo a la isla Calavera y su rey en una encrucijada obligada. Las referencias son tantas y se encadenan de tal manera unas con otros que, al estilo de Farmer en sus mejores momentos, uno no puede dudar que esos personajes han existido siempre en el mismo mundo, sino que parece casi inconcebible pensar otra cosa.
Poco después Doc Savage y Kong vuelven a cruzar sus caminos de nuevo, paradójicamente en su primer encuentro totalmente oficial, en Doc Savage: Skull Island (Will Murray, 2013). Ambientada en los años 20 y protagonizada por un jovencísimo Clark Savage Jr. en busca de su perdido abuelo Stormalong Savage. Murray, posiblemente el mayor experto en el aventurero doctor, relaciona esta historia con su propia serie de novelas modernas del Hombre de Bronce publicadas por la editorial Altus Press, algunas basadas en ideas dejadas por Lester Dent. Parece, por momentos, empeñado en utilizar la novela para plantear su versión alternativa de la genealogía del héroe, en lo que casi parecen ataques directos a las teorías planteadas por parte de Farmer y sus continuadores. Esta versión de la isla Calavera es parcialmente consecuente (y parcialmente una reescritura), con la ofrecida en King Kong: Rey de la Isla de la Calavera, contando con ilustraciones del mismo Joe DeVito, que es también descrito como origen del concepto de la novela. El mismo Will Murray publicaría otra novela siguiendo esta línea argumental, pero esta vez uniendo a dos reyes de la jungla, King Kong vs. Tarzan (2016). Cuenta de nuevo con portada de DeVito y se sitúa en una hasta ahora desconocida escala africana del viaje entre la Isla Calavera y Nueva York.
Ahora que, de nuevo, Kong: Skull Island se asoma a las pantallas, la versión literaria no se hace esperar, en este caso escrita por Tim Lebbon. Al mismo tiempo, Joe DeVito (enfrascado por cierto en una disputa legal con los productores de la película a los que acusa de plagio) apadrina una novela gráfica, Kong of Skull Island de James Asmus y Carlos Magno, que se sitúa en el remoto pasado de su versión de la isla, que se ha convertido posiblemente en la más longeva y variada de sus encarnaciones.
Posiblemente, teniendo en cuenta la historia anterior, Kong continuará visitando las pantallas de nuestros cines e, inevitablemente, las estanterías de nuestras librerías en versiones adaptadas, revisiones, secuelas y continuaciones de todo cariz: el increíble destino de una simple película de aventuras y el amor imposible entre el simio gigante y la bella actriz.
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