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Cinefórum CLII: Serie negra

En este juego que nos traemos semana a semana de enlazar películas con algún tipo de vínculo más o menos evidente, en esta ocasión el nexo de nuestro cinefórum no podía ser más sencillo: de Dashiel Hammett, considerado unánimemente el creador del género hard boiled, pasamos, Raymond Chandler mediante, a su más genuino renovador: Jim Thompson.

En esta revista ya hemos hablado de la tercera gran figura del género negro moderno, un tío cuya vida parece una auténtica novela y cuyas novelas, bañadas por su personalísima impronta, nos sumergen en los lados más oscuras de la vida. Y precisamente por avatares de la vida hay que recordar que sería Francia, y su querencia tradicional por el género, quien rescataría la obra de un autor condenado al olvido bajo su engañoso (o quizá no tanto) auto-apelativo del «Dostoievski de las novelas de diez centavos». Sería la editorial francesa Gallimard, y su pasión por el noir, quien reivindicase póstumamente a un escritor que, de hecho, en el cine gabacho alcanzaría algunos de sus mayores logros audiovisuales. Uno de ellos es el que nos ha traído hoy hasta aquí: Serie negra (1979), adaptación dirigida por Alain Corneau y coescrita junto a Georges Perec de Una mujer endemoniada.

La cinta, como casi toda la obra de Jim Thompson, pivota en torno a dos constantes narrativas que el autor norteamericano subvirtió para renovar las normas del género: darle el protagonismo a un personaje psicópata con apariencia bobalicona, y la presencia de una femme fatal que funciona como catalizador de esa psicopatía hasta entonces oculta. La segunda premisa, evidente ya desde el propio título de la novela (A Hell of a Woman en el original), articula una historia en la que Franck Poupart, un neurótico vendedor, se obsesiona con Mona, una joven a la que su tía obliga a prostituirse. Será esa obsesión y la siniestra influencia que parece ejercer la chica sobre Franck, la que hagan que el joven, desatados sus demonios internos, contemple el asesinato como única medida para liberarla.

El mérito principal de Corneau, uno de los grandes renovadores del polar francés de los setenta, es interpretar el texto original desde el prisma psicológico, canalizándolo por tanto en un relato que sucede enteramente en la mente del protagonista, un omnipresente (aparece en todos los planos del film) Franck Poupart al que la excepcional actuación de Patrick Dewaere convierte en quintaesencia del personaje literario masculino de Thompson. Y esta decisión es básica, porque pese a que desde el título se nos dice que el germen del mal es una mujer, nosotros sabemos que algo anda mal en ese tipo que comienza y termina la película sumido en un baile que solo parece entender él, danza fantasiosa que enmarca una caída hacia los infiernos motivada por (una constante, de nuevo, en la obra de Thompson) males consustanciales al ser humano como la frustración, el fracaso y la codicia.

Así, tanto la oscuridad del texto como la desosegante dirección de Corneau, la hipnótica interpretación de Patrick Dewaere o el extraño uso de la banda sonora pop, parecen encaminados a crear una sensación de extrañeza que convierten Serie Negra en una excepcional adaptación del más excepcional y extraño escritor de novela negra moderna.

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