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Ángel Munárriz: «El peso de la Iglesia en la sociedad española es una anomalía»

La delegación local del único estado teocrático de Europa recibe fondos de los Presupuestos Generales del Estado. De sus impuestos. Ponga o no la x en la casilla correspondiente de la declaración de la Renta. La Iglesia católica goza de ese privilegio. No es el único: la exención de IBI, el registro de propiedades inmobiliarias o la explotación de la educación privada son otros ejemplos de una relación privilegiada con un Estado que, a veces, parasita. El periodista Ángel Munárriz desgrana estos tentáculos en Iglesia S.A. Dinero y poder de la multinacional vaticana en España (Akal, 2019).

Escribes que «la Iglesia es el cañamazo de la identidad española». ¿Por qué? ¿Una España laica no es española?

Lo que quiero decir es que la idea del español católico está incrustada como ideal único del español desde hace siglos. Uno de los grandes déficits democráticos españoles, quizá uno de los más serios, es la ausencia de un liberalismo político emancipado de la sotana. En el constitucionalismo liberal del siglo XVIII la idea de Dios vinculado a la idea de España se incrusta en la esencia de la nación y de ahí no ha llegado a salir del todo. Yo diría que hoy España es un país enormemente secularizado, pero que sigue llevando en el BOE ese cañamazo identitario eclesial que se le incrustó en el XVIII. Hay un abismo entre lo que la Iglesia representa oficialmente y lo que en realidad representa en la sociedad.

Según afirmas, la base del poder de la Iglesia católica está en el Concordato de 1953, actualizado en los acuerdos de 1976-1979. ¿Puedes resumir en qué consiste?

Los acuerdos del 76-79 son una traducción al lenguaje democrático de unos privilegios entregados por el franquismo a la Iglesia en pago a su complicidad estructural con el régimen y a su papel, también, como una de las fuerzas que socavaron la República y que dieron cobertura ideológica e internacional al régimen en sus primeros años. Es decir, cuando digo que la base del poder de la Iglesia católica está en el concordato no estoy dando una opinión: el concordato jamás fue derogado; fue reformado por los acuerdos del 76-79, que son actualmente el sustento jurídico fundamental por el cual la Iglesia tiene una posición de privilegio en el ámbito fiscal, educativo, simbólico y de poder en España.

La relación de España con la Iglesia es preconstitucional. ¿Es antidemocrática?

No diría que es antidemocrática formalmente, en absoluto. La posición de la Iglesia española está consagrada por textos democráticos; es un acuerdo internacional al que la propia Constitución española y la legislación democrática posterior han ido dando un anclaje mucho más legítimo. Lo que sí tiene son visos de anticonstitucionalidad por el papel de privilegio que se le otorga a la Iglesia, que es reconocimiento a una relación de entrañamiento histórico entre la Iglesia y el Estado. A día de hoy, dada la secularización de la sociedad española, creo que es una anomalía el peso que sigue teniendo la Iglesia, sobre todo en el campo educativo.

La Iglesia ha perdido perdón por su insensibilidad con el nazismo o su alianza con el fascismo. Incluso por su relación con la dictadura Argentina. La Iglesia española nunca ha dicho nada sobre su papel en la Guerra Civil. ¿Por qué?

Se podría decir que porque Franco ganó, escribió la historia y repartió los privilegios; unos privilegios, obviamente, tamizados por el paso de las décadas, de las legislaciones, de la Constitución, de los acuerdos del 76-79… Pero el origen de la posición actual de la Iglesia está entonces. Si te pones a pedir perdón y a cuestionar verdaderamente a fondo tu papel histórico en el siglo XX español, estás cuestionando tu posición hoy en la sociedad española.

Escribes que la Iglesia «no desea tanto el dinero como lo necesita». ¿Cuánto dinero mueve la Iglesia en España? ¿Cuánto de ese dinero viene de las arcas públicas? ¿Crees que es válida la comparación con una multinacional?

En cuanto al dinero que viene de las arcas públicas, hay una relación económica entre la Iglesia y el Estado de más de diez mil millones de euros al año. Lo cual no significa que haya diez mil millones de euros al año que vayan del Estado directamente a las arcas de la Iglesia para financiar el funcionamiento de sus diócesis. El dinero que va directo son los doscientos cincuenta millones, aproximadamente, del IRPF. Pero ahora empieza a sumar partidas: el dinero que el Estado da a la educación concertada en España supera los seis mil millones al año, y la educación concertada es más de un sesenta por ciento católica. Suma los conciertos sanitarios, las exenciones del IBI y otros muchísimos impuestos; suma el sueldo que tienes que pagar a los capellanes carcelarios y hospitalarios; suma el sueldo de los profesores de religión en la educación pública; suma el presupuesto de la obra a pie de los santos lugares… La Iglesia, como decía Vicente Blasco Ibáñez, está metida en la mitad de los despachos de la mitad de los edificios públicos de la nación, es una institución que penetra muy a fondo en lo público y que en paralelo es muy difícil de fiscalizar la cuantía exacta de lo que obtiene porque está muy descentralizada, porque le entra desde muchos sitios y a muchas organizaciones diferentes.

¿Y la comparación con una multinacional?

La comparación Iglesia-empresa es golosa, muy sugerente. Es cierto que la Iglesia tiene una dimensión empresarial muy importante. El propio libro se llama Iglesia S.A. de una forma que pretende ser muy evocadora, pero la comparación necesita matices; es decir, la Iglesia no puede fusionar su producto con el de la competencia, imitarlo, integrar en sus consejos de administración (que no los tiene como tal) una private equity firm, no puede cambiar de servicio… La Iglesia es una gran institución con una dimensión empresarial, pero muy mal adaptada al capitalismo porque su producto cotiza a la baja. Necesita, por un lado, un cliente estable (el Estado) que le provee de recursos suficientes para mantener su estructura; y, por otro lado, necesita diversificar en muchos ámbitos su actividad para, en un segundo nivel (al margen del espiritual y que lo complementa y lo financia), ejercer una actividad mercantil que va desde alquilar inmuebles hasta cobrar entradas a los templos, tener editoriales, medios de comunicación, centros educativos de primera y segunda enseñanza y también universitarios y business school… Es una institución que está bien relacionada con el poder, y que tiene intereses en muchos campos muy diferentes y a través de múltiples terminales. La Iglesia no es CIF empresarial, es una institución que solo en España tiene más de cuarenta mil entidades, cada una de las cuales, a distinto nivel, desarrolla o tiene una dimensión empresarial. No convendría imaginarnos a la Iglesia como si fuera Coca-cola, porque es una comparación que induce al equívoco más que a la comprensión de su complejísima dimensión económica.

En las inmatriculaciones la Iglesia ha ganado la batalla. Inmatriculó incontables bienes durante el franquismo, ha seguido haciéndolo durante la democracia, y los intentos de revertirlo son dificultosos, lentos y de escaso éxito. La inmatriculación no es exactamente una apropiación; es una inscripción: la primera vez que se inscribe un bien se llama inmatricular. Lo que aquí ha ocurrido es que el Estado le ha dado a la Iglesia católica un papel notarial a la hora de inscribir bienes, y la Iglesia, por la forma en que lo ha hecho (con nocturnidad y con una discreción que, en mi opinión, revela cierta mala conciencia), ha barrido para casa de una manera poco presentable con respecto a este mecanismo de inscripción. El caso más clamoroso lo tenemos en la mezquita de Córdoba, no solamente por cómo se hizo, sino, sobre todo, por la forma en la que la Iglesia está patrimonializando y utilizando como herramienta de confrontación interreligiosa un monumento que es Patrimonio de la humanidad.

Las inmatriculaciones fueron y son un escándalo. Los ayuntamientos llamados «del cambio» tampoco pudieron con ellas con las inmatriculaciones. Ni con el no-pago del IBI. ¿Por qué?

Los ayuntamientos del cambio han tenido, con el cobro del IBI a la Iglesia, un problema muy parecido al que han tenido con los desahucios. Es decir, generaron una expectativas que no podían cumplir porque ni la legislación sobre vivienda ni la fiscal se hace en los ayuntamientos. Es una pequeña paradoja que las instituciones municipales, que son las más necesitadas de cobrar el IBI, y que son las que más vacías tienen las arcas, sean las que no tienen competencias en este marco. Si hay que cobrar el IBI a la Iglesia, hay que hacer una legislación estatal. Cuando un alcalde o alcaldesa te diga en campaña, antes o después de ella, que le va a cobrar el IBI a la Iglesia, desconfía, porque probablemente esté intentando ganar un titular; posiblemente sea un político de izquierdas al que le interesa, desde el punto de vista de su imagen, confrontar con la Iglesia, pero no va a tener las herramientas para conseguirlo. Hemos visto el caso muy frustrante de Valencia, que, reconociendo el empeño, no ha salido bien.

Dicho lo cual, yo creo que no tiene un anclaje jurídico claro el hecho de que la Iglesia esté exenta de pagar impuestos (el IBI concretamente) por inmuebles en los que desarrolla una actividad económica. Y pongo ejemplos: está exenta por aparcamientos que tiene alquilados a terceros, por tiendas que tiene alquiladas a terceros (por ejemplo a INDITEX), por hoteles como el que tiene en Begur… Es decir, tiene locales y desarrolla una actividad muy importante en el ámbito del arrendamiento y no paga IBI, pero el comercio que tiene enfrente sí lo paga. Ahí hay una competencia desleal y ahí es donde yo creo que va a terminar perdiendo esa parte del privilegio; aunque no aquí en España, que llegamos como veinte años tarde en todo lo que a supresión de privilegios se refiere, sino en Europa, donde se es muy contundente con la defensa del principio de libre mercado y de igualdad de condiciones, etcétera. Ya pasó con la pérdida de exención del IVA, que le vino a la Iglesia de Europa, y yo creo que pasará con el IBI. En Italia ya hay una sentencia y aquí aún no se ha tomado nota de ella.

Elvira Roca Barea dice que marca la x «porque quiere». Y habla de Cáritas y de la Iglesia como si fuesen lo mismo: una gigantesca ONG. «El comodín de Cáritas»… ¿es una carta marcada?

Cáritas es, sin duda, y yo creo que merecidamente, la institución más prestigiosa de la Iglesia católica. Y la jerarquía católica utiliza ese prestigio, su fuerza social y su importancia en la labor de voluntariado (fundamentalmente financiado, por cierto, por grandísimas empresas), para barnizar de carácter social todo lo que hace. Un ejemplo muy claro: cuando llega la campaña para poner la x en la casilla de la renta, si te fijas observarás que da la impresión de que la Iglesia es una inmensa ONG, una inmensa Cáritas; pero si miras el detalle de a dónde va realmente el dinero que se le asigna, la gran mayoría va a pagar nóminas, al funcionamiento de las diócesis, a la seguridad social del clero… a lo básico. Es decir, hay una funcionarialización del clero al que se le paga con dinero público su nómina. A través de la casilla de la Iglesia y de la casilla de fines sociales, se está recaudando en cantidades importantes con la declaración de la renta.

Sobre el IRPF. ¿Cómo funciona realmente la asignación vía casilla? ¿Aunque yo no marque la casilla de la Iglesia también le estoy pagando el sueldo a los obispos?

Realmente, la idea de que la Iglesia se autofinancia con lo que dan sus fieles vía IRPF es falsa. Cuando alguien (y esto muy poca gente lo sabe) marca la x, no está poniendo de su dinero. Te lo dice la propia Iglesia: ni aportas más ni te devolvemos menos. Lo que hace alguien al marcar la casilla es decidir que de la masa total recaudada, el equivalente del 0,7 de su cuota líquida «se destine a»; es decir, es dinero público que no va a carreteras, ni a ciencia, ni a lo que sea, sino que va a la Iglesia. El modelo alemán es diferente: marcas la casilla y aportas un poco más. Ese es el modelo más perfecto desde el punto de vista de la separación Iglesia-Estado, que es a lo que en teoría hay que ir, y a la autofinanciación, que eso también lo dice el Concordato del 79. Pues si tiene que caminar hacia la autofinanciación, uno que marque la x no puede decidir que yo ponga dinero, y eso es lo que pasa ahora.

¿También pagan los impuestos el TDT Party?

Una de las cosas más llamativas que hace la Iglesia con el dinero que recauda vía IRPF es dárselo en cantidades más que generosas a 13 TV: veinte millones de euros en los últimos dos años, de los treinta y cinco, por cierto, que ha obtenido de superávit una vez que ha gastado lo que se le ha ingresado por la casilla de la Iglesia. También es curioso que una asignación vía IRPF genera superávit, pero bueno, eso es otra cosa… Realmente, cuando hablamos de la casilla de la Iglesia, que yo creo que es la parte más llamativa del dinero que recibe, al ser la que más clamorosamente va directa de las arcas del Estado a las suyas, estamos mirando algo muy importante, pero no nos puede hacer olvidar que lo crucial para la Iglesia es el dinero que recibe a través de conciertos en el ámbito educativo.

Es muy importante el dinero del IRPF: son los dos cientos cincuenta millones que le permiten (también junto a lo que aportan donantes, etcétera) digamos, abrir por las mañanas. Ese dinero es básico para su mantenimiento, para desplegar toda su influencia social. Es indispensable la exención del localito de la cofradía, el regalito fiscal en forma de perdón a los impuestos por tal o cual inmueble… y por supuesto es indispensable tener bien engrasada la educación concertada, que no hay quien la pare. Yo escribía hace poco en Infolibre que la Iglesia compensa en las aulas lo que pierde en el púlpito, porque son dos indicadores cruzados; es decir, parece que cuanto más se van vaciando las iglesias, más dinero se va dedicando a la educación concertada y más alumnado van ellos consiguiendo atraer, porque su oferta resulta cada vez más atractiva al correr en paralelo a cierta operación de desprestigio de la educación pública que está funcionando. Por eso, ahora mismo el gran reducto de poder de la Iglesia está en el ámbito educativo.

Escribes que «la Iglesia necesita un Estado pequeño para que el Estado necesite una gran Iglesia». O sea, que necesita pobreza, y enfermos, y pobres y enfermos sin servicios sociales decentes. ¿Esto no es traición al Estado y una falta clamorosa de piedad?

La dinámica es esa. La Iglesia ocupa espacios que el Estado descuida. No creo que sea deliberado, no creo que la Iglesia quiera un Estado social frágil, pero en la práctica para que tenga la importancia que tiene, este debe de fallar. Muchas veces dan ganas de preguntarse qué haría la Iglesia sin pobres, porque son la base de su discurso, pero jamás atacando las causas profundas de la pobreza, porque quizá eso llevase a respuestas que a la Iglesia no le gusta escuchar. Desde el punto de vista abstracto, ha sido una institución disciplinadora de las clases populares a lo largo de toda la historia, una institución narcotizante y poco emancipadora. Su ideología no ha sido jamás de liberación de los desposeídos; es más, nunca se ha visto a un Papa emplear la misma intensidad que Juan Pablo II le dedicó a luchar contra la teología de la liberación para enfrentarse, por ejemplo, a la lacra de la pederastia.

La Iglesia y el patrimonio cultural. Te detienes en el caso de la Mezquita-Catedral de Córdoba. ¿Qué ha ocurrido con eso y qué dice el caso de la gestión del patrimonio histórico y cultural de todos los españoles?

El caso de la Mezquita de Córdoba habla mal del cuidado y del respeto del Estado español en su conjunto, y muy especialmente de la Junta de Andalucía, hacia su patrimonio histórico. Habla mal porque se le ha permitido al obispo Demetrio Fernández, que es puntal de la corriente integrista del episcopado español, hacer una apropiación muy ideologizada del templo e introducir un relato falso sobre la historia de la mezquita; un relato maniqueo, torcido e unidimensional que escuchan todos los años miles y miles de visitantes. Y ante eso, las autoridades públicas se han lavado las manos. Solo se han conseguido algunos tímidos avances, como que se rotule el nombre del monumento como «Mezquita-Catedral», porque hubo un momento en que solo constaba como «Catedral». Queda mucho para que podamos decir que la mezquita recibe un tratamiento historiográfico y artístico acorde con sus merecimientos.

¿La educación es «la madre del cordero»? ¿Cuánto dinero recibe la Iglesia por eso y cuánto se queda?

Si la educación concertada recibe en España más de seis mil millones al año, la Iglesia católica y sus organizaciones tienen más de un sesenta por ciento según Escuelas católicas, pues la regla de tres que corresponda. Pero aparte de lo cuantitativo es lo cualitativo: el modelo de avance desmedido de la educación concertada en España a costa de la pública; en las mejores zonas, vendiéndose como un educación que ofrece mejores resultados (cuando en realidad está invirtiendo la relación causa-efecto: no es que ofrezcas mejores resultados, es que estás en los mejores barrios), y además, introduciendo mecanismos de segregación discreta a través de su ubicación en esos puntos y de los cobros informales que terminan por alejar a las familias con menos recursos. Se ha generado un círculo vicioso por el cual las clases medias cada vez ven con mejores ojos la concertada porque «al niño le va a ir mejor» y la Iglesia vende que en sus colegios hay menos índice de criminalidad. Si tienes la libertad para poner colegios donde tu quieras y de planificar la educación en función de lo que se llama «demanda social», como si eso fuera un mercado libre, por supuesto que va a terminar obteniendo mejores resultados quien es capaz de conseguir que venga un alumnado de familias con mayor poder adquisitivo; porque los niños no sacan mejores o peores notas porque nazcan más listos o más tontos, sino porque nazcan más ricos o más pobres. Que la Iglesia se apunte con ese entusiasmo al discurso de la concertada y luego esté permanentemente combinándolo con el discurso contra la pobreza, me parece el ejemplo más claro de su cinismo en España.

¿Es cierto que supone un ahorro para el Estado?

Con matemáticas y estadísticas en la mano, hay muchas maneras para demostrar que la Iglesia no le supone un ahorro al Estado. Pero yo me quedo con una muy sencilla: ¿cómo va a suponer un ahorro una institución a la que la das miles de millones de euros al año? ¡Por favor! ¿Cómo vas a contabilizar como beneficio el hecho de que vengan turistas a visitar catedrales como la de Toledo porque «no lo harían si no estuviese»? Es una ofensa a la inteligencia. Hasta donde yo sé en Francia también hay catedrales y son del Estado. No tiene nada que ver. Y luego está el hecho de que hayan conseguido que cualquier intento de introducir un debate racional sobre hasta qué punto es justificable que la Iglesia se beneficie de tanto dinero púbico, siempre lleve a un señalamiento que te acuse de rojo, anticlerical, de tener un republicanismo mal curado y tener mucha manía a los curas… es decir, siempre acaba la discusión en términos de caricatura izquierda contra derecha. Este asunto no se conseguirá zanjar racionalmente hasta que no haya en España una corriente liberal, o hasta de derechas, que empiece a indignarse también por las subvenciones a la Iglesia y comience a cuestionarse hasta qué punto tiene sentido entregarle a la Iglesia en régimen de monopolio líneas enteras de ayuda pública.

Finalmente, en las últimas páginas propones revisar los Acuerdos de 1976-1979. ¿Cuál sería la alternativa? Siendo realistas, ¿hay alguna fuerza o coalición de fuerzas capaces de llevarla a cabo?

Con el mapa político de España no da para revisar a fondo la relación con la Iglesia. En cuanto a los acuerdos 76-79, matemáticamente es muy fácil: la mitad más uno del Congreso de los Diputados aprueba su denuncia y el gobierno le manda un aviso al Vaticano anunciando que ya no está vigente este tratado internacional. Eso sería un gesto diplomático hostil de tal calibre del gobierno de España que las consecuencias políticas no se harían esperar, con muchos medios de comunicación en contra, la reacción de la derecha política y sociológica… Y con las mayorías pírricas que se están formando ahora en este mapa político tan disgregado, que incluso cuando consigue formar algo parecido a una mayoría progresista va a encontrar en su seno sensibilidades muy diferentes con respecto a la Iglesia, no hace pensar que se vaya a revisar los términos del acuerdo con la Iglesia; al contrario: si lees los programas electorales y autonómicos de PP y Ciudadanos, donde formen gobierno lo que van a dar es carta blanca al avance de la concertada. Y la LOMCE yo no la veo caer; no la vi caer cuando había una mayoría que en teoría estaba en contra para parar esto de la concertada y el criterio de avance social… Nunca es buen momento: en los ochenta era pronto para meter la mano en las cosas de la Iglesia y ahora parece que es tarde. Un clásico.

Víctor García Guerrero
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