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Cinefórum CCLXXV: «Un viaje alucinante al fondo de la mente»

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La semana pasada nos paseamos por la contracultura estadounidense de la mano de El viaje, una película de Roger Corman construida sobre la anécdota de los psicotrópicos y su uso para liberar la mente. Esa idea de que el empleo de determinadas sustancias podría liberar nuestra mente no es nada que se inventara por aquel entonces, pero sí fue una noción que se nutrió de muchas de las investigaciones que tuvieron lugar en la época. Entre ellas, destacaron las de John C. Lilly, capaces de influenciar dos películas tan diferentes como El día del delfín (1973) y Un viaje alucinante al fondo de la mente (1980). En la primera, se entrena a un delfín para asesinar al presidente de los Estados Unidos; en la segunda, un hombre trata de usar las drogas y una cámara de aislamiento para descubrir el pasado de la humanidad. De esta vamos a hablar, porque si fuéramos a hablar de un delfín asesino habríamos escogido a Snorky, de Los Simpsons.

El título original de Un viaje alucinante al fondo de la mente es el mucho menos festivo Altered States. Estados alterados, debemos añadir nosotros mismos el «de conciencia», porque estos son la verdadera clave de una película construida sobre una novela de Paddy Chayefsky, autor cuyo nombre seguramente no nos suene pero que ya fue el guionista de Network, otra cinta de nuestro cinefórum. También ha pasado ya por aquí el director, Ken Russell: el autor de Los demonios había realizado un viaje desde la vanguardia de la televisión británica hacia la conversión en director de culto; el que le ofrecieran un proyecto como este, una cinta de ciencia ficción dotada de un buen presupuesto y en la que su estilo visual pudiese liberarse, fue una noticia tan inesperada como positiva. Sin embargo, no parecía estar dispuesto a mantenerse fiel al guion ni de buscar un traductor del texto que le ayudase a serle lo más fiel posible.

El resultado fue que Chayefsky acabó firmando bajo pseudónimo el guion mientras decía que Russell pasaba de lo que él había escrito y que hacía que los actores dijeran las frases comiendo o a toda velocidad para que no se entendieran. No vamos a pretender que en un breve comentario se pueda acabar con todas las discusiones sobre la autoría de una obra, pero, en este caso, que Russell se tomara todas esas libertades parece que salió bien. Porque en Un viaje alucinante al fondo de la mente lo que brilla no es el guion, que presenta unos personajes bastante esquemáticos y construye, básicamente, una anécdota desde la que presentar el cambio del protagonista: la transformación de un científico genial, obsesionado con la religión y el origen del ser humano que lanzó merecidamente al estrellato al debutante William Hurt.

La película juega con una idea casi mesiánica del personaje de Hurt en momentos como su primera aparición, en la que el subrayado visual casi se vuelve risible. Por suerte para todos nosotros, la cinta abandona toda posibilidad de caer en lo ridículo cuando empieza con los verdaderos viajes mentales del protagonista. Ahí, el dominio de la imagen cinematográfica de Russell sostiene la película, construyendo unos paisajes mentales que se ven soportados por unos efectos visuales que funcionan, en gran parte, gracias a la naturaleza alucinógena de todo el conjunto.

Un viaje alucinante al fondo de la menteUn viaje alucinante al fondo de la mente es una película que busca ser una experiencia. Busca mostrar más que contar, construir desde la abstracción un discurso variable. Lo que evita que se convierta en algo más cercano a una instalación es, precisamente, ese fondo de guion que va apareciendo por momentos y que le permite darnos un respiro entre los viajes, alucinantes y alucinógenos, que forman el centro de la cinta. De hecho, da la sensación de que gran parte del problema que pudo tener Chayefsky con la película era puramente conceptual. Al guionista seguramente le interesaba cómo ese otro mundo se mostraba en la realidad; a Russell, eso parece casi molestarle. Él vivía en la alucinación, en el viaje.

Ismael Rodríguez Gómez
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