Si nos preguntáramos qué dos temas básicos trataba Vida y muerte del Coronel Blimp podríamos citar, por un lado, la historia del imperio británico durante finales del siglo XIX y principios del siglo XX; y, por otro, la amistad. Desde luego hay más elementos importantes en la obra maestra de Powell y Pressburger, pero aprovechando sus cimientos vamos a vivir la gran aventura colonial británica anterior a la guerra de los Bóeres, en la que arrancaba la carrera de Blimp; y conocer a tres amigos tan inseparables como resultarían ser aquel oficial británico y su amigo alemán, Theo Kretschmar-Schuldorff. Nos adentramos en Gunga Din.
Pocas películas hay que puedan presumir de basarse en un poema. El caso que nos ocupa nace de uno escrito, ni más ni menos, por Rudyard Kipling. La historia de Gunga Din es la de un aguador indio que se sacrifica por sus oficiales, que terminan reconociendo que él es el mejor hombre de todos. Esto puede llevarnos a una lectura crítica con los oficiales, pero también a otra que glorifique a los nativos que se alinean con los colonos británicos. La película de George Stevens optó por la segunda opción, aunque por fortuna lo hizo ayudada por una idea clara del espectáculo y la diversión que impregnaría todo el metraje.
Para ello contamos con un trío protagonista difícil de superar. El gran Cary Grant como el elemento humorístico y peleón, Victor McLaglen en el papel de oficial británico de la vieja escuela y Douglas Fairbanks Jr. ejerciendo de galán. Este trío de amigos se embarcará en una peligrosa misión en la India de finales del XIX, para acabar enfrentándose al regreso del culto de los thugs con la ayuda de su aguador, un indio que sueña con ser soldado británico y que responde al nombre de Gunga Din.
El resultado es de diversión en estado puro. Gunga Din inspiró la segunda película de Indiana Jones, nos regaló la idea de los thugs como villanos y legó un Cary Grant desatado. Fue una película demasiado grande para sus objetivos, enfrentándose en taquilla a El mago de Oz o Lo que el viento se llevó, lo que la convirtió en la décima película más taquillera de 1939 y, aún así, perder dinero. No obstante, su fracaso comercial no hizo que se olvidara una de las películas que mejor definió el concepto de aventura en el cine de los años treinta, junto a títulos como Tres lanceros bengalíes, Las cuatro plumas, El capitán Blood y tantas otras. Una edad de oro para el cine escapista y que a día de hoy merece la pena volver a visitar.
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