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Cinefórum CCCXXXII: «EO»

No son pocas las veces que, como hombres, admiramos la pasión y clarividencia de los animales: nos seduce su capacidad para dejarse inundar por la idea-instinto que rige cada momento sus pensamientos, ocupándolos por completo en la consecución del objetivo más apremiante. El de EO, el burro que protagoniza una de las películas europeas del año, es el mismo que el del pobre Jason, el Ghosthunter de AliExpress que la semana pasada perseguía, en realidad, su propio pasado. La diferencia es que nuestro terco jumento guarda, entre las brumas de su memoria, el tierno recuerdo del cariño. El faro del amor perdido será el que guíe una travesía que comienza en Polonia pero recorre toda la crueldad que habita el Viejo continente.

Jerzy Skolimowski, a quien ya conocimos cuando visitamos su Zona profunda, ha despachado a sus 82 años una película sensorial y pujante, inspirada en el clásico de Robert Bresson Al azar de Baltasar y que ha cosechado una catarata de premios: el del Jurado del festival de Cannes, los premios de los círculos de críticos de Nueva York y Los Ángeles a la mejor película extranjera, el premio a la mejor película y el de mejor director en la Seminci… No obstante, su mayor reconocimiento fue, quizá, la nominación de la Academia del cine a mejor película internacional (galardón que, no obstante, obtuvo la más convencional y mucho menos ambiciosa Sin novedad en el frente). Un rotundo reconocimiento a la obra de una de las grandes figuras del cine polaco y que supone una puesta al día de la fórmula que también ensayó en su día Spielberg con War Horse: el azar que zarandea el destino de una montura sirve para reflexionar sobre el de sus jinetes y, al mismo tiempo, se convierte en el pincel con el que el autor pinta un fresco de su época.

En esta ocasión, el corcel (símbolo de poder, honestidad, libertad y lealtad en la Historia del Arte) es sustituido por un abnegado borrico. Allí donde el caballo cabalga el sacrificio, acercándose a la gloria, el asno conoce el trabajo y, solo de vez en cuando, también la dulzura. Así, lejos de la épica, arranca la historia de EO, que camina con tozudez hacia su propia destrucción, incapaz de pararse a pensar: cada pequeña historia es un paso en busca del amor perdido y supone, en realidad, un pequeño estudio sobre la forma en que se despliega el poder de los hombres. Para el protagonista, los pequeños refugios que le cobijan del mundo son un obstáculo. Él está dispuesto a seguir apostando, aunque siempre haya perdido. Pura humanidad, la del burro, frente a todos los hombres que le rodean, que negándose a sí mismos y a la naturaleza inician el camino a la barbarie.

Skopia Film, Alia Film, Jerzy Skolimowski

MIchal Dymek dirige la fotografía del film y guía al espectador a través de esta dialéctica componiendo, entre escena y escena, verdaderas piezas de videoarte. Por momentos, la vida del asno parece una simple excusa para asombrarnos ante la belleza del mundo que le rodea. Y, sin embargo, tras cada instante de paz y belleza regresa el desasosiego.

Así transcurre la vida de EO y entendemos que también la nuestra; dejándonos la piel hecha jirones para poder avanzar, otro pasito más, hacia aquello que anhelamos: el amor, en opinión de Jerzy Skolimowski, que tiene ya 82 años.

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