A la hora de encadenar más de doscientas películas a través de su temática, sus protagonistas o sus creadores, hemos utilizado las estrategias más variopintas: conectamos cintas producidas el mismo año y en el mismo lugar que la anterior; unimos películas dispares, pero con guiones adaptados a partir de dos novelas de un mismo escritor… Incluso, en varias ocasiones, como esta que nos ocupa, continuamos la estela de una obra dedicada a la condición de sus protagonistas con otra que traslada la misma problemática a un contexto distinto. Hoy, tras las Siete mujeres que protagonizaron un western orientalizante y las cinco jóvenes turcas que nos emocionaron en Mustang, perseguimos la femineidad hasta el espacio exterior con Próxima (Alice Winocour, 2019).
Pero, ¿saben cuántas veces hemos esgrimido a lo largo de estos cuatro años de cine el protagonismo de los hombres como nexo de unión de nuestro periplo? Ninguna. No se nos habría ocurrido hacerlo, porque las películas protagonizadas por hombres siguen siendo normativas en nuestra mente. Para abandonar tan absurdo canon serán necesarias más carreras como la de Winocour, cineasta francesa nacida en 1976 y que ha dedicado sus dos últimos proyectos a contar historias de las que han vivido mujeres de cualquier tiempo y lugar; harán falta espectadores habituados a su mirada y ciclos de cine dispuestos a rastrear los paralelismos entre su coautoría del guion de Mustang y la labor de dirección en Próxima, una película sobre un presente que trata de alcanzar el género de la ciencia ficción, pero que nunca llega a tocarlo.
Porque lo cierto es que la humanidad está rozando su futuro con la punta de los dedos y el último esfuerzo exige distintos sacrificios a quienes quieren pisar por primera vez otro planeta. Las mujeres que, como Sarah (Eva Green), se entregan con devoción a la exploración espacial deben superar toda una maraña de obstáculos más o menos sutiles, que se suman a las enormes dificultades que nos impone la última frontera. Las que, como ella, además son madres, deben compaginar su brillante carrera con una condición que el propio universo, del que ellas mismas forman parte, se empeña en situar en el centro de su ser.
En esta ocasión, Eva Green, siempre solvente, se ve un tanto ensombrecida por los secundarios que la rodean: por Matt Dillon, cuyo papel como líder del equipo y cowboy del espacio con su lado tierno pesa por momentos más que el de la protagonista; y, sobre todo, por Zélie Boulant-Lemesle, que interpreta a su hija y despacha una de esas actuaciones que tendemos a infravalorar porque solo tienen un registro: el mismo en el que aún vive una pequeña actriz que se come la cámara y el corazón de un espectador genuinamente angustiado por la sensación de abandono que logra transmitirnos. Y es ahí, en la tensión que surge entre ese sentimiento genuino y el pundonor de una mujer que es mucho más que su madre, donde la película funciona.
Próxima conforma un relato sobrio y contenido que oscila entre la conciliación familiar y la ruptura del concepto de la maternidad tradicional. Winocour juega con nosotros, porque nos castiga con un tremendismo que no se corresponde con una separación de tan solo un mes de duración; sabemos, como Sarah y su hija, que el éxito de la misión significará el comienzo de la siguiente; del ansiado viaje a Marte en el que una madre incluirá su nombre entre los grandes pioneros de la historia del hombre y se separará para siempre de su hija. Un viaje en el que una mujer dejará la Tierra atrás, del mismo modo que el resto de sus acompañantes y, a la vez, de una manera radicalmente distinta: ellos, ellas, abrazarán con júbilo el heroísmo que la sociedad les confiere; mientras tanto, el cuerpo de Sarah solo alcanzará la ingravidez del espacio si su alma soporta el peso de una culpa que la liberará para siempre.
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