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Cinefórum CCCXCV: «El irlandés»

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Antes de que Martin Scorsese nos taladrase el culo al sofá con su interminable cinta crepuscular sobre la mafia, otro irlandés había coronado ya el titular de una película en las pantallas españolas: The Guard (2011), aquí llamada El irlandés por aquello de las traducciones libres y perezosas, es la obra debut de John Michael McDonagh (no confundir con su célebre hermano Martin) y hoy nuestra invitada al cinefórum soguero.

La película sigue a Gerry Boyle (Brendan Gleeson), excéntrico y cínico oficial de un pueblo irlandés cuya tranquila vida parece complicarse cuando se enfrenta a un caso de tráfico internacional de drogas. La investigación trae a su jurisdicción al agente del FBI Wendell Everett (Don Cheadle), con quien, inevitablemente, Boyle protagonizará un choque personal y cultural. Porque Everestt, además de estadounidense, es un profesional metódico que se dará de bruces con la actitud irrelevante e inapropiada del oficial y, en general, con las dinámicas propias de una pequeña localidad de Irlanda.

McDonagh, consciente de los mimbres con lo que trabaja, apuesta por la sobriedad formal en la cámara y le da el protagonismo al guion, tan sólido como pretencioso en su mezcolanza de géneros, y a la química de los intérpretes y sus personajes, tantos unos como otros rebosantes de carisma. De esta manera, El irlandés se erige, por un lado, como una divertida e irreverente buddy movie de dos policías antitéticos condenados (otra vez) a entenderse; y por el otro, como un falso tour de forcé en el que el personaje central, un oficial Boyle presentado en inicio como una suerte de Torrente irlandés, se irá mostrando poco a poco como el noble antihéroe que siempre ha sido pero no sabíamos. Y todo esto, de paso, hilvanado por una trama de thriller policiaco con aires de spaguetti western (ojo aquí a la banda sonora de Calexico) que sobrevive a sus propios tópicos gracias a encadenar situaciones graciosas (por momento parece una cinta de sketches) y a unos diálogos ágiles y afilados.

El resultado, por tanto, es una obra original y disfrutable que, aunque no te vaya a cambiar la vida, sí te puede alegrar una tarde. Que no es poco.

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