Una introducción
En 1991 el PSG apareció. No es que no hubiese existido antes, pero nunca así. Apareció simbólicamente para reconfigurar el paisaje siempre cambiante del fútbol francés. La Ligue 1, hasta 2002 Division1, es una de las competiciones más singulares del fútbol europeo. Tal vez la única donde pueda hablarse de la ausencia de un rey. Los dominios, largos o cortos, se suceden abruptamente. Hay clásicos, pero no lo que podemos entender como grandes. Los históricos desaparecen, como el AS Saint-Étienne, que lleva desde 1981 sin ganar una liga y aún así es el campeón con mayor número de trofeos; y aparecen, como el Olympique Lyonnais, que nunca había ganado ninguna y acumuló un récord de siete consecutivas entre 2001 y 2008.
Los hay que son transversales, como el Olympique de Marsella, tal vez lo más similar a un grande, el FC Nantes, el Girondins de Burdeos o incluso el excéntrico Mónaco, pero sus épocas están muy espaciadas en el tiempo. Y los hay empeñados en una grandeza quimérica y millonaria como el propio PSG y en buena medida también el Mónaco. Hasta dieciocho campeones distintos se pueden contar en la liga francesa. Hay escuadras jóvenes, fusiones y refundaciones, intentos frustrados una y otra vez, dinero fluctuante, inestabilidad y cierta desafección por parte del aficionado en un país donde tal vez hay otras prioridades deportivas. Una liga singular con algo de laboratorio de ideas, entre clubes millonarios, equipos comerciales, refundaciones, fusiones, influencia de la televisiones…
Cinco equipos que sintetizan variaciones y estilos aglutinando un periodo de esplendor son la excusa y servirán de guía: el PSG del Canal +, el Saint-Étienne como primer dominador de largo recorrido, el Mónaco dirigido por Arsene Wenger, el Girondins de Burdeos de Giresse y Tigana, y el OLM bajo la presidencia de Bernard Tapié. Otros harán intervenciones de mayor o menor peso, caso del Nantes, alternativa en diferentes periodos u otros como Lens, Lille, Auxerre o Montpellier dispuestos a interrumpir los intentos de sometimiento de la Liga a un poder único o una rivalidad despótica.
La intención de estos apuntes es la de articular una breve historia del fútbol francés moderno, un país por lo común postergado, fuera del foco principal de la historiografía futbolera. Aunque sea esta tan modesta. 1970, año de fundación del PSG es un punto de partida simbólico, como lo será el final con la irrupción del Olympique Lyonnais. Fracturas históricas, cambios de los tiempos, pequeñas fechas memorables, distintivas que sirven como señales de tráfico. Iremos adelante y atrás en el tiempo, usando la intrincada cronología de esa serie de equipos que se yuxtaponen y enlazan para contar la misma historia colectiva desde diferentes puntos de vista particulares. Es el periodo de mayor claridad. Hacia el pasado resulta muy complejo, hacia el futuro demasiado tedioso. Preferimos un presente eternizado.
Capítulo 1: Saint-Germain y alrededores
El PSG es un producto y siempre lo ha sido. Hay algo de artificial en él. Es el equipo de una ciudad a la que no le importa el fútbol. La capital de un estado centralista que hasta el balón quiere centralizar. Pero el balón no se deja. El PSG es fruto de la fusión de otro club novel, el Paris Fútbol Club (1969) y un histórico de las divisiones inferiores, el Stade Saint-Germain (1904). Apenas dos años después el Paris FC rompió lazos y para asegurar su puesto en la primera división se fusionó nuevamente, esta vez con el Cercle Athlétique de Montreuil, logrando mantener una notable base social. En la actualidad disputa la Ligue 2. El PSG se puso a escribir su historia demasiado rápido y a golpe de dinero. Trastabilló primero y se asentó después, a principios de los ochenta. En la temporada 85-86 ganó la primera liga de su historia. Antes (81-82 y 82-83) había levantado dos Copas de Francia consecutivas. Pero eso está por llegar.
En el verano de 1971 había ascendido a la Ligue 1, solo un año tras su fundación. Se clasifica en el puesto 16, pero la ruptura con el París FC lo relega a la tercera división. En 1973, el modisto y creador de ropa deportiva Daniel Hechter se hace con el club, comprado a su fundador Henri Patrelle, presidente del Stade Saint-Germain durante la fusión y vicepresidente en los sesenta de la federación francesa.
Hetcher lo había intentado antes con el Red Star y el modesto Poissy, llegando a estar a punto de hacerse con el control del mismo Paris FC en 1972. Un año después y junto al publicista Francis Borelli y el abogado Charles Tahar, especializado en el mundo discográfico, logra entrar en el mundo del fútbol a través de un PSG a la búsqueda de socios para los despachos y también para las gradas. Las intenciones del trío tienen además que ver con la idea de hacerse con un hueco en la sociedad parisina. Para ello les servirá Jacky Bloch, un antiguo futbolista amateur y conocido de todo el mundo en París que mantiene una estrecha amistad con la estrella de cine Jean-Paul Belmondo. Esto atrae a otras personalidades como el también publicista Alain Cayzac o el político Bernard Brochand y conformará un grupo conocido como le gang des chemises roses. Aunque Patrelle continua siendo nominalmente el presidente durante una época, es este grupo quien de facto controla, y en cierto modo refunda definitivamente, el PSG.
En 1974, ya está de vuelta tras dos ascensos consecutivos aunque en ningún caso logra ganar las ligas, quedando respectivamente tras el Quevilly y el Red Star, otro equipo parisino, con sede en Saint-Ouen y clásica escuadra ascensor del fútbol francés del periodo. En el camino se cruza con el Paris FC, que en el 74 desciende a segunda para no regresar hasta la 78-79, a su vez último año en Ligue 1 de su historia. Aquellos dos primeros años de existencia el equipo estaba liderado desde la línea de centrales por el capitán de la selección francesa Jean Djorkaeff, un veterano del Olympique Lyonnais y el Marsella, que había ganado una Copa con cada uno e integrado la escuadra del Mundial del 66. Djorkaeff elegiría luego irse al Paris FC para retirarse como entrenador-jugador. Poco más de veinte años más tarde, su hijo, el genial mediapunta Youri Djorkaeff ganará el único título internacional del PSG, la Recopa de la 95-96, el Mundial del 98 y la Eurocopa del 2000.
El otro gran club parisino, el Racing Club de Francia aun estaba por volver. Equipo importante en los treinta y cuarenta, su última buena época había sucedido ya a principios de la década de los sesenta, pero un descenso en 1964 había condenado al histórico a un peregrinaje por la segunda que duraría más de veinte años y desembocaría en sucesivos proyectos faraónicos del millonario Jean-Luc Lagardère. Vidas paralelas, el RCF y el PSG parecen comentarse paródicamente y cuyas historias están llenas de de nombres comunes.
Aquel vacío fue, precisamente, lo que animó la creación del PSG como posible competidor del entonces dominante Saint-Étienne, quien entre 1967 y 1976 apenas dejó espacio para dos títulos del Olympique de Marsella (1971 y 1972) y uno del Nantes (1973). Determinado por el carisma de Robert Herbin, jugador primero y entrenador inmediatamente después, que entre 1957 y 1983 está en todas las ligas ganadas por Les Verts, los del Loira significan el primer intento sólido por establecer una jerarquía duradera para el fútbol francés.
En especial memorable en su segunda encarnación en los setanta, cuando llegará a disputarle primero una semifinales (1975) y luego una final (1976) de Copa de Europa al imperial Bayern Munich de Franz Beckenbauer. El Saint-Étienne trabaja durante una década desde el convencimiento de ser un grande. Jugadores como Javin, Bathenay, Santini, quien llegaría a ser seleccionador francés, o el fantástico extremo Rocheteau son el mejor exponente de la política de formación del club. En similar medida lo es también la larga permanencia del emblemático central argentino Osvaldo Piazza (siete temporadas) o la misma longevidad de Herbin al frente de un equipo, solo superada por la legendaria estadía de Guy Roux en el Auxerre entre 1964 y 2005. Para el Auxerre su gran periodo será en los noventa, donde gana su única Liga (95-96) superando a los lujosos PSG y Mónaco y se anota sus dos primeras Copas, en 94 al Montpellier y 96 al Nimes para completar, liderados por el excelente líbero Laurent Blanc, la mejor temporada de su historia.
El ascenso definitivo dejará pronto al PSG solo en París. La temporada 74-75 la comparte con el modesto Red Star, pero la élite del fútbol es esquiva con la capital y descienden ese mismo año. Tal vez esa fue la causa (o la casualidad) de su definitivo asentamiento: el lugar preciso en el momento preciso. Una ciudad solo para ellos.
Sus primeras temporadas son poco más que una toma de contacto. Un hacerse a la categoría antes de intentar por vez primera mayores objetivos. El legendario jugador Just Fontaine es la primera adquisición simbólica para ejercer como entrenador en dupla junto a Robert Vicot. La aspiración de club rico está en su misma fundación y en el estilo llamativo de los chemises roses. El dominante central portugués Humberto Coelho llega desde el Benfica en el 75. Por más de un millón de francos fichan a Mustapha Dahleb desde el Sedan FC, un extremo que es el mayor talento argelino de la época. Aunque el movimiento más temerario fue el intento de contratar a Johann Cruyff, cortejados él y su mujer durante largo tiempo por Hechter. En el verano del 75, Cruyff jugó dos amistosos con la camiseta del PSG, contra el Sporting de Portugal y contra el Valencia en un torneo organizado en París, pero el holandés era demasiado caro y el Barcelona no quería vender. Cuando en el 78 Cruyff rompiese con los culés, Hechter ya no estaría para ficharlo. Uno camino de Estados Unidos, el otro inhabilitado.
Es un periodo de alternativas, donde tras la superioridad del Saint-Étienne los campeones se alternan con protagonismo para un Nantes que continúa siendo el club más sólido de Francia. Entre el 77, última liga de Les Verts, y el 84, primera del breve ciclo protagonizado por el Girondins de Burdeos, los Canaries levantan tres títulos (77, 80 y 83) por dos del Mónaco (78 y 82). En el entreacto, el PSG se refuerza con mas jugadores llamativos como el defensa ex-Atlético Ramón Heredia, el volante Jean-Claude Lemoult, internacional en el 82, o el delantero Carlos Bianchi, años después entrenador fundamental en el fútbol argentino y por entonces el más peligroso rematador de la Ligue 1, tal y como había acreditado en el Stade de Reims. Bianchi dejó soberbias cifras en sus dos temporadas en París (37 y 27 goles) pero no sirvieron más que para garantizar la estabilidad de un equipo clavado a la mitad de la tabla.
En la 77-78 fueron undécimos en un campeonato ganado por un Mónaco que ese mismo año había ascendido, y en la siguiente, 78-79, hicieron decimoterceros mientras el RC Strasbourg logra su primer y único trofeo contando en su plantilla con Arsene Wenger, luego entrenador del estupendo Mónaco de los primeros noventa. Esa misma temporada Hechter es sancionado y apartado del club por venta ilegal de entradas, haciéndose desde ese año con el control Francis Borelli, quien será presidente durante su primer periodo de triunfos en los ochenta para dejar luego el club, muy endeudado, bajo control de Canal + en 1991. Borelli no se apartará del fútbol, sino que se hará con la presidencia del AS Cannes y entre el 92 y 96 el equipo llegará a jugar dos veces la Copa de la UEFA. Hechter, por su parte, se moverá hacia Alsacia en los ochenta, donde logrará el control del RC Strasbourg y en los noventa se involucrará en política de la mano de Bernard Tapie, presidente-escándalo del Olympique de Marsella, entonces en la lista Énergie Sud vinculada al PRG (Partido Radical de Izquierda). Extrañas endogamias.
Los títulos para el PSG estaban también a punto de llegar. En el 81 firman su mejor puesto en Liga (5º) y al año siguiente se hacen con su primera Copa de Francia. La final es infartante. Con Rocheteau empatando a 2 en el último segundo y el PSG levantando el trofeo en unos ajustados penaltis. El rival era el último gran Saint-Étienne, que contaba entre sus filas con un talento como el de Michel Platini, a un paso ya de firmar por la Juventus. Junto a él, el delantero holandés Johnny Rep, miembro del legendario Ajax total, el centrocampista pied noir Jean-François Larios, el defensa de Martinica Gérard Janvion, quien en el 83 fichará por el PSG, y Patrick Battiston, pronto fundamental en el auge del Girondins de Burdeos.
El PSG había ido reformando y con Georges Peyroche, precisamente un antiguo jugador del Saint-Étienne en los cincuenta, encaraba unos años prometedores. El equipo contaba con un sólido delantero como el chadiano Nabatingue Toko y se articulaba a partir de un formidable centro del campo, sustentado en Ivica Šurjak, dominante mediocentro del Hajduk Split de los setenta, y en talentosos jugadores franceses como Dominique Bathenay o Dominique Rocheteau, ambos fichados desde el Saint-Étienne en una exhibición de fortaleza económica, y sobre todo Luis Fernández. Medias caídas, sin espinilleras, desgarbado y contrahecho, Fernández era un ejemplo de entrega, empuje y laboriosidad. Todo ello, unido a su enlace directo con los sentimientos de la grada, le convirtieron en complemento ideal para uno de los grandes centros del campo de la historia, el de la selección francesa entre el 82 y el 86, y corazón del PSG. Eso no significaba la ausencia de algunas operaciones extrañas, como el breve paso de Oswaldo Ardiles cedido por el Totthenham durante unos pocos meses del año 82 debido a la Guerra de las Malvinas.
La temporada siguiente, con un bloque muy similar donde el bosnio Safet Sušić, quien permanecerá en el club hasta el 91, sustituía al croata Šurjak, el PSG mejora su posición liguera al terminar tercero y dobla la vitrina copera, esta vez venciendo 3-2 al Nantes, campeón de aquella liga y liderado por futbolistas como el mediapunta de origen malí José Touré, el delantero bosnio Vahid Halilhodžić, que cambiará Nantes por el PSG, el central Maxime Bossis, pieza fundamental de la selección o Thierry Tusseau, otro mediocampista que pronto formará para el Girondins. Ambos, curiosamente, jugarán desde mediados de los ochenta para el RC París, al igual que Luis Fernández, dentro de un nuevo proyecto demencial de Lagardère.
Dueño del grupo Matra, dedicado a la fabricación de material bélico, aeronáutico o automovilístico, también tras la compra de Hachette al sector editorial y publicitario, pretendía la creación de un equipo que confrontase al PSG en París y en sus mismos términos. Lagardère, que había triunfado en sus inversiones en la F1 en los sesenta y setenta, llegando a ser Campeón del Mundo en 1969 con Jackie Stewart, decidió en los ochenta enfocar Matra hacia el floreciente negocio del fútbol. En 1982 compra el Racing Club de París y propone al París FC una fusión que estos rechazan. Ante tal ausencia de acuerdo compra también este y lo convierte en filial. Tras un breve paso por primera en la temporada 84-85 con el argelino Rabah Madjer como estrella, incrementa el gasto en fichajes. Todavía en Segunda y como Racing París 1 recluta al icónico central del Nantes Maxime Bossis, a Philippe Mahut desde el Saint-Etienne, al delantero congoleño Kabango, al español Daniel Solsona o a Victor Zvunka, un veterano del Olympique de Marsella que ejercerá como entrenador-jugador. El ascenso no supone dificultad y en el 86 reaparece en Primera, compartiendo el Parque de los Príncipes con el PSG. Pero mientras estos habían logrado reunir una creciente parroquia, el equipo de Lagardère apenas llevaba unos pocos miles de aficionados.
La prensa se ensañaba con el club debido a un nuevo cambio de nombre, el Matra Racing, que exacerbaba su carácter comercial desalmado. Llegaron el excelente mediapunta alemán Pierre Littbarski desde el Colonia, el estilista uruguayo Enzo Francescoli (uno de los jugadores deseados en Europa tras una época formidable en River), Tusseau desde el Girondins, Germain (mediocentro defensivo clave luego tanto en OLM como en PSG) desde el Nancy y Luis Fernández en un golpe directo al rival. Al banquillo otro refuerzo de lujo, el portugués Artur Jorge recién campeón de Europa con el Oporto y futuro arquitecto del PSG de los noventa. Un triste puesto 13 no justificó la inversión y las alegrías se limitaron a la victoria frente al PSG en un derby extraño y artificial.
El Racing Club de París era un clásico cuya historia se remontaba a los mismos inicios del fútbol francés. En la década de los treinta había vencido en una Liga y en las siguientes décadas su presencia había sido sólida (varias copas, subcampeonatos…), pero aquel equipo era una parodia de la historia que solo compartía las listas horizontales blancas y celestes. Tan rápido como se recreó, se desintegró. Antes de cumplir la década en el equipo, Lagardère lo vendió tras salvarse del descenso la 1988-89. De nuevo Racing París, descendieron al año siguiente sin colchón económico y huérfanos de afición. La despedida fue, al menos, hermosa, ya que se completó con una final de Copa frente a un Montpellier que contaba entonces con Blanc, el central brasileño Julio Cesar, el carismático mediocentro colombiano Carlos Valderrama y un joven Eric Cantona. Derrotados 2-1, lo mejor que podían ofrecer era un interior elegante formado en el Sporting Toulon: David Ginola.
La Liga se alimentaba del atractivo que el Mundial del 86 todavía ejercía sobre Francia y de un mercado interno en constante trasvase entre los clubes que, a su vez, provoca fluctuaciones en los dominios. Esto asienta la idea de unas jerarquías no duraderas, si bien extraordinariamente sólidas durante el periodo en el cual se dan. La sensación es que la oportunidad de ser grandes, o de hacerse grandes, está abierta para casi todos. Esa era la oportunidad que quería tomar ya a mitad de la década de los ochenta el PSG y que en la cual el Matra Racing fracasó estrepitosamente mostrando la otra cara del fútbol de nuevo rico, de la urgencia sin cimientos o de la destrucción de la identidad. Será el Girondins de Burdeos, un club clásico, quien se aproveche, dejando solo durante un año la oportunidad a los parisinos de asaltar el gran título; será en la temporada 1985-86.
El Girondins llevaba sin ganar la Liga desde 1950, su única además. A principios de los sesenta habían sido alternativa, pero sin metal. Dos décadas después su fútbol de alta escuela se vio recompensado con un ciclo excepcional bajo la dirección de Aime Jacquet, otro exfutbolista del Saint-Etienne en los sesenta y quien más de una década después y con un fútbol mucho menos acogedor hizo a Francia campeona del Mundo. Su Girondins, en cambio, estableció una mutua influencia respecto a aquella otra selección que sería campeona de Europa en el 84 y disputaría dos semifinales mundiales. Los volantes de aquel equipo eran los de los bordeleses: Alain Giresse, símbolo del club, y Jean Tigana.
La construcción de este Girondins no difiere de la del PSG (en esta u otras épocas), la del Mónaco de Jean-Louis Campora, el Olympique de Marsella de Bernard Tapie, el Olympique Lyonnais de Jean-Michel Aulas o, pese a su fracaso contumaz, el Racing Club de Jean-Luc Lagardère: dinero inyectado desde la órbita de los negocios por presidentes carismáticos.
De algún modo, las fluctuaciones del fútbol francés parecen marcadas por estas personalidades, tal vez pudiendo hablarse del fútbol francés como uno de presidentes que imprimen su propia personalidad sobre determinados equipos. El impacto del fútbol en Francia tras el éxito organizativo de la Euro del 84, ganada por aquella selección memorable, había atraído el dinero hacia los equipos, haciendo la Liga atractiva y ofreciendo la posibilidad de importar talento foráneo. La semilla del cambio de los noventa se plasma aquí. No en vano, el 84 es el año de fundación de Canal +.
Girondins: tres ligas en cuatro años, dos copas y una semifinales de Copa de Europa, en el año de la tragedia de Haysel, precisamente siendo eliminado por la Juventus y otra de Recopa en el 87, esta vez frente al sorprendente Lokomotiv Leipzig. Títulos y competiciones dieron brillo a un periodo por sí mismo sólido y memorable. Historias para otro capítulo.
Tal vez el PSG estaba entonces más centrado en sus propias y primeras experiencias europeas, saldadas con unos meritorios cuartos de final contra el Waterschei Thor en el 83 (año en el cual el Aberdeen de Alex Ferguson derrotaba al Real Madrid en la final) y un choque de octavos contra la poderosa Juve al año siguiente. Puede que notasen las alturas, el peso de los torneos.
Así, mientras el Girondins aseguraba su segunda Liga consecutiva en 1985, los parisinos caían el puesto 13, su peor clasificación en años. En realidad, tomaban impulso para el esfuerzo definitivo que sería su primera Liga. Lo ganan con Gerard Houllier en el banquillo, fichado ese mismo años desde el Lens. Allí había forjado un equipo sólido, pero nada llamativo cuya mejor clasificación había sido un cuarto puesto en el 83. Pero, solidez es los que ofrece al PSG para derrotar al Nantes, uno de los pocos equipos franceses que siempre parecen (o al menos parecieron durante un largo periodo) estar. Su fútbol de oficinista, funcionarial y sin gracia pero eficiente como la maquinaria de la burocracia, lo construyó a partir de la llegada a la portería de Joel Bats desde el Auxerre.
Había superado un cáncer de testículos en el año 82 y emergido no solo como uno de los grandes porteros europeos de su tiempo, sino como una personalidad excéntrica singular. Jugaba con una extraña calma y esa misma relajación transmitía. Era pequeño pero extraordinariamente ágil, atento y con una lectura tremenda del mano a mano. El resto de la estructura dependía de la inteligencia del central Jean-Marc Pilorget, convertido por Houllier en titular o la pareja de centrocampistas Poullain, un ex de Nantes y el clásico Luis Fernández. Junto a ellos, la calidad de Susic y Rocheteau y otra incorporación clave desde el Auxerre, el zurdo holandés Pierre Vermeulen, quien compensó su carencia de gol con una devoción militar por el equipo.
Más de una década después, Houllier fichará por el Liverpool para comenzar el minucioso proceso de desmantelamiento de un estilo de fútbol y, paradójicamente, recuperar la senda de los triunfos que se extenderá con Rafa Benítez. Con él, el Liverpool vuelve a ganar (Copa de la Liga, FA Cup y Copa de la UEFA, todo en 2001) tras diez años de absoluta sequía. Los caminos del fútbol.
En París, Houllier solo se mantuvo dos temporadas antes de aceptar la llamada de la Federación Francesa para ocupar distintos puesto técnicos, incluido el de seleccionador absoluto entre el 92 y el 93. La liga terminó por ser un espejismo y no solo no fue capaz de mantener el éxito, sino que en su último año se desplomó hasta un alarmante puesto 15, mientras veía como el elegante Mónaco de Arsene Wenger y el Olympique de Marsella eran los nuevos proyectos ascendentes.
Con Wenger, el Mónaco logra una Liga (87-88) y dos Copas (85 y 91) además de la disputa de una final de Recopa en 1992, perdida contra otro equipo de moda por entonces como un Werder Bremen que vivía su edad de oro con Otto Rehhagel como entrenador y jugadores como Marco Bode, Mirko Votava, Dieter Eilts, Ulrich Borowka, el neozelandés Wynton Rufer, un Klaos Allofs a quien habían recuperado desde el Girondins, el austriaco Andreas Herzog o Mario Basler, futbolista-sensación durante unos años. Pura clase obrera del fútbol y un equipo rocoso y feo, en gran medida opuesto al fútbol grácil de los monegascos.
Buenos años para las alternativas a los poderes oficiales, en todo caso, incluso a aquellos que están surgiendo como el del Olympique de Marsella, que en muy poco tiempo ha construido un acorazado que se impondrá tanto en la competición local durante casi toda la primera mitad de los noventa como fuera, jugando dos finales de Copa de Europa y levantando el título en la segunda de ellas frente al Milan en la 1993-94.
El auge de los marselleses está íntimamente ligado al de los parisinos. De hecho, el PSG experimenta un tercera refundación cuyo objetivo no es otro que ejercer de contrapeso al Olympique de Marsella y tratar de forjar una rivalidad nacional que potencia los intereses de un operador televisivo que iba a revolucionar no solo el fútbol francés, sino el continental (y mundial): Canal +.
Antes de la entrada en vigor de la Ley Bosman en 1995, esa entelequia que llamamos fútbol moderno ya se había instalado. Fueron los operadores de televisión quienes la trajeron. Suyos fueron los impulsos que provocaron los grandes movimientos de las placas tectónicas del fútbol, los cuales llevaron a la disolución del modelo deportivo/organizativo/económico/competitivo anterior. 1992 fue el año de la ruptura. El año en que nació la Premier League y la Champions League. 1991 fue la antesala: el año en que Canal + se hace con el control del PSG… por culpa del Olympique de Marsella.
La First Division fue refundada en el 92 como Premier tras la entrada en el mercado de Sky Sports, que en 1990 había sido adquirida por el magnate australiano Rupert Murdoch como parte de su plan para infiltrarse en los medios británicos. Sky rompió la banca negociando contratos televisivos directamente con los clubes que superaban por mucho los ingresos que la BBC les proporcionaba. El trabajo de zapa comenzado en el 90 cortejando a los clubes más poderosos fructificó en el 92, cuando los equipos de la Primera División rompieron con la liga de fútbol y forzaron la refundación de la competición, confirmando de paso el monopolio de una Sky que se convertía en la operadora de televisión por cable terrestre más poderosa de Europa y Rupert Murdoch en una figura central de la economía y la política británicas, con sus medios apoyando a Tony Blair desde mediados de la década.
En paralelo, la Copa de Europa se diluía en la Champions League (la primera ganada curiosamente por el Olympique de Marsella), una idea cuyo origen hay que rastrearlo en 1988 en los planes de otro magnate de los medios, el italiano Silvio Berlusconi, presidente del AC Milan por entonces, que con el apoyo de Ramón Mendoza, máximo mandaario del Real Madrid, empujaba la liga europea. En el 90, Mendoza y el presidente del Glasgow Rangers David Murray, logran que la UEFA acepte a consideración su propuesta de liguilla previa para la Copa de Europa.
En la temporada 91-92 se prueba un sistema mixto donde tras dieciseisavos y octavos de final por eliminación directa, cuartos y semis se sintetizaban en dos grupos y formato liga, siendo el líder de cada grupo el finalista. El formato se mantendrá dos temporadas más, pero es en la 92-93 cuando se efectúa el cambio de nomenclatura a Liga de Campeones. En la 94-95 los grupos pasan a la primera fase y las rondas directas desde cuartos de final.
La nueva marca fue el modo de comercializar el producto de manera más agresiva. La UEFA ejercía de cabeza de una corporación de espónsors que ostentaban derechos exclusivos sobre la Champions y facilitaba la venta de paquetes de derechos de televisión a los operadores en jugosas subastas. La Champions era un macronegocio, un escaparate gigantesco y el artículo de lujo definitivo del neofútbol.
Este cambio de paradigma llegó, por supuesto, a la FIFA y al Mundial, oscureciéndose los intereses cada vez más en la administración Blatter, si bien fue el legado final de João Havelange, bajo cuya presidencia el evento llegó a los Estados Unidos. Los derechos de aquella emisión fueron adquiridos conjuntamente por ABC y ESPN por 11 millones de dólares. En 2014, Fox, otra parte del conglomerado Murdoch, se hacía con los dos próximos mundiales por 425 millones de dólares.
El caso Bosman, juzgado entre 1990 y 1995, no fue otra cosa que una consecuencia de este nuevo contexto.
En 1991, cuando Francis Borelli deja la presidencia del PSG, la deuda del club asciende a 51 millones de francos. En 1998, Borelli será suspendido y sentenciado a ocho meses de prisión por irregularidades en su gestión sucedidas durante esta última época. Es entonces cuando Canal + decide hacerse con el PSG. Su estrategia era la de asegurar una rivalidad (deportiva, social, económica…) respecto al Olympique de Marsella que presidía Bernard Tapie, quien en aquel periodo de principios de los noventa lo mismo era dueño de Adidas, a la cual había recogido al borde de la bancarrota (su especialidad como empresario), que ministro bajo la presidencia de François Mitterrand.
Tapié aparece como un Lagardère a quien le salen bien las cosas. Incluso comparte a Enzo Francescoli. Como él, antes del Olympique había conocido el éxito deportivo en otra disciplina, en su caso con un equipo ciclista, La Vie Claire, que había ganado lelTour del 85 y del 86; el primero con Bernard Hinault y el segundo con el norteamericano Greg LeMond.
Es en ese 1986 cuando Tapié se hace con el Olympique, y en 1989 comienza un arrollador dominio completado con cinco ligas seguidas y dos finales de Copa de Europa, la segunda de ellas ganada frente el Milan. La historia terminó abruptamente, ya que ese mismo año, el 93, es desposeído de su último título y Tapié inhabilitado por compra de partidos.
Esto aún estaba por llegar y el dominio, sobre todo económico, del Olympique amenazaba con estrangular la liga francesa. A través del PSG Canal + buscaba garantizar un contrapeso y, a la vez y si la operación salía bien, asegurarse el control sobre un fútbol en transición desde dentro del mismo, porque Canal + compartía los derechos de emisión con TF 1 pero ofrecía un estilo completamente distinto, en la forma de una cobertura técnica revolucionaria y un tratamiento informativo renovado que en España conocimos al introducirse la empresa a través del Grupo Prisa en 1990.
Jaques Chirac, entonces alcalde de París (por la derecha gaullista, frente a la izquierda mitterranista que representaba también Tapié en Marsella; con lo cual vemos también un interés en un contrapunto político) y desde 1995 presidente de la República, aparece como garante del plan de Canal + para salvar al PSG; ya sin remedio convertido así de facto en el equipo representativo de la ciudad.
C+ es el socio no mayoritario con un cuarenta por ciento del control del club, pero en la práctica los dirige sobre los restos de los camisas rosas que permanecen como meros hombres de paja.
El presidente sobre el terreno y director deportivo es el periodista y productor de televisión, Michel Denisot, uno de los fundadores y hombres fuertes de Canal +. Denisot es un respetado comentarista deportivo, que había sido en los ochenta presidente del modesto La Berrichonne de Chateauroux, club al cual profesionalizó y logró llevar a la Segunda División. Una década más tarde de su gestión, La Berri ascenderá a la Ligue 1 y llegará a jugar una final de Copa en 2004, precisamente contra el PSG.
El Ayuntamiento parisino no solo se hace cargo de la deuda del club, sino que aporta a esta refundación encubierta 30 millones de francos. Canal + contribuye con otros tantos y entre patrocinadores, anticipos de venta de entradas, derechos televisivos, etcétera, se completa un impresionante presupuesto de 120 millones de francos capaz de competir de tú a tú con el OLM. Los dos objetivos inmediatos de la operación se cumplirán: la potenciación de la liga doméstica y la consecución de un escaparate europeo.
Así, durante la primera mitad de los noventa, la Ligue 1 (llamada hasta 2002 División 1) y sus equipos serán algunos de los más apasionantes y atractivos de la primera mitad de la década, apareciendo PSG, Mónaco, Girondins, Nantes y OLM en numerosas semifinales y finales europeas. Una presencia que vendría a ser rota por el brutal dominio que sobre la década de los 2000 ejercerá el Olympique Lyonnais, el cual, paradójicamente, solo logrará una presencia en las semis de Liga de Campeones en 2010, cuando ya había dejado de ser campeonísimo a favor del OLM, el único finalista europeo francés de los 2000, derrotado en la UEFA de 2004 por el Valencia de Rafa Benítez, entonces oposición firme al duopolio Real Madrid/FC Barcelona en la liga española.
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