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Cinefórum CCCXXIX: «Paso decisivo»

Bailando con Frances Ha llegamos hasta el ballet clásico, en esta película de 1977 titulada en España Momento decisivo (The Turning Point, 1977, Herbert Ross) y cuyo título en inglés hace una referencia no solo a un momento en el tiempo, si no también al trabajo en puntas propio de ese tipo de danza. Además, en plena resaca de los tan a menudo polémicos Oscar (ya se sabe: son premios importantes si confirman nuestros gustos, si no son solo estrategias comerciales de los estudios), no he podido evitar pensar no solo en las grandes injusticias de la historia de estos premios, si no también en películas que, por un motivo u otro, fueron grandes promesas en sus respectivos años; promesas que acumularon candidaturas, pero que se fueron a casa de vacío. Tal fue el caso de Momento decisivo, que tuvo la mala suerte de ser nominada a 11 Oscar en 1978, el mismo año en que Annie Hall de Woody Allen estaba destinada a arrasar con todo; también el mismo año en que la primera Guerra de las Galaxias, posteriormente Una nueva esperanza, le arrebataría los premios técnicos que el de Manhattan no disputaba. 

Pero es que Momento decisivo es, además, una película mencionada poco a menudo. En estos casos, cuando te encuentras un título que no te suena entre los más nominados de un año donde se premiaron películas que, de un modo u otro, han sido parte de tu vida, te pica la curiosidad (por lo menos a mí me pasa); anhelas saber si esa película realmente merecía la pena, si las candidaturas (y el casi olvido posterior) estaban justificadas o si es uno de esos artefactos históricos que solo tienen sentido o se comprenden en su momento particular.

Aunque era la primera, y a lo largo de su carrera única, nominación para los premios de la Academia, Herbert Ross es un autor con una larga trayectoria que incluye algunas magníficas películas como el pastiche holmesiano Elemental, doctor Freud (The Seven Percent Solution, 1976), el magnífico whodunit cómico El fin de Sheila (The last of Sheila, 1973), el musical Funny Girl (1968) o, precisamente, uno de los primeros films de Woody Allen, Sueños de un seductor (Play It Again, Sam, 1972). Con esta película había ganado ese año el Globo de Oro y el Premio de la Asociación de críticos de Los Ángeles y había sido también nominado a un premio del Sindicato de directores.  Además del suyo por la dirección, la película contaba entre sus opciones los premios a mejor película, mejor actriz por partida doble (tanto para Anne Bancroft como para Shirley MacLaine), mejor actor de reparto (para Mikhail Baryshnikov), mejor actriz de reparto (Leslie Browne), mejor guión original, mejor dirección artístca, mejor dirección de fotografía, mejor edición y mejor sonido. 

El argumento es algo melodramático, con estallidos de pasión que caen a veces en el ridículo, y gira en torno a dos mujeres cuyos destinos se bifurcaron en su juventud y que ahora vuelven a encontrarse en la edad madura, ambas dudando sobre si sus decisiones del pasado (o el destino sobre ellas) fueron las correctas. DeeDee Rodgers (Shirley MacLaine) es una bailarina prematuramente retirada que vive en una ciudad del medio oeste, dirigiendo una academia de danza junto con su marido, Wayne (Tom Skerritt) que también fue bailarín, y sus tres hijos, de los cuales dos también practican la danza. Especialmente talentosa es su hija mayor Emilia, la ya citada Leslie Browne. A la ciudad llega la compañía en la que ambos bailaron y cuya estrella principal sigue siendo la ahora veterana Emma Jacklin (Anne Bancroft), la que fuera competidora de DeeDee por el puesto antes de que aquella se retirara para criar a sus hijos. El espectáculo y el que Emilia entre también a formar parte de la compañía y deba desplazarse a Nueva York, reaviva las viejas dudas, las antiguas rencillas y pone a ambas mujeres ante un espejo deformante; un espejo que les muestra el camino no elegido y como podría haber sido su vida en otras circunstancias. 

La cinta cuenta con unos espectaculares números de danza, y muchos de los actores del elenco principal son bailarines profesionales de alto nivel, especialmente la misma Leslie Browne (que fue la bailarina principal del American Ballet Theatre). Podemos ver números con Mikhail Baryshnikov (también bailarín principal y luego director de danza del ABT en los 70 y 80), que aquí interpreta a Yuri, el seductor bailarín principal de la compañía que mantiene un romance con Emilia. Pero no solo los principales: en general, la mayor parte de los bailarines de la película son, o han sido, profesionales. Incluso la anciana maestra rusa de danza, que hace además de casera de Emilia en Nueva York, es la antigua bailarina Alexandra Danilova. Esto hace que los números de danza tengan un nivel impresionante, estando  rodados y montados, además, con una profesionalidad indudable; no obstante, en ocasiones parece que se pierden en sí mismos y nos entretienen demasiado, alejándonos de la historia principal. Curiosamente no vemos bailar, más allá de alguna pose estática y algún plano lejano, a Bancroft (que carecía de formación en baile), ni tampoco a MacLaine (que sí practicó la danza).

La doble nominación en la categoría de mejor actriz señala el excelente trabajo realizado por Anna Bancroft y Shirley MacLaine para llevar a buen término unos personajes que llevan todo el peso dramático de la película sobre sus espaldas, a veces con una sutileza impresionante y otras en estallidos emocionales. MacLaine, desde su debut en Pero… ¿quién mató a Harry?, había tenido una carrera brillante y exitosa, en la que destacan especialmente dos colaboraciones con Billy Wilder (El apartamento, de 1960, e Irma, la dulce, de 1963). Bancroft, había llamado la atención con su papel en El milagro de Ana Sullivan (The Miracle Worker, 1962, Arthur Penn),  pero quizás el más conocido sea el de la Señora Robinson de El graduado (The Graduate, 1967, Mike Nichols). Aquel era el papel de una seductora de mediana edad que interpretó, por cierto, con 36 años… Sea como fuere, lo cierto es que ambas actrices se encontraban ya en ese territorio extraño en que la industria no sabe qué hacer con las mujeres de más de 40, atrapadas entre los papeles románticos (sistemáticamente para mujeres más jóvenes) y la dignidad dramática de la ancianidad y el mundo de las madres de los protagonistas.

La historia estaba basada en la relación de dos bailarinas reales, Isabel Mirrow Brown (que inspira el personaje de DeeDee) y Nora Kaye (que inspira el de Emma), que habían bailado juntas en la ABT a finales de los 40 y primeros 50, hasta la retirada  temprana de Isabel. En primer lugar, es necesario apuntar que Herbert Ross conocía muy bien la historia y a los personajes reales, pues era el marido de Nora Kaye desde 1959. Pero lo verdaderamente curioso es que esta es la madre real de Leslie Browne, la actriz que interpreta como hemos dicho a Emilia, la hija del personaje ficticio basada en ella. En un principio, otra bailarina, Gelsey Kirkland, había sido elegida para el papel, pero finalmente Leslie terminó interpretando una versión de sí misma en la gran pantalla (en la que sería una de sus escasas interpretaciones cinematográficas, siempre relacionadas con la danza).

Paso decisivo
20th Century Fox

Podemos comprender por tanto que tanto Ross como buena parte de su reparto conocen bien el mundo en el que se mueven los personajes, las presiones físicas, emocionales y sociales que sufren sus componentes y esto proporciona una curiosa sinceridad al film, que sin ella posiblemente se hubiera visto dominada por el sentimentalismo que derrocha en algunos instantes. 

¿Merecía El momento decisivo los premios que no recibió? Quizás, especialmente destacaría la pertinencia de los premios a mejor actriz, que sospecho que no se vieron favorecidos en realidad por tener a las dos actrices compitiendo entre ellas. Pero la historia de los premios de la Academia no es, no puede ser ni será una historia de justicia e injusticia; son, simplemente, unos premios concedidos por la industria para sí mismos y a veces dicen más de quienes son o quienes quieren ser (o quienes quieren que creamos que son) los que los conceden, que con la realidad de las películas. Y en 1978, decidieron señalar a Woody Allen como la más grande producción del año y dejaron a Herbert Ross y el ballet en un segundo plano.

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