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Cinefórum CCCXCIV: «Todo por un sueño»

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La semana pasada pudimos ver en nuestro cinefórum Falling, la ópera prima de Viggo Mortensen. Sería fácil continuar por la línea de actores que se pasan a la dirección (será por ejemplos), pero en su lugar vamos a fijarnos hoy en lo contrario: un director al que, de cuando en cuando, le gusta hacer de actor. Estamos hablando de David Cronenberg, creador de la nueva carne y cineasta que a veces aparece frente a la cámara con actuaciones juguetonas y divertidas. De ahí su querencia por hacer de doctor (ya sea de proctólogo en la citada Falling, de un agente gubernamental en Jason X o de psiquiatra con un secreto oscuro en Razas de noche) y su seguro que entretenido paso como mafioso por la cinta invitada de hoy, Todo por un sueño; film cuyo éxito, por cierto, marcó muchas carreras.

Y es que cuando esta película se estrenó en 1995, su director, Gus Van Sant, había pasado de ser el niño mimado y favorito del cine indie americano gracias a Mi Idaho privado (1991) a estrellarse con el fracaso de Ellas también se deprimen (1993). Necesitaba, por tanto, recuperar su lugar, y en el proceso iba a elevar definitivamente la carrera de Nicole Kidman (que sería nominada al Globo de oro a mejor actriz principal por primera vez, además de al BAFTA) y, de paso, lanzar también las de Joaquin Phoenix y Casey Affleck, además de conseguir, incluso, estabilizar la de una Illeana Douglas que venía de ver sus papeles cortados en varias películas.

La historia de Todo por un sueño se construye sobre la actuación, magistral, de una Nicole Kidman que personifica de manera perfecta el lado oscuro del sueño americano. Interpreta a Suzanne Stone-Maretto, una joven aspirante a estrella televisiva que está dispuesta a cualquier cosa para conseguir llegar a la fama. Su mantra es que en América no eres nadie salvo que salgas en la televisión, porque no tiene sentido hacer nada importante si nadie te está mirando. Su vida está construida en todo momento para conseguir que las cámaras la graben; la moral no tiene sentido y las vidas ajenas no tienen importancia, porque cuando la historia se cuente en la televisión solamente existirá lo que las cadenas quieran contar.

La propia Suzanne sabe que si consigue su objetivo dará igual la realidad, solamente importará la historia que ha inventado. De ahí que construya un personaje en su propia vida, haciendo que su existencia como una mujer del tiempo en una pequeña emisora local de New Hampshire parezca en realidad algo glamuroso. Para Suzanne el estrellato está a un paso y sus únicos problemas son su marido, un italoamericano agradable a punto de heredar el bar de su padre, su interés en tener hijos y su pretensión de una vida casi perfecta. A partir de esto Suzanne aprovechará su presencia en el instituto, donde está grabando un supuesto documental sobre los problemas de los adolescentes, para inmiscuirse y manipular a tres jóvenes inadaptados.

Todo por un sueño
Columbia Pictures, The Rank Organisation

A diferencia de la realidad, en la película la ficción no logra imponerse por la fuerza al mundo. No es ningún spoiler de esos: la cinta juega con las cartas boca arriba desde el principio. De lo que sí se trata es de una señal del cambio de los tiempos: en 1995 un personaje como el interpretado por Kidman debía perder, porque todos sabemos que por las buenas o por las malas hay líneas que no se deben cruzar; en 2024 el final, seguramente, sería muy diferente y terminaría con imágenes del show de Oprah, con Suzanne junto a algún candidato presidencial y con su cara en algún anuncio que nos parecería increíble.

Todo por un sueño es, en algunas cosas, una película clarividente sobre la relación de los Estados Unidos con la televisión y la fama, una característica que comparte con obras que ya hemos visitado aquí como Un rostro en la multitud o Network, un mundo implacable; también con El gran carnaval y su mirada a la prensa y el público de la misma. Quizá no alcanza el nivel de aquellas, cierto, pero en estos tiempos que nos ha tocado vivir es igual de interesante y, además, muy divertida.

Ismael Rodríguez Gómez
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