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Juan Carlos Rubio: «Me replanteo mi trabajo a cada minuto»

Redactar una introducción de poco más de cuatro líneas para presentar a Juan Carlos Rubio no es tarea sencilla. Quede como puro formalismo: actor, director, dramaturgo, guionista, productor, conferenciante… uno de los nombres imprescindibles de nuestro teatro actual; hombre atento y cercano, certero ante la página en blanco y sobre las tablas de medio mundo, que deja escrito en Las heridas del viento que «no hay nada mejor que la mentira para acabar pareciendo lo que uno es en realidad».

Juan Carlos Rubio 01

Un nombre, un lugar, una fecha.

Juan Carlos, Montilla, 21 de julio (callo el año por coquetería), mi  nacimiento. Desde luego fue el día más importante de mi vida.

¿Cuál es la mayor alegría que te ha proporcionado el teatro?

Muchas. Todas. Soy feliz dedicándome a este oficio. Escribir, dirigir, producir… Ver cómo algo que no existía sube a un escenario y conmueve al público es un sueño hecho realidad.

¿Alguna vez has dudado de ti?

Cada vez que acometo un proyecto. Soy un mar de dudas. Aunque más que dudar de mí mismo, dudo de las fórmulas. Me replanteo mi trabajo a cada minuto, no me conformo con la experiencia y lo sabido. Quiero más, explorar zonas nuevas. A veces es un poco agónico, pero merece la pena.

¿Cuál es la diferencia entre un hombre que va al teatro y uno que no lo hace?

No creo que podamos establecer una diferencia clara entre un hombre que va al teatro y uno que no va. Creo que la diferencia existe entre las personas que tienen inquietudes artísticas (sean del tipo que sea: música, teatro, danza, cine, pintura…) y las que no las tienen, las que necesitan el arte para vivir y las que consideran que la cultura es algo accesorio y prescindible.

Unas palabras de Humo, premio SGAE 2005: «Yo también estoy hoy frente a ustedes, como ese pobre hombre… Pero con una gran diferencia… Yo no les quiero convencer de nada… Son ustedes los que me tienen que convencer a mí de otra cuestión». ¿Qué deberíamos saber de la relación entre público y autor?

Para mí es mágico el vínculo que se establece entre autor y público. Sentir que algo que solo existía en tu imaginación es ahora compartido por cientos de espectadores te imbuye de una maravillosa sensación de creador. El teatro sin público no existe. Por ellos y para ellos trabajo.

Mamet, de quien has dirigido Razas: «El trabajo en el cine me enseñó (al menos de momento) a ceñirme al argumento y no hacer trampas». ¿Qué lecciones te ha enseñado el cine para llevarlo al teatro y viceversa?

El ciJuan Carlos Rubio 02ne me ha proporcionado un manejo de la estructura y un conocimiento de los personajes que he llevado al teatro. Aunque, ahora que lo pienso, quizá haya sido al contrario. No estoy seguro. Creo que los dos campos se complementan y me permiten lo fundamental: contar historias.

¿Qué significa un nuevo estreno, a día de hoy?

Un enorme lujo. Que un equipo de profesionales dediquen su tiempo y energía a apoyar tu trabajo me parece extraordinario. Estrenar es pasar una obra del papel escrito a la vida. Y la vida me interesa mucho más.

En estos momentos tienes en cartel Las heridas del viento y Esta noche no estoy para nadie. Y andas embarcado en la dirección de la versión teatral de El secreto de Puente Viejo y Miguel de Molina al desnudo. A esto habría que añadir los diversos proyectos que seguro están en curso. ¿Has temido que tu profesión domine tu vida?

Mi profesión es parte fundamental de mi vida, pero no la domina. En todo caso me permite vivirla de la manera que más me satisface. Me siento un privilegiado.

Una máxima que no deberíamos olvidar.

Solo se vive una vez. Así que… ¡vive!

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