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Cárceles para brujas – 26 de enero

En Ghana hay cárceles para brujas. Están en el norte del país, son campamentos donde agrupan a cientos de mujeres populares, que dicen lo que piensan, algunas excéntricas. Llegan a esas cárceles expulsadas por sus propios vecinos, que las culpan de las desgracias de sus aldeas: una inundación, una mala cosecha, una muerte infantil. El gobierno ghanés cerró algunas de esas prisiones a cielo abierto, pero al menos cuatro siguen funcionando. Más de trescientas mujeres viven en este destierro. Algunas ni siquiera creen en la brujería.

«Me acusan», repite cantando una de estas mujeres en el álbum Ahora me he olvidado de quién era, producido por un matrimonio que recorre África dando voz a gente perseguida. De fondo suena el crepitar de la madera en una hoguera: a las acusadas de brujería no les queda más oficio que recoger leña y venderla barata. Muchas de estas mujeres tienen más de setenta años. Todas han perdido las tierras que poseían y que ahora han pasado a las manos de quienes las expulsaron por hechiceras. Tengo que construirme un nuevo hogar, es el título de otra canción improvisada. A coro cantan «amor, por favor».

A las brujas europeas las perseguían por solteras, por viudas, para controlar cuándo parían y por viejas, resume Mona Chollet, autora de Brujas, la fuerza invencible de las mujeres. A las mujeres las han perseguido por el amor y el sexo, pecado original antes de Dios. Y por sus propiedades, de ahí la caza a las veteranas, viudas y, fundamentalmente, herederas. El saqueo de las tierras heredadas por las mujeres tuvo forma de caza de brujas en la Europa luterana, y la católica. Aquí se puede culpar al patriarcado o al capitalismo, que es el espíritu que nacía de aquellas cenizas de carne, cuerdas y leña.

Shakespeare abre Macbeth y la modernidad con tres brujas que preparan un hechizo: «lo bello es lo feo, lo feo es lo bello: surquemos la bruma y el espacio horrendo». Las brujas son la contradicción y la exclusión, vidas al margen que cruzan las tinieblas de los hombres. J. K. Rowling, la escritora más influyente del siglo, alcanzó la gloria con un libro de niños y niñas magos. Ahora la llaman bruja porque defiende una versión del feminismo incompatible con la posmodernidad dominante. La creadora de Harry Potter corre el riesgo del ostracismo y la cancelación, las cárceles para brujas de ese mundo que ve a Ghana tan lejos.


Extramuros es una columna informativa de Efecto Doppler, en Radio 3. Puedes escucharla aquí.

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Víctor García Guerrero
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2 comentarios

  1. Hola. Especialmente interesada en este tema, no localizo el álbum del que hablas, “ahora me he olvidado de quién era”, ¿podéis decirme el nombre la pareja que recorre África y localizarlo por ahí? Gracias mil.

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